El nombre Stradivarius es quizá una de las palabras más reconocibles dentro del mundo de la música clásica. Proviene del apellido de uno de los fabricantes de instrumentos más importantes de la historia, Antonio Stradivari, quien a lo largo de varias décadas se dedicó a fabricar en su taller de la ciudad italiana de Cremona algunos de los mejores violines, violas y violonchelos que jamás se habían visto en el mundo entero. Tan buenos y valiosos eran todos esos Stradivarius que, no solo siguen utilizándose más de 300 años después y albergando su peculiar sonido, sino que además se han convertido en artículos muy preciados cuyo valor en el mercado puede llegar a ser de millones y millones de euros.
El alto valor histórico y artístico de estos instrumentos ha hecho que, durante muchos años, todos ellos (en total se cree que hay entre 500 y 600 repartidos por el mundo) sean buscados y protegidos tanto por músicos como por coleccionistas de antigüedades. Por ese mismo motivo, también cuando aparece uno nuevo, después de que se hubiera dado por perdido, genera la repercusión que se ha podido comprobar con el hallazgo del último de ellos: el Stradivarius de Mendelssohn, que tras pasar más de 80 años desaparecido ha vuelto a ser encontrado en Japón.
En realidad, la reaparición de este violín tricentenario fue reportada en junio de 2024. Fue entonces cuando la experta Carla Shapreau, del Instituto de Estudios Europeos de la Universidad de California, reveló el hallazgo del instrumento en el país nipón “gracias a una pista" que indicaba que el violín podría encontrarse allí.
En las décadas previas a la Segunda Guerra Mundial, el violín Stradivarius Mendelssohn de 1709 fue el eje de la vida familiar y cultural de una importante casa berlinesa. Propiedad de Franz von Mendelssohn, banquero y sobrino nieto del compositor Felix Mendelssohn, este instrumento acompañó veladas de música de cámara y fue más tarde legado a su hija, la violinista Lilli von Mendelssohn-Bohnke. Tras la trágica muerte de Lilli y su esposo Emil Bohnke en un accidente de tráfico en 1928, el Stradivarius se depositó cuidadosamente en una caja de seguridad del banco familiar, respaldado por un certificado de autenticidad obtenido en 1930.
El ascenso del nacionalsocialismo supuso un giro drástico para los Mendelssohn. En 1933, la familia se vio forzada al exilio y el banco fue liquidado poco después, en el marco de la persecución a negocios judíos. El violín —confiscado por las autoridades alemanas— terminó en la sede berlinesa del Deutsche Bank (colaboracionista con el régimen de Adolf Hitler desde su ascenso al poder) y su rastro se esfumó en 1945, seguramente robado por jerarcas nazis en fuga.
El expolio de este tipo de tesoros (el Stradivarius de Mendelssohn está valorado actualmente en unos 10 millones de dólares, unos 8 millones y medio de euros) refleja cómo de cuantiosa pudo resultar la pérdida de patrimonio de miles y miles de familias judías durante aquella época. Por otro lado, el hecho de que el violín se haya encontrado en la colección de un particular en Japón plantea muchas dudas acerca del tráfico de arte y bienes saqueados en tiempos de guerra.
La investigación sobre los Stradivarius expoliados tiene como uno de sus mayores desafíos la escasez de documentación y la reticencia de algunos propietarios actuales a colaborar. la familia MendelssohnBohnke, a través de generaciones, ha reclamado la devolución del violín. Walther Bohnke, hijo de Lilli y Emil, promovió la causa desde la década de 1950, con anuncios en medios especializados, testimonios y gestiones ante la Fundación Alemana para el Arte Perdido.
En la misma línea, este caso se enmarca en un fenómeno más amplio de expropiación cultural durante la Segunda Guerra Mundial, documentado en estudios como el de Willem de Vries —sobre la célula musical del comando nazi destinado a eliminar la cultura judía—, y en monografías y novelas inspiradas en la azarosa travesía de estos instrumentos.