Un equipo internacional de investigadores descubrió en el sur de Australia pequeños fragmentos de vidrio natural formados tras el impacto de un asteroide ocurrido hace unos 11 millones de años. El hallazgo, publicado en la revista Earth & Planetary Science Letters, aporta nuevas evidencias sobre los choques cósmicos que ha sufrido la Tierra y revela un evento completamente desconocido hasta ahora.
Los fragmentos, denominados ananguitas, fueron identificados por especialistas de la Universidad Aix-Marsella (Francia) y la Universidad Curtin (Australia), encabezados por Anna Musolino y Fred Jourdan. Su análisis confirmó que se trata de un tipo de vidrio de impacto único, generado bajo condiciones extremas de temperatura y presión.
“Estos vidrios son exclusivos de Australia y registran un antiguo evento de impacto del que ni siquiera sabíamos”, explicó Jourdan. A diferencia de otras tectitas halladas en distintas regiones del planeta, las ananguitas presentan una composición química inusual, con mayor densidad, respuesta magnética más alta y concentraciones elevadas de minerales como hierro, magnesio y calcio.
El estudio también permitió determinar su antigüedad mediante la técnica de datación por argón, que arrojó una edad de 11 millones de años, mucho anterior al impacto que originó el conocido campo de tectitas de Australasia, de apenas 780.000 años.
El hallazgo fue posible gracias a la revisión de investigaciones realizadas en la década de 1960. En aquel entonces, científicos de la NASA habían analizado cientos de muestras de vidrio australiano y notaron algunas con características diferentes. Décadas después, el nuevo equipo retomó esas observaciones con herramientas modernas y descubrió seis muestras adicionales que coincidían con aquellas anomalías químicas.
Pese a la magnitud que debió tener el impacto, el cráter que lo originó todavía no ha sido localizado, lo que representa uno de los mayores enigmas del hallazgo. Los investigadores creen que pudo haber quedado enterrado por la erosión y la meteorización de millones de años, o incluso encontrarse fuera del continente, en zonas de alta actividad volcánica como Papúa Nueva Guinea o Indonesia.
“Lo más intrigante es que, aunque el impacto debió ser inmenso, no hemos encontrado el cráter asociado”, señaló Jourdan. “Eso significa que aún hay mucho por descubrir sobre la historia geológica reciente de la Tierra”.
El nombre ananguitas fue elegido en homenaje al pueblo originario Anangu, custodio ancestral de la región donde fueron halladas. Para los científicos, este gesto simboliza la conexión entre el conocimiento moderno y las raíces históricas del territorio australiano.
El descubrimiento no solo amplía el registro de colisiones cósmicas que afectaron al planeta, sino que también ofrece nuevas claves para evaluar la frecuencia e intensidad de los impactos de asteroides a lo largo del tiempo. Cada uno de estos fragmentos conserva información sobre el tipo de roca fundida, la presión y la temperatura alcanzadas durante el choque, actuando como verdaderas cápsulas del tiempo geológico.
Jourdan resumió la importancia del hallazgo: “Comprender cuándo y con qué frecuencia los asteroides impactaron la Tierra nos ayuda a mejorar los modelos de defensa planetaria y a prepararnos frente a futuros eventos”.
El siguiente paso de los investigadores será localizar el sitio exacto del impacto mediante estudios geoquímicos, análisis satelitales y modelado digital del terreno. Resolver ese misterio podría revelar no solo la ubicación del cráter perdido, sino también nuevas pistas sobre cómo las grandes colisiones moldearon la superficie terrestre y contribuyeron a su evolución.