Todo lo que se suponía sobre Carlos III, mucho de lo cual se confirmó, queda en nada comparado con lo que muestran estas imágenes.
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SUSCRIBITETodo lo que se suponía sobre Carlos III, mucho de lo cual se confirmó, queda en nada comparado con lo que muestran estas imágenes.
Ya había señalado como racista por desagradables comentarios que pegaron duro dentro de la familia Real.
Sucedió que en una entrevista que dieron los duques de Sussex, Enrique y la actriz Meghan Markle a la famosa conductora norteamericana Oprah Winfrie, cuestionaron el color de piel que podría tener Archie, el hijo que estaba por nacer.
Megan Markle es hija de una pareja conformada por Doria Loyce Ragland, una mujer afroestadounidense de 64 años, nacida en Ohio, Cleveland, que se desempeñaba como trabajadora social y maquilladora hasta 1979, en que conoció al padre de Megan, Thomas Wayne Markle.
Tomas es de ascendencia británica, neerlandesa e irlandesa, es director de fotografía retirado, además fue ganador de dos Premios Emmy, en 1975 y en 2011 por su trabajo en el programa de televisión Made in Chicago en 1975 y fue co-receptor de dos premios Emmy diurnos por su trabajo en la telenovela General Hospital en 1982 y 2011.
Como se ve, el CV de los padres de Megan está bastante más nutrido que el de Carlos III, que muestra, en cuanto a empleos serios, un blanco despampanante.
Enrique y Megan no soltaron prenda respecto a que miembro de la familia Real había hecho el insoportable comentario, pero rápidamente trascendió que habría sido lanzado por el propio papá de Enrique, el entonces príncipe Carlos.
Ahora, el hombre que accedió al trono del Reino Unido, ya empoderado tras la muerte de Isabel II, sacó del clóset su racismo, y el video no deja dudas.
Acá no hay antiimperialismo discursivo, dialéctico, fanático, o nostálgico. Simplemente basta con ver al monarca esquivar el intento de un afrodescendiente de saludarlo como lo venían haciendo todas las personas que estaban detrás de una valla, en los funerales de su madre.
A quienes señalaron que fue simplemente una coincidencia, o un descuido, y no les alcanza con ver como el Rey de hace el sota, completa la ecuación denigrante el personal de seguridad separando la mano del hombre de la del monarca, que, con repulsión, miraba para donde estaban sus guardias, suplicándoles con la mirada que actuaran.
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