Por lo general los meses más cálidos del año son los más solicitados a la hora de elegir la fecha para realizar distintas fiestas. Si bien los dueños de salones de eventos como los organizadores saben que se viene la época más movida de la temporada, este año el panorama es distinto, pero no todo tiene que ver con la crisis económica y el ajuste.
“Se ha visto una baja considerable a comparación del año pasado en lo que es eventos. Hay muchas fechas que están libres, en muchos de los salones, cuando el año pasado a esta altura teníamos los fines de semana completos”, comentó a este medio Natalia Gómez, de la Cámara de Salones de Eventos de San Juan (CASE).
En la misma línea se expresó el organizador de eventos Esteban Vázquez, quien señaló que durante fines de agosto pudieron cerrar las últimas fechas libres disponibles. “Tenemos todas las fechas ocupadas, aunque costó un poco más completar el calendario de septiembre a diciembre. Generalmente se completa en febrero a abril, y este año lo terminamos de completar el mes pasado”, dijo, remarcando que los que más demoraron en aparecer fueron los empresariales.
Los costos que representa realizar un evento es considerado como uno de los motivos detrás de la merma. Para tener una idea, un evento estándar, con servicios básicos como salón, sonido, iluminación, catering, barra y decoración, tiene un valor de alrededor de cuatro millones para cien personas. Es válido aclarar que el valor final dependerá de la cantidad de servicios contratados como también de la categoría del salón.
Definir los valores a la hora de negociar un presupuesto con los clientes no es tarea fácil. Si bien la inflación se fue acomodando con el paso de los meses, Vázquez señala que el rubro es uno de los que más aumento viene registrando. “Con los insumos que trabajamos tenemos una inflación real del 9% en muchos casos”, aseguró.
Algo que vienen notando post pandemia es que no solo se reduce la cantidad de eventos, sino que gran parte de los que se concretan terminan siendo fiestas más chicas. Antes de la pandemia una fiesta estándar manejaba un promedio de 150 personas. Actualmente es común realizar eventos para entre 80 a 120 personas.
Incluso una tendencia en ascenso es realizar una cena para 50 a 80 personas, y sumar el resto de los invitados para después de cena, con el propósito de abaratar la mayor cantidad de costos posibles.
Ante esta realidad, los dueños de salones de eventos buscan alternativas para no perder dentro de la situación que les toca atravesar. Gómez aseguró que, en una reinvención, varios salones hoy se buscan por fuera de los eventos tradicionales. “Todos están sosteniendo la actividad. Algunos se han reconvertido y en la semana alquilan los salones para clases o talleres, cosa que antes no era muy normal. También para conferencias y charlas. Muchos salones suman eventos infantiles entre semana, largan promociones para domingos o buscan la manera de seguir en actividad”, indicó.
Si bien la actividad se sostiene, lejos se está de aquel boom que tuvo el sector cuando se reactivó post pandemia. Incluso los números antes de la pandemia eran mejores.
Las fincas para fiestas, los “nuevos enemigos” de dueños de eventos y organizadores
Tanto Gómez como Vázquez remarcaron que cada vez hay más fincas o casas de fines de semana que se ofrecen para la realización de distintas fiestas. Ofrecen costos de alquiler más baratos, lo que termina siendo atractivo para el cliente, pero afecta a la competencia leal del sector.
El problema de estos espacios que han surgido es que no cuentan con ningún tipo de habilitación ni con seguridad para el cliente o los invitados. Ante esto, el costo es significativamente menor. Natalia asegura que ellos como cámara podrían denunciar, pero en ese caso se afectaría a la persona que está llevando a cabo su cumpleaños o casamiento en el lugar, y no es la intención.
Es por ello que apuntan a un mayor control de parte de las autoridades como de las entidades que regulan la actividad, no solo porque se terminan realizando eventos en lugares que no se crearon para ese fin, sino que, al no contar con ningún tipo de regulación o habilitación, se pone en riesgo a quienes asisten a la fiesta, lo cual podría desencadenar en un inconveniente mayor.