Carolina y Melina son madre e hija y, además de compartir vida desde hace un poco más de once años, comparten la pasión por la pelota. Son jugadoras de La Planta y, aunque compiten en diversas categorías, sueñan con jugar juntas un partido en Primera con los colores celeste y blanco de la institución que representan.
"Plantinas de toda la vida", así se describe Carolina Torres junto a su hija Melina Adaro, quien se animó a jugar al fútbol después de ver a su madre adentro de la cancha. A pesar de que no hay equipo para niñas en su división, la chiquita no dudó en anotarse para competir en la séptima con los varones. "Es ella y otra nena, pero no tiene ningún problema de jugar con chicos. Al contrario, le va bien a la Flaca", reconoce su madre, la que regresó a la actividad después de un largo tiempo.
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Es que si bien la mujer estuvo vinculada a la práctica de más joven, sus ocupaciones personales y su labor como madre la alejaron del juego hasta que en el 2023 decidió calzarse los cortos otra vez y no le fue mal; puesto que, de los últimos cuatro torneos que participó con su equipo, se alzó con tres títulos y hoy es el actual tricampeón.
Fue en ese contexto, en que su hija más grande quiso seguir sus pasos y, poco a poco, se familiariza con la competición y adquiere los principales conceptos. "Recién lleva dos campeonatos", cuenta la madre, aunque la pequeña tiene potrero encima. "De más chica jugaba en la placita con mis amigos del barrio y con los compañeros de la escuela", reconoce la jovencita que ostenta porte de futbolista.
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Pese a las diferencias físicas con los varones, Meli asevera que hasta ahora no tuvo mayores inconvenientes y a ello lo suscribe su madre. "Me da igual jugar con varones, no significa nada diferente. Los varones me tratan bien en la cancha", dice la jugadora que se describe como aguerrida y corredora. "Va sin miedo a trabar. El tener que jugar con varones hizo que perdiera rápido el miedo al choque. La he visto poner el pie y el cuerpo a chicos más grandes que ella, de una contextura física mayor y sin embargo ella gana", resalta.
Si bien la chiquita le confiesa en ocasiones a su madre sentirse exigida, detalla que suele aconsejarla para que pueda estar a la altura, a partir de los conocimientos con los que cuenta por su experiencia como futbolista. No obstante, admite que son contadas las veces en que toma nota de sus recomendaciones.
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"Cuando ella juega, yo estoy a los gritos, con indicaciones, cuando una ve que comete errores. Pero lo que trato es más alentarla, que corregirla en el momento del partido. Después, más tranquilas le hablo, pero a ella no le gusta que la corrija. Lo que dice su profesor es palabra santa porque mamá está siempre equivocada", relata entre risas mientras que su hija responde: "Le pido consejos al profe porque es diferente".
El club calingastino para el que juegan siempre le rindió culto al fútbol femenino. Corrían los años setenta cuando un grupo de mujeres del pueblo inició el equipo femenino. Entre las pioneras de aquel entonces se hallaba María Julio, la protagonista de la historia de amor contada en Pasiones del Interior. Es por eso que, tanto Carolina como Melina se ilusionan con seguir dejando una huella en el deporte calingastino, cuando compartan minutos en un partido oficial.
"Creería que mi hija va a seguir jugando y por eso me encantaría poder jugar con ella antes de que me retire", sostiene aunque reconoce que es muy chica todavía, ya que la chiquita apenas tiene 11 años y no querría exponerla a algo del estilo. "La mayoría de las chicas que juegan conmigo son mujeres grandes y en los partidos se juega fuerte. Entonces una siempre cuida, no se puede sacar ese lado materno y yo creo que voy a terminar peleando porque me tocaron a la nena", advierte en tono de broma.
Pese a ello, no pierde las esperanzas y dice: "En unos 3 años más creo que podría darse, para eso me tengo que mantener". Por su parte, Melin no se queda atrás y, consultada en medio de la entrevista que se desarrolla en el verde césped de La Planta, confiesa: "Sueño con jugar con mi mamá en Primera".
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Melina Adaro, junto a su padre Raúl y su madre Carolina
Es por ello que, como el legado de su escudo lo demanda y el presente que encarnan, las protagonistas se disponen a seguir haciendo historia y así convertirse en las primeras madre e hija de su comunidad en fundirse en un abrazo de gol en medio de un cuadro soñado.
Embed - Madre e hija jugadoras de Club La Planta