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Historias de pueblo

El Rincón, el distrito caucetero de las tres vírgenes

Fue la localidad más afectada con el terremoto del ’77. Viven 500 personas, casi todas en dos barrios. El trabajo rural y el empleo público, los dos motores laborales de un pueblo atravesado por la fe.

Por Natalia Caballero

No están los escombros de las casas que se cayeron con el terremoto del ’77 en El Rincón, pero la conciencia colectiva de los pobladores de este paraje caucetero está aún atada a lo que pasó esa mañana del 23 de noviembre. La reconstrucción de las paredes no implicó una reconstrucción del tejido social, que quedó afectado por el devastador movimiento sísmico. En El Rincón, la identidad de los vecinos está atravesada por el terremoto y por la fe.

La bienvenida al pueblo caucetero, al que se accede por la Ruta 20, la da una importante imagen de María Auxiliadora. En el otro extremo del distrito hay una parroquia en honor a la Virgen de Guadalupe y en una finca, muy tradicional de El Rincón, se encuentra un tesoro arquitectónico, que tiene una imagen de la Virgen de Luján, rescatada de un incendio ocurrido en una capilla bonaerense.

En El Rincón hay dos barrios que fueron reconstruidos después del terremoto del ’77. Uno se llama 9 de Julio y el otro lleva el mismo nombre del distrito caucetero. La mayor parte de los 500 habitantes vive en esos complejos habitacionales, pero hay otro porcentaje disperso en una zona más rural y en los Lotes de Álvarez.

Antonia Ontiveros es nacida y criada en El Rincón. Está en la puerta de su casa con su marido, que lleva puesta una gorrita y tiene una rama con la que se ayuda para mantener el equilibrio al pararse. Contó que el lugar es muy tranquilo e inmediatamente sin que nadie le pregunte llevó la conversación al terremoto del ’77. “Quiero que sepa que acá se cayeron todas las casas con el terremoto, que no quedó nada en pie. Fuimos los que peor la pasaron en Caucete. Mi melliza vive ahora en el mismo barrio que yo, esa hermana mía se acuerda de todo y sufrió como yo la muerte de varios parientes, mi tia…”, relató.

En la casa se puede ver representada la típica postal de los pequeños pueblitos de San Juan. Un horno de barro en el fondo de la vivienda, un par de bicicletas apoyadas en la pared y corrales con animales, en este caso gallinas. En el marrón de la tierra resaltan los granitos de maíz que Antonia les tira a las gallinas.

Unos metros más lejos de la Ruta 20, otra vecina, Yolanda Nievas, sale de su casa al ver por la ventana el móvil de Tiempo de San Juan. Al igual que Antonia, decide hablar del terremoto. “Y yo salí disparando, me acuerdo de todo, cómo se movían las paredes. Todo quedó hecho tira, los niños jugábamos en las pilas de escombros, después nos hicieron las casas de nuevo”, detalló.

Para Yolanda, para Antonia y para Miguel Zárate el sacudón de la tierra dejó marcado a El Rincón. El hombre trabaja en una finca, en la que le pagan por sacar maleza y en la que viene aportando su fuerza laboral todo su árbol genealógico. “Es como que la tierra nos tragó en el ’77”, aseguró. La frase describe la autopercepción popular en la que vibran los rinconeros.

 

Las casitas de los barrios son grandes, bastante más amplias que las que entrega el IPV en la actualidad. Los vecinos recordaron que el Gobierno Provincial tardó más o menos dos años en construir las casas. A lo largo de esos dos años, los niños –hoy los adultos de El Rincón- jugaban con barriletes entre medio de los restos de sus casas, esos espacios invadidos por recuerdos, por pequeñas postales de la vida familiar que los pobladores supieron vivir. 

En la localidad funciona la escuela Saturnino Salas. Está en la calle principal y en la zona más populosa. Por un callejón se llega a los Lotes de Álvarez, lugar conocido con este nombre porque supuestamente una familia con este apellido era propietaria de la mayor parte de las tierras. La postal es campestre. Fincas, caminos sin pavimentar, vecinos en bicis, algunas oxidadas, rechinan en el silencio rural.

Así como en el portal de El Rincón la imagen de María Auxiliadora recibe a todo aquel que desee entrar a la localidad; en Lotes de Álvarez está la parroquia principal. Adentro está la Virgen de Guadalupe. Si algo les quitó la pandemia a los vecinos es la posibilidad de demostrar su fe.

“Extraño con locura las procesiones y las misas. La Virgen de Guadalupe es muy milagrosa, sé de un señor de por acá que lo curó del cáncer y conmigo siempre ha cumplido”, relató María Yañez. Es lo poco que dijo a este equipo porque se iba a cosechar, su laburo en la finca es de lunes a viernes y los sábados pasa a cobrar. 

Al pasar por las casitas de El Rincón hay grutitas, pequeños espacios en las viviendas dedicados a la religión. Pero la joya arquitectónica ubicada en la finca de la familia Landa es la demostración más espectacular de la intensa devoción católica. En la década del ’50 construyeron una parroquia en sus tierras en honor a Santa Ana. Es una preciosa edificación que conserva detalles únicos y hasta una imagen rescatada de la Virgen de Luján. Está encuadrada. En esa construcción se le agradecía a la virgen una vez al año los frutos de la cosecha. Era un ritual.

“Oh Virgen llena de fe, enséñanos a creer”, dice la gruta de María Auxiliadora. A creer. A secas. Y en El Rincón creen.

 

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