Me permito lo desaconsejable para cualquier periodista: escribir en primera persona, plural o singular. Pero este camino compartido de nacimiento y crecimiento de un medio de comunicación masivo y rápidamente incorporado por todos los sanjuaninos a su menú de información diaria está salpicado de vibraciones personales. Decisiones que algún día es interesante compartir. Ese día es hoy.
La velocidad con la que Tiempo de San Juan consiguió afirmarse y ser valorado en su comunidad refleja una sintonía inmediata. Que enorgullece y alienta. Y es producto de decisiones cotidianas, nutridas de convicción, perseverancia y trabajo.
Nuestra primera convicción es el cambio permanente: la certeza de que los tiempos cambian, las personas cambian, la tecnología cambia, la cultura y las costumbres también. Y lo hacen a una velocidad mayor de la que uno puede advertir.
Pero eso uno de los días más relevantes en nuestra corta historia de una década, que fijará la plataforma de nuestra pretensión de una larga historia reflejando a San Juan, fue el 9 de julio de 2016. Era día de la patria para todo el país, para nosotros un tanto ambiguo porque también ese día publicábamos nuestro último número en formato semanario impreso en papel, aquel que aparecía los sábados y fue nuestra génesis.
Era una bisagra, no sólo para nosotros sino para todo San Juan, que ya empezaba a mostrar evidentes síntomas de cambio cultural en el formato de consumo de sus medios de comunicación.
No era profética, se veía venir con claridad y ahora se instaló definitivamente: ya casi nadie se informa por los medios impresos en papel. Lo anticipaba con chispa aquel jingle elaborado por el estudio de Daniel Soler con el que anunciamos la novedad: se acabaron las tiendas Gea, casa Chait y quien te lea. Y las noticias en papel. Acá y en todo el mundo. Amplía en esta edición nuestra editora Nati Walter.
Había que dar el paso, y lo dimos. Retumba en el recuerdo algún intercambio de ideas con un importante editor sanjuanino que me preguntaba si no podía ser interpretado como un salto al vacío, o si la desaparición de los kioscos no podía interpretarse a nivel social como un retroceso incalculable. No, pensaba, si éramos capaces de afirmarnos en la modalidad de comunicación que irrumpía a toda velocidad: Internet.
Había que demostrarlo: era y es un ecosistema plagado de jugadores, de marcas con espalda y trayectoria que trafican con su sello, cientos de emprendedores que inscriben un dominio, suben a la web y se convierten en editores de la noche a la mañana.
Pero de allí a conducir un medio masivo en un ambiente que exige responsabilidad como en cualquier otro lado, evitar las tentaciones del crecimiento rápido y rentado, asumir las obligaciones de un editor de prestigio y aportar alguna novedad a la generosa oferta provincial, hay una distancia.
Cambiamos todo, menos nuestra esencia. Habíamos nacido como semanario papel, con redacción adaptada a cierres semanales, enfoques periodísticos dedicados a ese formato, con un diario web especialmente para difundir esa oferta. A partir de ese momento hace 5 años, salíamos a la cancha con un mismo espíritu indómito pero una naturaleza diferente: lo inmediato, lo urgente, además de lo de fondo que siempre había sido nuestro sello. Con nuestra marca de siempre: ofrecer a la gente el contenido de lo que pasa y podrá encontrar en todos lados, más lo que sólo nosotros somos capaces de ofrecer.
Para nuestra sorpresa, había crecido desmesuradamente el consumo en la web. Nos fue cambiando, había que escucharlo. La conducta del usuario-consumidor nos había ido desbordando. Sacado de nuestra zona de confort, la manera con la que nos habíamos imaginado por mucho tiempo: en papel y los sábados.
Al extremo de una anécdota que sirve para ilustrarlo mejor. Ocurrió cuando un intendente llamó para responder a una nota de una queja vecinal. Lo hizo un miércoles, el día que se publicó en la web. Pero esa misma nota había sido incluida en el semanario de papel el sábado anterior. ¿Qué estamos haciendo?, fue la pregunta en la redacción.
Escuchamos y decidimos. Avanzamos hacia esa nueva manera de consumir noticias, primero tanteando sin demasiadas referencias como toda la flamante industria, luego aprendiendo y finalmente afianzando a Tiempo de San Juan como el nativo digital más importante de la provincia.
Un cambio no sólo de formato, también de lenguaje, de uso del idioma, de técnicas profesionales, de comprensión de una muy diferente manera de comunicarse. Que mantiene aún la moneda en el aire: seguirá cambiando en el futuro vaya saber hacia dónde, seguramente aferrado a las modalidades de las redes y la tecnología. Y habrá que disponer de la puntería para volver a identificarlo y a virar la vela.
Cambiamos también algunas modalidades con las que habíamos nacido en el mundo en el que estábamos. Secciones que con el avance de los años ya resultaban ofensivas a la naturaleza femenina, las cancelamos. Sobre lo que amplía en esta edición nuestra editora general Natalia Caballero. Diez años después, el mundo es otro –afortunadamente-, nosotros también.
Cambiaron también muchos de los profesionales que nos acompañan. Nos enriquecieron, calculamos en sentido recíproco. Dejaron su sello en Tiempo, nos dieron ese envión que hacía falta. También los que nos quedamos cambiamos más de lo que hubiéramos imaginado. Y hasta debimos cambiar a nivel empresario para consolidar el efecto de un producto periodístico novedoso y aceptado.
Y crecimos, al fin y al cabo nuestro único reaseguro frente a las tempestades y a las condiciones en las que surgimos. Entre grandes conglomerados locales, con recelos cruzados, escalas diferentes. Sin pertenecer a ninguna mega estructura, remando desde abajo. Así crecimos y nos consolidamos, doble orgullo.
Sumado al de haber podido aportar a San Juan una mirada diferente, y que el sanjuanino lo haya incorporado definitivamente a sus costumbres cotidianas en tan poco tiempo. Sin sermones, ágil, con criterio de apertura, abordaje innovador.
Capaz de sumar valor periodístico a la agenda diaria general. Lo que está en todos lados, más lo que sólo nosotros podemos ofrecer. En eso estamos.