La idea era hacer un relevamiento gráfico sobre las maquetas dejadas en la loma del santuario Difunta Correa, pero la sorpresa del hallazgo fue grande, tanto que cambió la óptica de la nota. Es que dentro de varias de las pintorescas casitas dejadas por los promesantes hay urnas con restos de humanos.
A pesar de haber realizado decenas de notas en el paraje, nunca antes esta cronista había caminado entre las casitas por esa loma, y ver tantas urnas es bastante estremecedor. Pero no es ninguna novedad para quienes llevaron las urnas allí.
La costumbre no es nueva, según contaron algunos extrabajadores de la Fundación Difunta Correa, desde la década del ’80 se comenzaron a ver las urnas con cenizas de difuntos “que habían pedido descansar en el santuario y sus familias cumplían ese deseo llevando las cenizas”, relató Betty Puga.
Incluso a ella le tocó recibir la consulta de un señor que había llevado las cenizas de su madre y había dejado la urna en la loma. Le dijeron que no podía quedar allí suelta porque terminaría rota, le tomaron los datos y la colocaron en el depósito.
La creencia popular asegura que los restos de Deolinda Correa están en el cuadro de capillas construido en 1898, una de ellas es el Mausoleo de Deolinda y es la primer capilla de lo que en su momento fue el cementerio Vallecito.
Es decir que el santuario nació como un lugar de descanso eterno, siendo la Difuntita la primera en ser enterrada allí, según reza la tradición oral.
Mauro Villegas, secretario de la Fundación Difunta Correa, dijo que hay al menos 100 urnas con restos humanos contabilizadas en el depósito.
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Muchas cenizas se dejan en la loma sin avisar a la Fundación y terminan rotas.
Explicó que los trabajadores del área de Patrimonio y Culto realizan la recolección de todo lo que llega al paraje, desde velas y botellas con agua hasta joyas que los promesantes dejan en la loma, y también las que ingresan por la Casa de Bienvenida, donde se reciben todas las donaciones.
“Cuando encuentran una urna con cenizas la llevan al depósito que contiene todas las urnas, porque mucha gente vuelve y quiere saber dónde está la urna que dejó. Hay un proyecto para crear una capilla para colocar sólo las urnas”, dijo Villegas.
Otra opción permitida y es la de construir en la loma una casita de material (mini bóveda) con puerta con candado y en su interior se coloca la urna con cenizas.
En 2022 también se intentó ordenar esta situación para no convertir la loma en un camposanto superpoblado. El proyecto de renovación total del predio, que incluía mantenimiento y limpieza de 20 hectáreas de espacios como el hotel, camping, galería comercial, santuario, iglesia, museo y depósitos, proponía un destino para las cenizas: un cementerio parque.
La idea era crear un bosque de algarrobos para albergar urnas biodegradables. Este cementerio denominado “Jardín Sagrado” respondía al deseo o promesa de pasar la eternidad junto a Deolinda, una práctica que se sigue llevando a cabo en el santuario.
Esta idea no está contemplada en el actual plan de obras de la gestión, no al menos en el corto plazo.
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La loma de la Difunta casi sin oratorios ni casitas, en 1965 (Libro Difunta Correa de S. Chertudi y S. Newbery)
Los orígenes
Las primeras “casitas” en la loma se remontan a los primeros años de devoción popular, pero en realidad eran oratorios de material, ladrillo y cemento, construidos por promesantes donde dejaban velas encendidas que no eran apagadas por el viento.
Muchos años después comenzaron a colocarse las primeras maquetas de viviendas dejadas por aquellos que habían conseguido su casa propia gracias a la Difunta.
A las casas se sumaron las maquetas de galpones, salones comerciales y hasta fábricas que llevaban con el mismo sentido, exvotos de promesas cumplidas.
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Maquetas de empresas y fábricas logradas por promesas también llegan a la loma.
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La imagen en la loma en una foto de 1965, es la misma que existe hoy, varias veces restaurada.
La cifra exacta de maquetas que hay en la loma nadie la sabe, es que cada semana se suman algunas nuevas y se restan otras viejas, destruidas por el viento y la lluvia. También en lomas alejadas se pueden observar grupos de maquetas más pequeños.
Muchas placas de agradecimiento quedaron en esas lomas. Se estima que en el santuario hay más de un millón de placas que rezan “Difunta Correa Gracias por el favor recibido”, pegadas en las paredes de las distintas capillas y también en la gruta de la loma.
Humilladeros y muerte
En el país persiste la costumbre de levantar pequeños oratorios a la orilla de una ruta o camino donde alguien perdió la vida, antes también llamados humilladeros, una forma de recordar el hecho en ese lugar y orar por su alma.
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Montículos de piedra en la loma de la Difunta Correa.
Se cree que es este sentido con el que se levantaron los primeros oratorios en la loma de la Difunta, justamente para recordar que allí había fallecido ella, aunque se desconoce quién fue el primer promesante en levantar un oratorio en la loma.
La costumbre de levantar estos humilladeros (los primeros eran montículos de piedras), data de la civilización romana, aproximadamente del año 900 A.C. También hay relatos de que los romanos los encontraron, heredados de los griegos.
Actualmente son lugares de naturaleza religiosa para mostrar humildad, hacer o pagar promesas y rezar.
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Las maquetas de promesas por viviendas se diferencian de las que tienen urnas.
Fuente: Destino San Juan