Para esta historia hay que remontarse a las primeras décadas del siglo XX en la Villa Obrera. Es un recuerdo muy poco grato para los vecinos, principalmente los más añejos de esa populosa zona de Chimbas. El solo hecho de escuchar al “Callejón de la Angustia”, un rincón de dicha localidad, les generaba mucho temor. Existieron motivos para alarmarse sobre cualquier hecho que ocurría en ese pasadizo, ya que fue escenario de varias desgracias que involucraron a niños.
La mayoría de los casos sucedieron durante las tardes del cálido verano de San Juan. Los hijos de las primeras familias que se asentaron en la villa tenían su lugar favorito para lidiar contra las altas temperaturas y, por supuesto, formar una banda de amigos. El espacio elegido por los chicos era el río cercano al barrio.
Los testimonios de los vecinos más antiguos, como el caso de don Gerardo Guzmán -en base al relato del historiador Rubén Darío Guzmán-, aseguraron que los menores de edad se entretenían refrescándose en el río, pero el gran problema sucedía cuando los pequeños llegaban hasta el sector de las hoyas, pozos de entre ocho a diez metros de profundidad.
En ese lugar, las empresas areneras y la flamante bloquera chimbera extraían materia prima, como canto rodado y arena. El caudal sinuoso y cambiante del río San Juan llevaba a las aguas sobre dichas perforaciones, que se convirtieron en verdaderas trampas mortales para los niños. En más de una ocasión, los vecinos lamentaron la pérdida de un chico por ahogamiento en esa zona.
Ese rincón aledaño al río dejó una huella en la Villa Obrera que, con el paso de los años, mutó a una travesía conocida como el “Callejón de la Angustia”. Ese nombre trajo recuerdos que todos los vecinos quisieran olvidar. Cada vez que un chico no volvió a su casa, las madres y los lugareños recorrieron el famoso “Callejón de la Angustia” con el Jesucristo en la boca. Nadie perdía las esperanzas, pero los antecedentes de ese lugar eran muy poco alentadores.
El callejón desapareció por las edificaciones de complejos habitacionales en la villa. También por la realización de la Costanera y la fábrica de carburo.
Poco a poco, y por los motivos mencionados anteriormente, el relato del “Callejón de la Angustia” fue perdiendo trascendencia entre los habitantes de la zona chimbera. Pero los más antiguos todavía recuerdan aquellas jornadas donde familiares y vecinos recorrieron ese predio para buscar a los chicos perdidos y rogar que la peor noticia no sea confirmada.