Casi dos meses después de que la justicia argentina lo condene por “desvío de fondos”, Sergio Urribarri dejó de ser el embajador argentino en Israel.
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SUSCRIBITECasi dos meses después de que la justicia argentina lo condene por “desvío de fondos”, Sergio Urribarri dejó de ser el embajador argentino en Israel.
El gobierno nacional demoró demasiado, e inexplicablemente, para ordenar el retorno de un corrupto condenado al país, y recién el 31 de mayo el presidente Alberto Fernández le aceptó la renuncia.
La negativa de expulsar inmediatamente del cuerpo diplomático al ex gobernador de Entre Ríos, y la demora en aceptar la renuncia, motivó hasta un pedido de informes de la oposición, que exigía al canciller Cafiero que aclare si Urribarri seguía residiendo en la sede oficial de la embajada y si continuaba cobrando su suculento salario.
Finalmente, con Urribarri fuera de la embajada, el presidente Fernández decidió ofrecerle el cargo a la recientemente desvinculada de la Agencia Federal de Investigaciones, Cristina Caamaño.
La ex fiscal integrante de Justicia Legítima, organización que agrupa a los funcionarios judiciales leales a Cristina Kirchner, había adelantado que, si no se la “blanqueaba” en el cargo dando por finalizada la intervención, prefería “dar un paso al costado”.
Esto le vino como anillo al dedo a Alberto Fernández que aprovechó para poner la frente de los espías a un político de peso, de los que en el oficialismo navegan con destreza por las aguas que separan el albertismo del kirchnerismo, Agustín Rossi.
Ahora, sin embajador en Israel, Caamaño podría pasar a ocupar una función que poco tiene que ver con su formación y sus trabajos recientes.
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