La imagen de Alberto Fernández está en caída libre. En los últimos días tuvo que asistir a la renuncia forzada, casi una destitución, del hombre por el que para defenderlo gastó buena parte de su capital político: Martín Guzmán.
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SUSCRIBITELa imagen de Alberto Fernández está en caída libre. En los últimos días tuvo que asistir a la renuncia forzada, casi una destitución, del hombre por el que para defenderlo gastó buena parte de su capital político: Martín Guzmán.
Su paulatina capitulación ante la avanzada del kirchnerismo, que fuerza la batalla final de la interna en el Frente de Todos a golpe de mensajes y desaires, públicos y privados, va minando la moral su propia tropa y hace que, los que quedan, ya no confíen en el como el dirigente que pueda llevarlos a la victoria frente a las huestes del Patria.
La imagen de hoy del Presidente, abandonando la Casa Rosada tras una reunión con la ministra de Economía Silvina Batakis, puede ser analizada a vuelo de pájaro, o de manera más concienzuda.
Ni el Edecán, casi un atributo del mando, como el bastón o la banda, acompañó al mandatario hasta la salida. Versiones periodísticas señalaban que uno de ellos estaba enfermo, el otro de franco, y del tercero no hubo información.
Además, periodistas asignados a Casa de Gobierno, coincidieron en que el Presidente se fue “sin agenda de trabajo, y sin rumbo oficialmente conocido”.
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