Fue un domingo de contrastes en el peronismo sanjuanino. Por un lado, la alegría de volver al triunfo después de haber sido desplazado del poder hace dos años. Por el otro, haber cosechado un resultado que por lejos es el menos generoso de los últimos 20 años en la provincia.
Obtenido en medio de una vorágine interna que sigue siendo incontenible y que todavía exhibe las cicatrices abiertas de tantas luchas intestinas. Como lo deja claro el 34% de votos obtenidos este 26 de octubre en medio de un espeso clima de unidad forzosa (hasta que duela, Gioja dixit), que hizo que no todos festejaran el triunfo pese a las sonrisas.
El PJ llegó a esta elección bajo un esquema de decisiones controlado por el uñaquismo, tanto la conducción de Quiroga Moyano como la candidatura de Cristian Andino, y un giojismo visiblemente a la retranca. En medio de este clima, el porcentaje del 34 fue por lejos el peor desde que el partido tomó el timón político de la provincia en el 2003, los años felices. Aún así, le alcanzó para coronar, aprovechando la dispersión ajena entre el oficialismo local y el mileísmo.
En esas dos largas décadas que dieron forma a la dilatada fase política del San Juan peronista que se agotó en 2023, nunca había bajado de 40 puntos porcentuales en elecciones de medio término. Fueron 46 puntos en 2005 (ganó Margarita Ferrá de Bartol), 56 en 2009 (con Daniel Tomas al frente), 55 puntos en 2013 (también Daniel Tomas), 53 puntos en 2013 para diputados (Walberto Allende) y 54 para senadores (Rubén Uñac), y 43 puntos en 2021 (también Walberto).
Por lo tanto, los 34 de este domingo quedaron bien lejos de aquella peor marca, cuando parecía empezar declinar el punch peronista hace 4 años. Sin embargo, aquella vez fue un triunfo por la mínima que supo a derrota, y esta vez sirvió para ensayar un festejo.
Los motivos de esta confirmación de que la época dorada del peronismo en San Juan parecen lejanos, quedarán para después que se aplaque este momentáneo entusiasmo. Seguramente habrá pesado la dispersión interna, un liderazgo a dos motores que no termina de desaparecer (Gioja y Uñac) y otro de nueva generación que no termina de irrumpir.
También, un tono de campaña mezquino para enamorar al electorado furioso con Milei. Que en San Juan es numeroso: hay encuestas que dan apenas entre un 35 y 40% de apoyo al presidente (hasta 60% de rechazo), pero que han preferido otras opciones antes que los dedos en V. Habrá pretendido la conducción de campaña peronista ir por los votos ajenos, lo que puede derivar en una pérdida de los propios. Como le pasó a Uñac hace dos años y cuyo tono pareció repetir Andino sin caer en discursos opositores nítidos, como pudo verse en Buenos Aires. Donde no ganó el PJ, es cierto.
Habrá pesado también el clima denso de una campaña transitada como se pudo, en medio de la notoria enemistad de Uñac, quien mantiene la botonera partidaria, y Gioja, quien parecía pretender ocupar el lugar de Andino sin suerte, y su cara lo hizo saber en cuanto acto partidario lo tuvo presente.
Pero triunfos son amores, podrá decir ahora Andino, qué importa por cuánto ni cómo. Y podrá decirlo con la cabeza puesta en lo que ahora se viene en el horizonte, que estaba tallado en la roca en las decisiones desde mucho tiempo atrás: quién se queda arriba en el peronismo de cara al 2027. Habrá que ver qué dice el propio Uñac, hasta acá no sólo referente de Andino sino su empleador, y que no ha parado de dar señales de querer volver. Es decir, contra la aspiración del candidato vencedor de este domingo.
Y habrá que ver qué dicen los otros dos dirigentes relevantes del PJ de esta generación de recambio, que llegaron al domingo con sensaciones cruzadas: el rawsino Carlos Munisaga y el chimbero Fabián Gramajo.
Porque ellos conducen los dos departamentos más numerosos y populares de la provincia, los que le dieron el triunfo a Andino: ¿habrán cavado su propia fosa? Para ambos, el triunfo era deseable, pero no demasiado contundente. Cosa de que nadie se sienta entronizado a nada.
Más o menos, lo que ocurrió. A Munisaga no se lo vio demasiado entusiasmado por la campaña, tardó en arrancar, obtuvo un moderado triunfo departamental, y a volver a gestionar. Gramajo, en cambio integró la boleta de manera testimonial: habrá pretendido algo parecido a su compañero rawsino y también se le terminó dando: ganar bien Chimbas, que el resultado de Andino no encandile, barajar y dar de nuevo.
Ahora, será cuestión de ver cómo se lee y quién lo lee. Hay tiempo, pero dos años pasan volando.