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análisis

Ibarra reloaded, el vendaval que amenaza el acuerdo

Aún con flecos pendientes, prospera el eje Cáceres-Basualdo. Con algún obstáculo de efectos impredecibles: el rawsino, que enfundado a su corcel massista, abre signos de interrogación. Lo que dijo y lo que no dijo. Por Sebastián Saharrea

Por Redacción Tiempo de San Juan

No se lo escuchaba tal locuaz y ácido desde los tiempos en que sacudía la modorra desde Rawson y se animaba a desafiar al gigante. Volvió con todo Mauricio Ibarra, con aspecto de jugarse un pleno: apostar al desgaste del gobierno nacional y pasarle por el medio a la unión de fuerzas que intentan consolidar Eduardo Cáceres y Roberto Basualdo bajo el influjo macrista puro. Se verá con el tiempo si la jugada rinde, lo que no deja de ser es entretenida.

Se subió al ringo en Paren las Rotativa el domingo pasado. Revoleó definiciones tajantes como aquel viejo Mauricio que cortó con el giojismo en plena época de vacas gordas. Volvió a lo suyo después de un tiempo zen. Y lo hizo con la repercusión tal de las polvaredas que tardan en asentarse.

Tuvo para el PRO puro, con que algún día supo coquetear en los tiempos del Peronismo Federal y aquella ya célebre conquista del "alika-alikate”: se habían reunido unos días antes la plana mayor nacional en San Juan y les dedicó un lapidario "dejen de boludear”. Y contó que se reunió con el líder amarillo de la provincia para decirle a los ojos que "voy por vos”, además de no descartar de ninguna manera la posibilidad de confrontar con el compañero de ruta con el que más siente apego político y personal, Roberto Basualdo.

Pero hubo mucho lenguaje no verbal, el de los gestos y el que las palabras dejan librado a la imaginación. La cosa es así: Basualdo, Ibarra, Colombo, Conti y sus respectivos partidos forman parte de un acuerdo denominado Compromiso por San Juan, dedicado a reconstruir las partes de agrupaciones entonces opositoras a los modelos K y G. Pero de carácter nítidamente provincial, motivo por el cual pudieron convivir peronistas, radicales, bloquistas y otras especies sin pisarse los callos. Con ellos coqueteó –y acordó en una oportunidad- Eduardo Cáceres, pero éste claramente volcado desde el principio con Macri. Les comió el hígado: les ganó la primera elección primaria en San Juan por una diferencia mínima y se quedó con lo que todavía ostenta y ahora pone en juego, la banca de diputado nacional.

Las cosas a nivel nacional cambiaron y a nivel provincial también. Ya no está ningún K a quienes oponerse ferviente, mientras el orden local prepara un diseño de confluencia masiva alrededor de Macri, ése que a Ibarra no le calza de ninguna manera. El asunto es definir qué será de la criatura inicial, Compromiso por San Juan, más allá de las intenciones de cada uno.

Roberto Basualdo deja bien en claro por donde va que el presidente de la Nación es el líder de su escudería, ya no el hombre de Tigre al que supo fogonear en la última elección. Decisión frontal y rotunda, a la luz del sol, como tiene que ser. También, razonable si se comprende de quién se habla: un dirigente siempre encuadrado en las visiones que hoy desarrolla Macri. El asunto es qué estructura es la comprendida en ese tránsito.

Si es su partido, Producción y Trabajo, o si es directamente toda la colación, Compromiso por San Juan. En el primer caso, parece en todo su derecho. En el segundo, encontrará la riña de los que formaron el bloque de Compromiso y que ahora lejos de encandilarse, reniegan de la gestión nacional.

Ese es el caso de Ibarra, de acuerdo a su categórico punto de vista expuesto en Paren. Lo que plantea el rawsino es que la formación de Compromiso por San Juan echó raíces mucho antes que la instauración del gobierno macrista, incluso mucho antes de la definición por Massa. Y que por consiguiente, se trata de una expresión de tipo local antes que nada. En la que la visión nacional poco y nada importa, lo han recitado miles de veces.

Por lo tanto, si esto fuera así, implica que cada uno puede acudir a una eventual interna –o método similar para dirimir candidaturas- abrazando la expresión nacional que más les plazca. El gran problema para esa interpretación es que el PRO es ya no sólo un partido nacional consolidado, sino que además el año próximo se juega su sobrevida en la elección de medio término. Entonces, ¿cómo podría ser leído que el partido del presidente, el que defiende los trapos, participe en el comicio en el que se juega la vida en una elección sin sus colores (Compromiso no es el PRO), e incluso con la posibilidad de quedar afuera de la final (la elección de diputados) si es que pierde la interna? Es decir, ya no perder la elección sino siquiera no calificar para disputarla.

Improbable conceder que eso ocurra, la respuesta estará en los formalismos y los aprontes de estos días. Como están las cosas en el papel, algún dirigente de Compromiso podría tocar cómodamente la puerta de la coalición local y preguntar dónde está la ventanilla para inscribir una candidatura a diputado nacional contra el postulante del PRO en la interna. Y si no lo dejan, sentirse con derecho a circular por afuera con el argumento de padecer algún hipotético cambio de reglas.

Es lo que está haciendo Ibarra. Según él mismo contó, ya le dijo cara a cara a Cáceres que su partido planteará una candidatura para la categoría de diputado nacional –que el legislador amarillo planea revalidar sin sobresaltos- y que no descartaría hacerlo con la categoría senador. Si alguien pudiera imaginarse que lo hace, y que gana, estaría dejando afuera de la grilla de partida nada menos que al partido del presidente. Y lo obligaría a apoyar a un candidato que en el orden nacional está relacionado con Massa. Inimaginable.

Planteado así, un callejón sin salida. A menos que lo que acompañe a Basualdo en su camino hacia el PRO sea a su partido y a los que lo quieran seguir, es decir todos con excepción del partido de Ibarra: Actuar, que tiene funcionarios en el gobierno macrista pero que también podría presentar postulantes para dirimir con el PRO, el bloquismo disidente de Conti, Dignidad Ciudadana, etc. Lo que dejaría a Ibarra el camino libre por el lado de Massa, pero sin dirimir fuerzas internas con nadie y haciendo explotar por los aires aquella creación política que juntó a la entonces oposición.

Como otro ingrediente en este estofado opera el reciente ofrecimiento del gobierno de Macri hacia una punta de lanza ibarrista, para sumarlo a sus filas. Es Gustavo Rojas, ex intendente cuando el propio Ibarra renunció para mudarse al Congreso, a quien sedujeron con un cargo de jerarquía nacional. Lo que lo separaría, tal como pintan las cosas, del propio Ibarra. Está por verse: dicen que el ex jefe comunal y lugarteniente de Mauricio aún no define qué rumbo toma. Aunque lógicamente, si acepta quedaría afuera del operativo que se diseña en Rawson.

Para afrontar esos retos electorales, Ibarra planea jugar con el semillero. Seguramente el diputado Carlos Munizaga resulte nominado para salir a la cancha a disputarle palmo a palmo a Cáceres, si es que se concreta la advertencia de Ibarra. No es un mal candidato para los tiempos que corren, aunque queda claro que debería remontar desde atrás.

Recién si se generaliza el conflicto podría aparecer la carta personal de Mauricio Ibarra impresa en una boleta. Y no sería un lance menor si es que apuesta a senador y queda cara a cara contra Roberto. Los cálculos de estos días pasan por los fondos de la campaña: dicen que Massa se quedó con la sangre en el ojo con San Juan y quiere ir por la revancha, lógicamente vía Ibarra.

Se explora también la línea camionera, el otro eje que suscribió el acuerdo de Compromiso por San Juan que ha quedado desplazado del rumbo macrista. Con una diputada nacional en su haber, Florencia Peñaloza, lo que no es poco. Tomando posiciones, por si el ruido de sables pasa de las palabras a los hechos.

 

 

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