Cuando todas las miradas están posadas sobre Ibar Pérez
Corradi, el traficante de efedrina capturado y extraditado desde Paraguay
después de cuatro años prófugo y señalado como autor intelectual del triple
crimen de General Rodríguez, otro protagonista de ese formidable negocio ilegal
retornó al centro de la escena: Mario Segovia, apodado en las crónicas policiales
como "el rey de la efedrina” y condenado a 14 años de prisión en 2012 por
contrabando de ese estupefaciente, el miércoles declaró en secreto en el
juzgado de María Servini, para explicar por qué cree que puede colaborar con
las investigaciones sobre el tráfico de efedrina y su vinculación con la
política. Según supo Clarín, ya aportó los primeros datos concretos para que la
jueza los compruebe, y prometió desgranar más revelaciones que podrían conducir
con pocos rodeos hasta el ex jefe de Gabinete Aníbal Fernández.
Recuperemos la memoria: tras una excéntrica vida de lujos y
ostentación en Rosario –donde circulaba sin complejos a bordo de un Rolls Royce
Phantom blindado, por ejemplo– Mario Segovia fue detenido en noviembre de 2008,
sindicado como el mayor proveedor de efedrina de los carteles mexicanos, lo que
le valió su rutilante apodo. Hace cuatro años, fue condenado por contrabando
agravado de drogas en 91 hechos. Está cumpliendo su condena en el penal de
Ezeiza, donde espera que se siga acercando el plazo para aspirar a una
excarcelación o prisión domiciliaria.
Pero el cambio en el sentido de los vientos que soplan en la
política y la justicia argentinas ahora estimuló a Segovia a poner sobre la
mesa mucha información sobre los entresijos del tráfico ilegal de efedrina que
hasta ahora se mantenían en las sombras. Tal como anticipó Clarín el 16 de
agosto, y tras un cambio de abogados, el condenado pidió a la jueza Servini
declarar como testigo en las causas que investigan al ex titular de la Sedronar
K Ramón Granero y a los hermanos Zacarías, y también la que busca esclarecer si
Pérez Corradi fue el ideólogo de los crímenes de Sebastián Forza, Leopoldo Bina
y Damián Ferrón en 2008.
"Por la complejidad de las causas y de la información que
contiene su testimonio, creo de vital importancia incorporarlo a Mario Segovia
al programa de Protección de Testigos ya que su vida corre peligro. Y más aún
cuando se conozca la intención o las declaraciones de mi defendido”, solicitó
la semana pasada el abogado José Ramón Raúl Velázquez, quien pidió ser
notificado sobre la fecha para la cita de Segovia.
Pues bien: anteayer, a las 7.30 de la mañana y con un
impresionante operativo de seguridad, el "rey de la efedrina” fue trasladado
desde el penal de Ezeiza al tercer piso del edificio de los tribunales
federales de Comodoro Py, donde se clausuró un sector para que el testigo
pudiera llegar y retirarse en secreto del juzgado de Servini. Ante uno de sus
secretarios letrados y durante una hora y media, Segovia explicó por qué quería
declarar, y como "prueba de amor” aportó el nombre y los teléfonos de una
persona clave en el negocio de la efedrina y sus verdaderos protagonistas, que
según pudo saber este diario no serían los traficantes de drogas ilegales.
Cuando Servini y su equipo chequeen estos primeros datos,
Segovia estaría dispuesto a contar cómo funcionaba el negocio de los
medicamentos truchos y cómo ese fabuloso negocio tenía vínculos con la política
a través de la financiación de campañas electorales y la negociación de leyes y
reglamentaciones específicas para favorecer el desempeño de los traficantes.
Según estaría dispuesto a declarar y probar el sorpresivo
testigo, uno de los bastoneros centrales de estos trapicheos habría sido el ex
jefe de Gabinete kirchnerista Aníbal Fernández. Fuentes judiciales aseguraron a
este diario que Segovia anticipó que contará cómo lo conoció personalmente, en
qué circunstancias ocurrió esa entrevista, cuáles fueron los temas tratados y
cuál era el rol de Fernández en la protección política de los negocios. Una
granada, cuya espoleta fue quitada anteayer.