Con extrema dedicación, Elisa Jorge, una sanjuanina de 74 años, trabaja todo el año para demostrar cada Semana Santa que el amor de madre puede iluminar. Su historia se remonta a uno de los momentos más duros de su vida, cuando supo que uno de sus tres hijos padecía cáncer. Ella se encomendó a la Virgen del Carmen y le promedió llevar velas a una antigua parroquia calingastina cada Sábado de Gloria si permitía que su hijo se salvara. Contra todos los pronósticos, él salió adelante y Elisa cumple cada año su promesa.
Fue hace exactamente 20 años que Elisa conoció la parroquia de Calingasta y sintió afecto inmediato por el lugar. Aquel espacio humilde, de estructura angosta, muros anchos y techo alto, se le quedó impregnado en las retinas y decidió participar allí de las celebraciones de Semana Santa. Dos años después recibió la noticia sobre el problema de salud de Gustavo Marinero, su hijo mayor, y de inmediato recordó la Parroquia de la Esperanza.
“Cuando fui en 2005 a la celebración de Semana Santa muy poquita gente tenía sus velas. Yo llevaba tres paquetes y los repartí, no sé por qué, fue un momento especial para mí. Y en 2007, cuando sucedió esa mala cosa con mi hijo, recordé el momento y le hice la promesa a la Virgen del Carmen, prometí ir cada año y llevar todas las velas que pudiera para que entre todos ilumináramos la parroquia”, cuenta ahora Elisa.
Después de 8 sesiones de quimioterapia, Gustavo salió adelante y la mujer supo que tenía que cumplir. Desde ese momento, pasa todo el año juntando velas. Las compra cuando las ve en oferta en el supermercado y pide colaboraciones a sus familiares para juntar más. En paralelo, va reservando el cartón que encuentra y con él, hace candelabros, “para que la gente no se queme las manitos”, afirma. Y agrega que talla sobre ellos cruces pequeñas para que proyecten la luz de las llamas.
Elisa le pone tanto empeño a su misión que incluso arrastra a toda su familia. Tanto sus tres hijos como sus nueve nietos y algunos de sus nueve bisnietos colaboran con el material, la pegatina de los cartones y la acompañan a cumplir su promesa.
“Vamos todos en Semana Santa a la casa que tenemos en Calingasta y participamos juntos de cada celebración de la parroquia. La noche de las velas es la del sábado de Gloria. Ese día, la gente se reúne en la calle, nosotros repartimos las velas y cada persona la enciende en el cirio bautismal. Después, todos entramos en fila a la parroquia, que pasa de estar oscura a iluminarse por completo. Es una celebración hermosa”, relata la sanjuanina palpitando lo que vivirá nuevamente el próximo fin de semana.
Y confía que, “el año pasado me caí y me quebré una pierna. Aunque no logré preparar la cantidad de velas que suelo llevar, fui igual en silla de ruedas y estuve ahí. Siempre tengo en mente que hice la promesa y mientras yo esté viva, hasta que Dios me dé vida, voy a llevar las velitas. Por suerte, todos me acompañan para que pueda lograrlo”.
Elisa, en primera persona
Embed - La madre que ilumina una parroquia cada Semana Santa, en gratitud por la vida de su hijo