No hay nadie en Tribunales que no sepa quién es Carlos Gueglio. Entró a trabajar a los 19 años, un 17 de noviembre de 1982. Pasó por varios juzgados, pero los penales siempre fue donde se sintió más a gusto. Cuando fue veedor judicial participó en 3.700 allanamientos. Vivió toda clase de experiencias dentro del Poder Judicial, incluso la toma del edificio por presos. Lo único que le faltaba al "Loco" Gueglio era recibirse de abogado porque había llegado a lo más alto dentro del esquema laboral judicial. Lo hizo, después de varias caídas. Con 58 años, se recibió, obteniendo el diploma a mejor promedio de la carrera. Hoy, cuando ya pasaron cuatro décadas de aquel ingreso a Tribunales, recordó su trayectoria, en la que no faltaron los intentos, las caídas y la fuerza transformadora del seguir. Aquí y para ustedes, el "Loco".
En la década del '80, el examen de ingreso era muy distinto al que se necesita aprobar en la actualidad. Había que ser rápido tipeando con la máquina de escribir. Aprobó y entró el 17 de noviembre de 1982, con una persona que hoy es una máxima autoridad en la Justicia: el cortista Daniel Olivares Yapur. Es tan prodigiosa la memoria de Carlos, que aún recuerda el número de la acordada que habilitó su ingreso -la 27/88-. El apodo que tiene no se lo ganó por obra de la creatividad de los empleados, sino por su carácter aguerrido. Contó que apenas 24 horas después de su ingreso, el gremio había convocado a un paro por temas salariales. Él se plegó al pedido de mejoras y junto a los referentes sindicales les pedía a los empleados de más antigüedad que no entraran a Tribunales.
Cuando entró a trabajar, arrancó en el Registro de la Propiedad, que estaba ubicado en el subsuelo del edificio Rivadavia, donde hoy están las salas de audiencia del sistema acusatorio. Estuvo un año hasta que fue transferido al Octavo Juzgado Civil. Después de la experiencia en el fuero civil pidió que lo pasaran al ámbito penal. "Toda la vida me había gustado la cuestión policial y penal, entré a trabajar en lo que era en ese momento el Sexto Juzgado Penal, con el doctor Caballero Vidal. Pasé un montón de tiempo, trabajé bajo los códigos de procedimiento de esa época, totalmente inquisitivos, a tal punto que a los presos los traíamos esposados sin abogado, sin nada, declaraban de ese modo. Era así, teníamos el proceso completo, les tomábamos declaración a los acusados, los procesábamos y los condenábamos", detalló.
Fue una época complicada en Tribunales. Había tan pocos empleados, que ayudaban oficiales de la Policía de San Juan. Después de la reforma de la Constitución Provincial, se reformó la estructura y se formó un grupo de veedores judiciales. Carlos formó parte de ese primer grupo, integrado por doce personas. Cumplían turnos y trabajaban como un médico de guardia, a la expectativa de lo que instruyeran los jueces. Como veedor judicial participó de 3.700 allanamientos. Jura que no tuvo miedo nunca a pesar de haber estado en tiroteos y en enfrentamientos con los delincuentes.
Con el tiempo, necesitó recuperar cierta tranquilidad y pidió volver al edificio de Tribunales. Lo mandaron al Cuarto Juzgado de Instrucción, adonde llegó a la jefatura de despacho, la máxima jerarquía a la que podía aspirar sin estar recibido. Si bien era un área que le gustaba, por los delitos que trabajaba solicitó un cambio a los años y fue transferido al Quinto Juzgado Correccional, que estaba a cargo del doctor Juan Carlos Caballero Vidal hijo. "Fue muy loco porque yo abrí ese juzgado, abrimos las puertas con Juan Carlos Caballero padre y lo cerramos en el 2020 con el doctor Matías Parrón. En el 2021 empezó a funcionar la Unidad Conclusiva, hasta ese momento yo estaba en lo correccional", contó.
Recibirse: el camino
Siempre quiso ser abogado pero por distintas cosas de la vida se le hizo cuesta arriba estudiar. Entre el '92 y el '96 decidió sentarse a estudiar. Primero fue a la Universidad Nacional de Córdoba, después se pasó a la Universidad Católica de Cuyo, donde consiguió una beca. Cuando abrió la carrera la Universidad de La Rioja, se fue para allá. Por cuestiones de cercanía, se inscribió en la Universidad Nacional de San Juan pero tuvo que dejar.
"En el año 2015 con la idea de no perder las 18 materias que tenía y por un empujón de mi familia, porque la verdad que no quería volver a estudiar, volví. Mi esposa y mis hijos me empujaron a volver y me dijeron que no podía desperdiciar todo ese tiempo, volví a la Universidad de Congreso, me recibí con el mejor promedio de la carrera en el 2020. El juramento lo hice en forma virtual", dijo.
Ese muchacho que toda la vida quiso ser abogado se recibió con 58 años. Se cumplió la profecía de sus padres, quienes estaban seguros que iba a ser abogado porque tenía respuestas para todo. "Todo el mundo fue artífice de mantenerme entusiasmado. Mis compañeros, todos me impulsaban a estudiar. Mi esposa y mis hijos fueron grandes artífices, cursaba con asistencia, salía a las 13 de Tribunales y a las 14 entraba a la facultad. Salía recién a las 18 de la facultad, tomaba mates un rato con mi esposa y después estudiaba. Más que un desafío era una obligación. En varios momentos se me cayeron las expectativas y las ganas, pero todo el mundo me empujaba y salió", relató.
Confianza en la Justicia, cambios y anécdotas
Carlos tiene confianza en la justicia y considera que en las instituciones es en lo último en lo que hay que dejar de confiar. "Desde mi lugar he tratado de he tenido que utilizar los principios lógicos, algún profesor de derecho me dijo alguna vez que todo es lógico y aquello que no suena lógico en el derecho no sirve. Eso lo he aplicado toda la vida, incluso en mi vida personal", apuntó.
Ha sido testigo de hechos tremendos, pero recuerda dos en particular. El primero, la toma de rehenes en el Servicio Penitenciario. El episodio terminó con un reo muerto y policías baleados. Y el segundo, lo tocó muy de cerca porque fue incluso protagonista: la toma del edificio de Tribunales. "Hubo una gran balacera que se armó abajo, esa causa también la tuvimos nosotros. Estaba acá con el doctor Medici y con Atenágoras Vega. Fuimos los últimos en irnos cuando a disposición de la Corte se entregó el edificio a la Policía de San Juan. Los presos estaban en los subsuelos, hay que decir que el sistema de seguridad no era como el de ahora. A la medianoche las personas que habían tomado el edificio fueron detenidas, hubo una larga investigación que también recayó sobre nosotros", detalló.
Son miles las causas que han pasado por sus manos pero recuerda la desaparición de una niña como el episodio que más lo conmovió. "Me movilizó una causa de hace muchos años, me movilizó porque la persona que había desaparecido del Hospital Rawson había nacido el mismo día que nació mi hijo, el 13 de agosto. El 13 de agosto del 2000 nace una nena en el hospital y al poco tiempo de nacer, hacen la denuncia de su desaparición. A los días, recibimos información del posible lugar en donde podía estar la bebé. Hicimos un procedimiento muy secreto, no queríamos que se filtrara. Trabajamos el doctor Atenágoras Vega, Fabricio Médici, el Jefe de la Policía y yo. Encontramos a la nena, me tocó a mi un día de viento Zonda terrible tomar la nena y ponerla al resguardo de la Justicia. ¿Por qué me afectó mucho? Porque cuando encontramos a la nena era lo mismo que haber encontrado una princesa, entonces uno tuvo que pensar en lo qué debía hacer en el deber ser y lo que había que hacer. La trajimos a la nena, pasó por hogares de Belén y después la dieron en adopción", recordó.
Carlos dice que apenas entra una persona a Tribunales, a la semana de verla trabajar, un empleado con experiencia como él puede darse cuenta si funcionará o no. Uno de los casos que recuerda es el del juez de Cámara, Maximiliano Blejman, un profesional que se destacó desde el primer día según su criterio.
Trabajó donde quiso. Se recibió luego de mucho esfuerzo. Logró el diploma al mejor promedio. Y el empujón de su esposa y sus seis hijos. Hoy el sueño del "Loco" es jubilarse para poder disfrutar con su familia, "devolverles un poco de tiempo por el que ellos se han sacrificado". Carlos está más manso. Y le gusta que así sea.