Si bien está las puertas de su tercer decenio, Lucas Endrizzi disfruta de su oficio con el mismo entusiasmo y alegría que cuando llegaba de la escuela, revoleaba el guardapolvo y se adentraba en la carpintería de don Luis, su padre.
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SUSCRIBITESi bien está las puertas de su tercer decenio, Lucas Endrizzi disfruta de su oficio con el mismo entusiasmo y alegría que cuando llegaba de la escuela, revoleaba el guardapolvo y se adentraba en la carpintería de don Luis, su padre.
El centro de operaciones donde moran la garlopa, la enderezadora, el tupí y el barreno, entre otras herramientas tan típicas de este universo ‘maderero’, está ubicado en un tranquilo rincón de Angaco. Desde allí Lucas da repuestas -habitualmente más que satisfactorias- a sus clientes, quienes en su mayoría aparecen tras la mejor de las publicidades que puede haber: el boca a boca.
Unos diez años hace que la carpintería se convirtió en su medio de vida y desde entonces todo fue un constante aprendizaje.
“Empecé de a poco, viendo y aprendiendo de mí papá. Después empecé a trabajar cosas chicas, a hacer marcos para cuadros y otras cosas así. Ya después fui aprendiendo más cosas y me animé con otros trabajos más complicados. Al final uno termina descubriendo que, cuando haces lo que te gusta, seguramente el resultado será muy bueno”.
“Me gusta hacer todo tipo de laburos: puertas, ventanas, muebles de cocina, mesas, sillas, placares, etc. Me pongo muy contento cuando el cliente se siente conforme con lo que hice”, añadió el papá de Martina y Franchesca, quienes, siguiendo con la tradición familiar, también juegan entre sonrisas a ser carpinteras.
‘Las Mellis’ es el nombre del taller de Lucas en honor a sus hijas Franchesca y Martina
Si bien está muy contento con su rincón laboral angaquero, Lucas anhela el sueño de contar con su propio taller: “Estoy feliz de trabajar en el taller de mi viejo, pero si sigo creciendo me gustaría tener el mío. Más cercano al centro y en lo posible con herramientas más modernas, que facilitan aún más el trabajo”.
Algunos dedos de este fanático de Lionel Messi y Diego Armando Maradona muestran indicios de algún martillazo mal dado a lo largo del tiempo o de algún excesivo paso de una madera por la lijadora, pero afortunadamente Lucas asegura que ha tenido poquísimos accidentes en el trabajo.
“Soy muy meticuloso con la seguridad en la carpintería. Se trabaja mucho con las manos y hay que estar muy atento a lo que se hace para no pasar ningún susto. Los accidentes ocurren, pero si se respetan las normales de seguridad se bajan mucho las probabilidades”, explicó el joven Endrizzi mientras se coloca las gafas protectoras previo al uso de la sierra.
Lucas tiene unas cuantas anécdotas para contar, pero la primera que le aparece en la memoria es la del traslado de un sillón. A veces las prisas son malas consejeras y olvidó sujetar bien el mueble en el carrito en el que los transporta. Un bache se cruzó en el camino, el carrito se balanceó más de la cuenta y el sillón terminó rodando por el asfalto.
“En cuanto agarré el pozo me acordé que no lo había atado. Me di vuelta y lo vi caído unos cuantos metros atrás. Por suerte, el laburo está muy bien hecho y solo se ensució un poco. Cuando se lo conté al cliente, se moría de la risa”, recordó Endrizzi.
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