Tradición en clave moderna: cuando vestir argentino también es animarse
Encontrar en nuestras prendas típicas un recurso de estilo, elevar lo artesanal hasta convertirlo en lujo y tomar los símbolos que nos representan para reinterpretarlos de manera fashion, fresca y actual. La belleza está en animarse. Leé la columna completa de Raffa Andrada en otro miércoles con "M" de moda en Tiempo de San Juan.
Cada noviembre celebramos la Fiesta de la Tradición, una fecha que nos invita a mirar hacia nuestras raíces, hacia aquello que conforma nuestra identidad colectiva. Pero en la moda, la tradición también es un desafío: ¿cómo incorporarla sin caer en clichés previsibles o en estampas que suenen a acto escolar? ¿Cómo vestirnos con estilo argentino de una forma contemporánea, urbana, auténtica y, por qué no, un poco atrevida?
Durante mucho tiempo, la estética gaucha estuvo asociada a lo estrictamente rural o festivo. Sin embargo, la moda evoluciona, y hoy lo argentino puede convivir perfectamente con un look de ciudad. Y no hablo solo de prendas inspiradas en lo artesanal: hablo de mezclar sin miedo, de jugar con símbolos, de darle un giro moderno a aquello que forma parte de nuestra esencia estética. Porque la tradición también puede ser audacia.
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La modernidad nos permite combinar una bombacha de gaucho con una camisa blanca impecable y unos zapatos bien urbanos, creando un look que tiene identidad, frescura y una elegancia inesperada. Esa mezcla rompe con lo establecido y demuestra que nuestras prendas típicas pueden ser protagonistas en outfits cotidianos si les damos el contexto adecuado. Lo mismo sucede con las remeras que llevan nuestro escudo nacional o detalles de la bandera: lejos de verse literales o infantiles, pueden convertirse en piezas de diseño cuando están bien pensadas, impresas con calidad y combinadas con prendas neutras y sofisticadas. No se trata de disfrazarse, sino de apropiarse de lo nuestro con orgullo.
Y al mismo tiempo, la tradición también vive en los detalles que tal vez no se ven desde lejos, pero se sienten. La mano del artesano, el tejido al telar, la alpillera transformada en prenda, el cinturón trenzado a mano, la lana merino hilada con técnicas ancestrales. Todo eso forma parte de nuestra identidad tanto como el celeste y blanco. Y ahí aparece la belleza de unir ambos elementos: lo literal —la bandera, el escudo, los colores patrios— con lo sensorial —los textiles, las texturas, los oficios, los paisajes de donde nacen.
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Porque si hay algo que define al estilo argentino es justamente esa dualidad: somos tierra y ciudad, tradición y modernidad, artesanía y diseño, raíz y vanguardia. Somos capaces de llevar un pañuelo con guardas criollas junto a un blazer minimalista, una campera denim con un parche del Sol de Mayo o una camisa talar con bordados inspirados en la iconografía de nuestras provincias. Lo nuestro tiene potencia estética, y cuando nos animamos a vestirlo, se transforma en un gesto de identidad.
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Hay algo profundamente emocionante en entender que la tradición no es solo una fecha en el calendario, sino un lenguaje visual que puede vivir en nuestro guardarropa de mil maneras distintas. A veces es un accesorio en cuero crudo, otras veces es un color terroso que recuerda los cerros del norte, y otras veces es directamente una remera con la bandera argentina usada con orgullo y estilo. No todo tiene que ser sutil: lo literal también puede ser moda cuando lo abrazamos con intención, cuando lo combinamos con piezas de diseño y cuando entendemos que vestir símbolos propios no es infantil, sino profundamente identitario.
La tradición en clave moderna es eso: un equilibrio. Encontrar en nuestras prendas típicas un recurso de estilo, elevar lo artesanal hasta convertirlo en lujo y tomar los símbolos que nos representan para reinterpretarlos de manera fashion, fresca y actual. La belleza está en animarse. La tradición en clave moderna es eso: un equilibrio. Encontrar en nuestras prendas típicas un recurso de estilo, elevar lo artesanal hasta convertirlo en lujo y tomar los símbolos que nos representan para reinterpretarlos de manera fashion, fresca y actual. La belleza está en animarse.
La Fiesta de la Tradición nos recuerda que nuestras raíces están vivas, no guardadas en vitrinas. Y que la moda argentina tiene una fuerza enorme cuando se permite volver a mirarse a sí misma. Vestir tradición no es quedar atrapado en el pasado: es traerlo al presente con orgullo, creatividad y mucha actitud. Es vestir quiénes somos, desde la bandera hasta el telar, desde la bombacha de gaucho hasta la campera urbana. Todo es parte de nuestra historia. Y todo puede ser parte de nuestro estilo.
La moda también es Argentina. Está en la tierra, en la lana, en el cuero, en la bandera, en el telar, en la historia y en la calle. Está en cada uno de nosotros.
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Y quizá, solo quizás, sea momento de dejar de mirar hacia afuera y empezar a mirarnos hacia adentro. De entender que no necesitamos copiar estilos foráneos para sentirnos modernos, porque lo moderno también puede ser lo propio, lo cercano, lo que habla nuestro idioma.
Tal vez sea hora de decirlo sin miedo, sin timidez y con el orgullo que corresponde:
Sí, existe un estilo argentino. Existe. Y es hora de defenderlo, celebrarlo y vestirlo. Porque no hay nada más poderoso que llevar puesto aquello que realmente nos representa. Y si de moda hablamos… pocas cosas son tan bellas, tan auténticas y tan emocionantes como vestir un pedacito de Argentina sobre la piel.