Alejada de la comedia romántica argentina tradicional, medio fanfarrona y repleta de clichés, la nueva propuesta local que la rompe en el streaming es “El mejor infarto de mi vida”. Sin aires de diva, pero con un contundente efectivismo, la serie recientemente incluida en el catálogo de Disney+ y basada en el libro homónimo de Hernán Casciari reúne la dosis justa de cada uno de sus componentes para resultar simpática, auténtica y súper entretenida. Con esas características, ni bien estuvo disponible, escaló rápido hasta convertirse en lo más visto en el país dentro de la plataforma.
La historia presenta a Ariel (Alan Sabbagh), un escritor fantasma frustrado y con una vida muy desordenada que entra en crisis cuando es abandonado por su esposa Isabel (Eleonora Wexler), después de 15 años de matrimonio. Perdido, vuelve a la casa de su madre y, por cuestiones del destino, se topa con Concha (Olivia Molina), una española y bailaora gitana con un pasado complejo, a la que lo une un flechazo instantáneo.
Durante un viaje improvisado que ambos comparten en Uruguay y mientras se hospedan en una casa de alquiler temporario, Ariel sufre un infarto y es ayudado por Javier (Rogelio Gracia) y Alejandra (Romina Peluffo), los anfitriones de la casa. Ese episodio no sólo resignifica su vida, sino la de las personas que están a su alrededor.
Por increíble que parezca en algunos aspectos, la miniserie está basada en una historia real. De hecho, Casciari se inspiró en una serie de episodios que él mismo vivió para escribirla. En esa circunstancia, lo que primero resalta es el excelente trabajo de casting, con actores que pueden representar personajes creíbles, de un modo eficaz.
Al mismo tiempo, le juega a favor que no peca de grandilocuente. En un momento en que es normal toparse con producciones chiclosas y dilatadas al extremo, “El mejor infarto de mi vida” tiene sólo 6 capítulos de poco más de media hora de duración cada uno, lo que mejora la experiencia al momento de prender la tele para verla.
La estructura de esos capítulos también es fresca y dinámica. Son los mismos personajes los que llevan el hilo de la historia, relatando sus vivencias mientras se encuentran sentados en un sillón, ofreciendo una especie de entrevista y en tomas en blanco y negro, mientras se van representando los hechos. En paralelo, cada episodio se dedica a contar detalles de la vida de los distintos personajes, con flashbacks y algunos sucesos repetidos, pero plasmados desde las miradas de cada uno de ellos.
Todo con un detalle de color que le imprime un tiempo vinculado a las decisiones de los personajes: cada momento es cronometrado a través de un reloj que cuenta las pulsaciones pre y post infarto de Ariel.
Buenas costumbres 2.0
En medio de un mundo que se torna cada vez más individualista y carente de empatía, lo hermoso de la serie es que muestra que con simples actos cotidianos y amabilidad se puede ayudar a mejorar la vida de las personas, aun siendo estas desconocidas. La historia no cae en el drama del momento, sino que termina transformándose en una especie de cadena de favores 2.0 marcada simplemente por la amabilidad y las buenas costumbres.
Llevar las tragedias a lo positivo, pero no desde el lado empalagoso y ofreciendo una lección de moral, sino sólo relatando una especie de cuentito, se transforma en el sello de la miniserie, que invita a aprovechar las segundas oportunidades, seguir los instintos y abrirse a las buenas personas que se van cruzando en cada vida.
El trailer de "El mejor infarto de mi vida"
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