Lisandro Sisterna es un hombre tranquilo, como él mismo se define. Y aunque su nombre está marcado a fuego en la historia de San Juan por haber logrado la medalla de bronce en el Rally Dakar, su postura ante este logro es casi desapegada. "No me lo he tomado distinto", asegura a dos meses de la consagración en Arabia Saudita, con los sanjuaninos que ya lo reconocen, lo felicitan.
Es curioso cómo un deportista que acaba de coronarse en la competencia más difícil de rally pueda volver a su rutina con esa calma. "La verdad que bastante bien", responde ante la constante mención de su éxito. Porque sí, no cualquiera tiene una gorra de Red Bull o una camiseta del Dakar, pero a Lisandro no le interesa vender la idea de un campeón. Aunque reconoce con una sonrisa que, entre amigos y conocidos, ser el "del Dakar" tiene su cuota de popularidad.
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El Dakar fue un gran desafío. Fueron veinte días de estar en el corazón del desierto, en un entorno totalmente ajeno. "Hace frío, mucho frío, y es una locura pensar que estuve corriendo por allá, en el desierto con los camellitos", dice, con la misma tranquilidad con la que relata la vida cotidiana. En el medio de esa nada, las culturas y costumbres árabes se imponen. Y, por supuesto, hubo momentos que marcaron su experiencia. "El hecho de ver esas tiendas árabes en el medio de la nada, con esas mujeres tapadas, los hombres en túnicas, es algo que no estamos acostumbrados a ver por acá", reflexiona.
La competencia, sin embargo, no es solo un crisol cultural. Es también un desgaste físico y mental que se acumula a lo largo de cada día. "Son muchos días de estar arriba del auto, golpeándote, con poco descanso", describe. Y es que los competidores, por más que se suban a máquinas imponentes, sufren la fatiga. "El cansancio se acumula, se hace notar", cuenta mientras recuerda los días interminables, los dolores de espalda y las noches con poco sueño.
El papel de Lichi en esta historia fue crucial: navegante. "El Dakar no es como un rally común. Aquí, no hay un camino marcado, ni una ruta clara. Hay que leer grados, pistas, metros, kilómetros, todo al instante", explica. Y, por supuesto, no es solo habilidad técnica. El Dakar es una cuestión de confiar en tu compañero, en tu piloto. "Con Pau, el piloto español, nos llevamos muy bien. Fue una buena experiencia, buena onda, y eso es fundamental".
Aunque las felicitaciones se multiplican, para el sanjuanino lo más importante sigue siendo la esencia de su pasión por el rally: seguir adelante, con la misma calma y dedicación que le permitió, con Pau Navarro, lograr algo que solo unos pocos han conseguido. Y mientras se prepara para nuevos desafíos, no deja de pensar en el Dakar del próximo año: "Me gustaría volver. Si se da, genial. Y si no, seguiremos luchando por algo más grande", cierra con una sonrisa.