Hacía un rato había vencido a David Ferrer, su
mejor víctima en este Abierto de Estados Unidos -el sitio del torneo destacó
ése como "el partido del día"-, y afirmó complacido: "Estoy
demostrándome que solo, sin un entrenador, puedo jugar". Con su voz suave
y grave y la sonrisa que viene siendo imborrable desde hace unas cuantas
semanas, Juan Martín del Potro hizo una introducción para en seguida decir que
sí, que pensaba tener un preparador dentro de un tiempo, que era una prioridad
formar un buen equipo de trabajo. Pero esa demostración de autonomía del
tandilense venía de antes, de los Juegos Olímpicos, de la victoria sobre el
suizo Stan Wawrinka en Wimbledon, y más.
Por eso, por los muy buenos resultados, es aún más raro su
de por sí raro caso de no tener un entrenador, algo casi inexistente entre los
mejores tenistas del mundo. Él solo ideó e instrumentó las reformas que su
técnica necesitaba para ser lo mejor que la lesión de la muñeca izquierda le
permitiera. ¡Y vaya si están rindiendo!
¿Qué cambió Del Potro en su tenis? Un par de golpes y algo
de la táctica. Su arma más letal, el drive, luce igual, o casi. "Está más
agresivo con su derecha y con el servicio", observó Ferrer. Su golpe más
usado sigue haciendo estragos -y provocando "ooohhh" en los estadios-
cuando lo ejecuta fuerte, sobre todo cruzado y en situación exigida.
El saque, en cambio, muestra una cierta variante. Del Potro
está arrojando la pelota al aire algo más adelante, lo que lo lleva a
impactarla en un lugar un poco más cercano al rectángulo donde ella debe caer,
con mejor ángulo contra la red y algo menos de recorrido. Su servicio, que ya
era bueno, se volvió todavía más peligroso, como entiende Ferrer. Y su
efectividad en puntos ganados con el primero suele andar en el US Open en 85% o
más. Muy alta.
La mayor variación, por supuesto, está en el revés. Es el
único golpe que le demanda utilizar la mano izquierda, y por eso el único más
imperfecto desde todas estas operaciones e inactividades. Antes no le iba muy
en zaga a la explosiva derecha; incluso, cuando a otros tenistas los
complicaban los envíos ajenos altos hacia ese lado, para el argentino y sus
casi dos metros eran una invitación al misil disparado casi a la altura de los
hombros. El dolor, las cirugías y las pausas en su carrera hacen que Del Potro,
aun muy recuperado, siga siendo precavido con la aplicación de la potencia y se
contenga. Aunque pueda pegar mucho más fuerte de revés, como lo mostró
excepcionalmente ante Novak Djokovic en el debut olímpico en Río de Janeiro -no
así luego contra Rafael Nadal-, elige el slice, el golpe cortado de arriba
hacia abajo, lento y con efecto. Más seguro, aunque menos dañino. Para mantener
viva la pelota hasta encontrar una oportunidad de ataque en el tanto o un error
del adversario.
Pero a medida que fue internándose en ese campo casi
desconocido que le resultaba el slice, el tandilense fue percatándose de que
con ese mismo golpe podía molestar. Lo tira muy bajo y lo dirige bien, así que
con él puede ir armando puntos, preparando definiciones. Y si no le funciona,
como pasó anteayer frente al inteligente Ferrer ("me di cuenta solo de que
con slice no iba a ganar, y por eso empecé a apretar con el revés"),
entonces se anima un ponerle un poco de velocidad a la bola, con raquetazos
planos. Ante el español consiguió cuatro tiros ganadores pegando por su
izquierda, cuando antes venía nulo en esa estadística. Para él fueron "un
par", apenas, a tono con su tónica de quitarse mérito y hacer poco ruido,
pero está claro que su confianza en el revés va in crescendo. De hecho, en los
entrenamientos aplica una fuerza que cuando hay umpire todavía no emplea.
"Me gustaría pegar mi revés como lo hago con el drive. A veces puede ser
una buena táctica jugar diferentes tiros con mi revés, pero necesito pegarlo
más fuerte porque debo lograr tiros ganadores con él. Si sigo avanzando, mis
adversarios serán más fuertes, y no puedo sacar ventaja con mi revés. Necesito
jugar al 100% con todos mis golpes", analizó Del Potro.
La otra modificación, técnica y táctica, radica en la volea.
Ciertamente no fue un recurso exitoso en los Juegos Olímpicos, pero empezó a
funcionar hace unos días, ante el estadounidense Steve Johnson y más ante
Ferrer. A pesar de su estatura y su envergadura, el argentino nunca fue un
jugador de saque y volea, y tal vez nunca lo sea, pero comenzó a capitalizar el
golpe lateral sin pique previo. En el Louis Armstrong utilizó la volea con
mejor cobertura de cancha, ángulos y slice, más criteriosa y eficientemente que
en épocas pasadas. Se lo permiten ese revés que ahora hornea los tantos, y una
actitud más ofensiva. "A veces me confío mucho en mi derecha y me da la
impresión de que no hiciera falta ir a la red, pero también ahí hay que ganar
los puntos. Como juego bastante con slice, eso me cambia la forma de subir a la
red y por eso lo hago un poco más que en años anteriores. Son cosas nuevas, que
antes no hacía por tener un revés fuerte. Estoy variando un poco, y eso es
sorpresivo para mis rivales. Yo voy sintiéndome cada vez mejor ahí, y ahorro
energía y físico, no corro tanto", analizó.
Y hay un detalle que también influye: la tensión del
encordado. Del Potro hizo reducirla varias libras, para ganar potencia y
amortiguación del golpe, a costa de control. Para tener más dominio usa cuerdas
longitudinales de monofilamento, y para conseguir sensibilidad, tripa
(multifibra) en las transversales.
Por ahora, todo -lo bueno y lo malo- corre por su cuenta. El
año que viene, el que él proyecta como el del regreso estable a los primeros
planos, debería ser también el de la vuelta al trabajo en equipo. Pero con
límites a sus asistentes: "No dejaría que me tocaran mi derecha ni mi
saque", anticipó. Tampoco se lo permite a los rivales, claro.?