Por Eduardo Camus
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SUSCRIBITELos algoritmos y el simbolismo contra una realidad que tiene a los argentinos contra las cuerdas. Hace falta que hablemos. ¿Volver a Grecia y los orígenes? Ensayemos respuestas
Por Eduardo Camus
Si a cualquier argentino o argentina se le pregunta qué ha pasado en los últimos meses o años la respuesta puede ser tan diversa como la cantidad de encuestados. Ha pasado de todo, pasa de todo, todo el tiempo. También es probable que la enumeración de hechos o acontecimientos sean identificados con un hashtag, sin llegar a desarrollar ningún tema ni profundizar contenido. Una vorágine insoportable acelerada por el exceso de pantallas e información inmediata que no llega a ser procesada. No hay manera, no hay vida que alcance, ni humanidad capaz de hacerlo. Son los tiempos de la hiperconecvtividad, que todos aceptamos, pero poco sabemos. Mucho se estudia, escribe y analiza sobre como la intensidad de las redes sociales están cambiando las relaciones humanas. Sin dudas el algoritmo, las tendencias y el consumo permanente de contenido digital determinan nuestros saberes, gustos y hasta deseos. La tecnología redefine nuestras vidas. Ofelia Fernández, con la lucidez y simpleza que la caracteriza, platea que su generación (nacida en el año 2000) quiere: internet y plata. Cortito al pie, nos guste o no.
Milei lo entendió. Su campaña eléctrica se construyó en base a la lógica de las redes. Tomó el mismo formato discursivo: provocación corta y de impacto, plantear todo el tiempo mínimos y máximos – “el mejor de la historia”, “el más grande”, “el peor de la humanidad” y así una enorme cantidad de extremos que no hacen otra cosa que anular a todos los que estamos en el medio, que no somos ni lo mejor ni lo peor.
Para el resultado electoral funcionó. Aún con las contradicciones claras y a cielo abierto. Ganó el lugar más importante del Estado Argentino, el topo que viene a destruirlo. Es el político más importante – vivimos en un país presidencialista, aunque lo quieran negar- quien odia a la política. Toma decisiones por el conjunto de la sociedad – por ejemplo vetar la ley de mejora a la jubilaciones- quien detesta la intervención del estado. Para mí un sinsentido absoluto, pero ganó y así es la democracia. Un juego de representaciones y posibilidades. Milei ganó representación entre las posibilidades que había.
¿Se puede gobernar así, con la misma lógica? Es la pregunta que flota en el aire desde el 22 de noviembre del año pasado. Periodistas, analistas, políticos estamos con la misma incógnita. Es claro que aún genera esperanza en una buena parte de quienes lo votaron aún contra todos los indicadores sociales, políticos y económicos.
Parece, da la impresión, que el sistema democrático e institucional no tiene la suficiente fuerza para impedir o, por lo menos, disminuir la agresividad y violencia. Los frenos no funcionan o peor aún: no importan. El formato discursivo de campaña es el mismo que el discurso de Estado en estos largos meses del gobierno de Milei. Bastante ha sostenido la intensidad en el tiempo y la gestión. No se cansa, nunca se cansa. La estrategia es el uso de la "terapia de shock social" . Como sea sigue la marcha de insultos, peleas, desprestigios, escándalos una tras otra. De Lali a Maradona, de los legisladores nacionales a los periodistas, de las Universidades a los clubes de fútbol, los Derechos Humanos, las disidencias sexuales o lo gobernadores. Todos en la misma bolsa, la lista es interminable. Todos en algún momento hemos sido, somos o seremos enemigos a las ideas anarco-libertarias.
En la arena de esta batalla, ideologizada y moralizante, vale todo. Todo tipo de mentira es posible. Todo escándalo sirve, las generalizaciones son moneda común, todo es un curro, todos son chorros. La política del gobierno nacional se desarrolla como una discusión en X (ex Twitter). Solo importa denigrar, perseguir y amedrentar al otro.
Quienes creemos que no vale todo, que de ninguna manera se puede naturalizar la mentira nos encontramos impotentes, sin saber que como plantarnos y dar una discusión con quienes no quieren discutir. Tarea difícil la de romper la ola de comentarios que generan los miles de troll, cuyo contenido penetra todo el tiempo en las subjetividades. Un verdadero y efectivo adoctrinamiento.
Pero la vida real no es lo que imponen desde las cuevas virtuales. Las peleas y escándalos pasan, pero la boleta de la luz llega todos los meses más caras y cada vez es más difícil de pagar. Los índices del consumo, trabajo, industria y producción por el suelo. Argentina es el único país de la región en el cual su Producto Bruto Interno va a bajar No quiero hacer una descripción detallada de la miseria en la cual estamos, casi todos la vivimos y padecemos. La gran mayoría del pueblo está sufriendo menos la casta, que justamente es eso: gente que la pasa bien, mientras el pueblo la pasa mal. Lo único nuevo de la casta es que Milei forme parte. El resto no tiene nada de novedoso, son hasta los mismos nombre y apellidos.
Milei eligió ser parte de la casta y usar las redes sociales como “el traje nuevo del emperador”. Alcahuetes y pillos siempre ha habido y habrán; oportunistas que con tal de unas buenas monedas ocultan o desvirtúan la realidad. Tapado de tuits es muy difícil ver, percibir. Como en el cuento del danés Andersen, el emperador está denudo y él no lo ve, no quiere verlo o no puede verlo. Cree solamente en su propio relato. Sus políticas de ajuste criminal y represión causan un malestar que está calando en lo más hondo de nuestra sociedad. El hambre de los pibes y pibas no es simbólico, es real; no pasa, deja heridas muy difíciles de sanar. La situación social del país es la desnudez de Milei, no hay Twitter que la tape.
En el famoso cuento es un niño quién denuncia a viva voz la situación. Es necesario que todos los que vemos la alarmante realidad seamos como ese niño. Que hablemos con coraje y verdad. Hablar sin miedo.
Recuperemos la vieja idea de la parresia, usemos la libertad para hablar con franqueza, digamos la verdad, seamos críticos más allá del propio interés y sobre todo dejemos de lado la apatía moral. La parresia fue fundamental para los inicios de la democracia en Grecia, al centrarse en la relación entre el soberano y sus consejeros, quienes haciendo uso de esta tienen el deber de ayudar al rey en sus decisiones y evitar el abuso del poder. La parresia es necesaria y útil tanto para el rey como para el pueblo. Un buen soberano debe aceptar todo lo que le dice un auténtico parresiasta, aunque esto le resulte desagradable. Un soberano se convierte en tirano si desprecia a sus honestos consejeros o los castiga por lo que han dicho. La política reclama la existencia de la parresia.
Lo hagamos antes que sea demasiado tarde. En el cuento cuando fueron a buscar a los picaros al castillo, estos habían desaparecido con todo el dinero, joyas, oro, plata y sedas que les había sido entregado para confeccionar el vestido del rey.
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