Martes visuales
Un museo siglo XXI para San Juan
Por Alicia de Arteaga
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Un museo siglo XXI para San Juan
Por Alicia de Arteaga
Hermana menor de Mendoza, la tierra cuyana necesitaba doblar la apuesta en un terreno que hoy por hoy está en sintonía fina con el turismo receptivo, porque la gente viaja para visitar colecciones de arte como antes viajaba para conocer catedrales.
La red de museos en el interior crece al ritmo de una tendencia internacional que asocia cada vez más turismo y cultura.
Ha sido una decisión política del gobernador Gioja, elegido por tercera vez tras un plebiscito apabullante, invertir 30 millones de pesos en la creación de un museo con diseño y tecnología del siglo XXI, con más de 5000 metros cuadrados y un lobby vidriado que deja ver la cordillera azulada.
El proyecto del arquitecto Carlos Gómez Centurión y del Estudio Suárez recupera el edificio modernista que fue casino, y al hacerlo reemplaza las maquinitas tragamonedas por retratos de Larrañaga, Berni, Butler, Guttero, Larco, Genaro Pérez, obras magníficas compradas por sanjuaninos con muy buen ojo a partir de la creación del museo, en 1934.
El terremoto de 1944 dejó la pinacoteca sin paredes y a los cuyanos sin museo. Ver en estos días al público entusiasta, muchos chicos y jóvenes, recorrer las salas donde se exhiben 58 trabajos de Spilimbergo es una satisfacción para Virginia Agote, directora del museo. Autora del guión de la muestra, museóloga y curadora, formada en el Northlands, en la Pueyrredón y en Nueva York, Agote apostó por Spilimbergo para esta segunda muestra, porque el artista hizo del paisaje árido la materia de sus pinturas. El Franklin Rawson abrió sus puertas con una muestra de arte contemporáneo argentino, "Identidad del Sur", curada por Alberto Petrina y Andrés Duprat, un recorte generacional de los grandes nombres, que se vio en Washington primero.
La tradición cultural de San Juan funde sus raíces en figuras tan visibles como la de Sarmiento, cuya casa, con la higuera y el telar de doña Paula Albarracín, es un lugar de visita casi sagrado. Pero también de visionarios como Juan Victoria, que en los años 60 decidió construir un auditorio espectacular de música sinfónica con 1000 butacas de cuero.
Una obra imponente que no tiene parangón en América del Sur, imaginada por un émulo del "Fitzcarraldo" de Herzog y su teatro de ópera en Manaos.
También el Museo Franklin Rawson cuenta con un auditorio de acústica y diseño impecables. Pero el foco está puesto hoy en las pinturas. Hablar de Spilimbergo en sus años sanjuaninos es también una manera de esquivar el tema de las mineras, que divide a la opinión pública en la agenda nacional de los medios.
Spilimbergo se fue a San Juan a los veinte y pico, por consejo médico, acosado por un asma crónica que lo partía en dos. Pintó telas imponentes y ganó dos grandes premios que le permitieron viajar a Europa. Como todos los artistas argentinos que se perfeccionaron en París, pasó por el atelier de André Lothe y se conectó con las vanguardias. A su regreso era otro artista. En la paleta y en la composición. La experiencia de París había transformado la destreza natural del pintor dotado en un estilo. También los ojos de sus modelos se habían agrandado hasta alcanzar la forma y la intensidad de los de su mujer francesa, la bella Germaine. Otra conquista parisina.
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