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La trama de la represión en San Juan

Un paseo por el infierno

El miércoles se vivió un hecho histórico, con un recorrido por la Marquesita, señalado como el más terrible centro clandestino de detención durante la dictadura en la provincia. Se revivió la truculenta historia del lugar, pero de boca de terceros, porque lo que pasó allí fue tan terrible que casi no queda nadie para contarla. Por Miriam Walter.

Por Redacción Tiempo de San Juan


Pasaban cosas tan horribles allí, que de los cuatro sanjuaninos que se supone que pasaron por la Marquesita y sobrevivieron, ninguno estuvo el miércoles para contar su experiencia ante los jueces que investigan cómo fue la represión en San Juan. Habrá sido por miedo, porque ya no están en sus cabales, porque se fueron del país, pero su ausencia le dio más vacío a ese sitio infernal. El lugar, un camping apacible que a la vez parece un set  de una película de terror, es señalado como el escenario de los vejámenes de la dictadura local más abominables. Quien llegaba allí, desaparecía. Salvo algunas excepciones, hasta ahora contadas con los dedos de una mano.

A pocas cuadras del RIM 22 se extiende el predio rodeado de pimientos que resguarda parrilleros, una cancha de fútbol, juegos de plaza para niños, una pequeña casa humilde rodeada de enredaderas y un salón de fiestas con barra y hornos para las comilonas. El lugar, camping de las Fuerzas Armadas, fue días atrás el eje de las inspecciones que se están haciendo en el marco del megajuicio por crímenes de lesa humanidad en la provincia, por las que el tribunal, la querella, los fiscales y la defensa de ex militares acusados de torturadores y asesinos van a las escenas de los hechos, tratando de establecer cuántos y cuáles fueron los centros clandestinos de detención que funcionaron en San Juan en los años de plomo.

Recorrer los inmundos calabozos de la Central de Policía, con presos actuales y todo, ir a los oscuros sótanos de la ex Legislatura que funcionaban como celdas de torturas, pasar por los pabellones del Penal de Chimbas y del RIM 22 donde en los ’70 desfilaban encapuchados los presos políticos, trajeron muchos recuerdos a las ex víctimas de la dictadura sobre sus más temidas pesadillas. Pero la peor sensación llegó con la Marquesita, donde aseguran que después de la tortura mataban a los detenidos, donde habrían violado y terminado con la vida de Marie Anne Erize, un caso emblema de la represión en San Juan, y donde también se supone que padeció la mayoría de los alrededor de 40 desaparecidos en la provincia.

Nadie sabe con detalle cuánto tiempo la Marquesita –llamada así porque está ubicada en Marquesado, Rivadavia- funcionó como centro clandestino de detención. Ni cómo operaba, ni cuántos estuvieron allí. Simplemente porque de las víctimas nadie pudo escapar de allí con vida, o los que presuntamente salieron estuvieron vendados y bajo los crueles efectos de la tortura física y mental permanente. Intentar sacarse la venda para descifrar dónde las llevaban significaba el riesgo de recibir una zurra y hasta padecer mucho más.

Eloy Camus, autor del libro que recrea cómo fue la represión en San Juan, nieto del ex gobernador homónimo que fue destituido en 1976 y hermano de Margarita, una de las víctimas de los militares y actual querellante, estima según los testimonios a los que tuvo acceso, que ese camping militar debe haber operado como centro de torturas desde agosto de 1976 a enero de 1977, cuando se dio la llamada “lucha antisubversiva” más crudamente en la provincia.

¡Viven!

Los cuatro sobrevivientes de la Marquesita que se conocen hasta ahora fueron apareciendo con los años, a partir de testimonios que brindaron en sus círculos más íntimos e incorporados luego en su etapa de instrucción al proceso judicial que es reciente.  Son Jorge “Polaco” Moroy, Hilda Díaz, una docente jachallera y otra mujer.

Moroy, cuando podía contar su historia, declaró ante medios de comunicación y ante la Justicia que el propio Jorge Olivera, sindicado como el jefe de la represión en San Juan y sentado actualmente en el banquillo durante el megajuicio, lo fue a buscar una mañana a su casa, el 16 de diciembre de 1976. Estaba durmiendo en el fondo de su casa cuando sintió una escopeta en las costillas. Jorge Olivera, quien está ahora entre los acusados del megajuicio, encabezaba el operativo. Cuando le encontró un libro sobre la revolución china, le dijo: “Hasta las manos, Polaco”. Lo llevaron a las piñas.

“El Polaco”contó que lo trasladaron hasta la comisaría enfrente del Marcial Quiroga y que desde allí fue a la Marquesita. Lo sabe porque se ubicó por el trayecto, porque podía ver a trasluz de la capucha  y percibió que doblaron a la derecha por una calle de piedra, como es la entrada del camping. Ahí lo metieron en una casona larga con galería, donde él recordó ver una enredadera por la ventana que pudo descubrir al correrse el trapo de los ojos, refregándose con un catre de metal que había en el lugar. Ese relato cobró fuerza el miércoles pasado, cuando Eloy Camus lo revivía dentro de la Marquesita, donde la vivienda del actual casero coincide fuertemente con esa versión. Habrá estado allí unos 20 días sufriendo atrocidades hasta que lo trasladaron al Penal de Chimbas, abriendo una historia de varios años encerrado y torturado.

En el caso de Hilda Díaz, cayó al mismo tiempo que Moroy, presumiblemente. Ella estudiaba en Sociales como muchos de los que fueron “chupados” en los ’70. Declaró en la causa que no sabía bien dónde estuvo pero que creía que era el regimiento porque había carpas del Ejército, que era un lugar con mucho pasto y que sentía el ruido del agua. Esa descripción encaja con la Marquesita. Se presume que detrás del salón de fiestas, donde hay una cancha de fútbol, se montaron carpas donde tenían a los secuestrados. A lo largo de la cancha corre un canal de riego.

Según contó Eloy Camus, Hilda habrá estado en la Marquesita unos 15 días y luego la trasladaron al Penal de Chimbas, luego al de Devoto y después de unos 3 años logró irse a Suecia, donde consiguió asilo político. Allí formó una familia y sigue viviendo ahora. Vuelve ocasionalmente para visitar a sus padres en la provincia pero su país no le trae buenos recuerdos.Su nombre aparece en la causa varias veces pero ella no habría declarado todavía.

La tercera sobreviviente, la docente jachallera –se resguarda su nombre-, declaró judicialmente hace poco su experiencia con mucho esfuerzo. Tan doloroso le es recordar, que a su propio hijo recién le contó la historia recientemente. Eloy Camus lloró recordándola, estando en la Marquesita el miércoles. Según él, ella le contó el año pasado que sufrió torturas inimaginables en ese lugar sin delatar a nadie. Y que al único que conocía de Montoneros para “cantar” era a Eloy, pero no lo hizo. Ella lo conocía porque militaba junto a Margarita Camus y cuando esta última cayó en manos de los militares, él fue a avisarle. La maestra le dio a él unos cassettes de Firmenich que tenía escondidos y luego fue secuestrada por los uniformados.

Hay un cuarto caso, el de una locutora de radio, que se supone que tiene que ver con la Marquesita. Ella dio su testimonio en la etapa de instrucción del juicio que hoy ya lleva meses en proceso. Sus compañeros de militancia saben que describió hechos aberrantes que sufrió en sus días de cautiverio.

Nadie sabe por qué sobrevivieron, pero lo hicieron. No fue lo mismo para decenas de sanjuaninos que fueron callados para siempre. Como casos emblemáticos que se recordaron días atrás en el recorrido por el camping. Uno de ellos, el de ”la francesita” Erize, la hermosa modelo militante que desapareció en San Juan y cuyos últimos días se supone que pasó en la Marquesita.

Jorge Bonil, un militante al que le tocó ser conscripto en los ’70 en el RIM 22, le relató a Eloy Camus que escuchó como Olivera y otro militar, Cardozo (hoy prófugo), se la disputaban para violarla y matarla.  El mismo Bonil cayó luego y se supone que pasó por la Marquesita. Desapareció en febrero de 1977 y en el RIM dijeron que era un desertor, algo muy común en el caso de los “soldados-desaparecidos”. La modelo había sido secuestrada en octubre de 1976.

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