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Historias

En el día de los enamorados: De Polonia a San Juan, por amor

La historia de Monika Skowron y Federico González, ella polaca y él argentino. Ella dejó su país para venir a vivir a San Juan por amor, luego que se conocieran en un encuentro de coros en el año 2006. Un relato para compartir en el Día de San Valentín, patrono de los enamorados.

Por Redacción Tiempo de San Juan
Por Susana Roldán

Curiosamente, Monika y Federico tienen los ojos del mismo color: primer rasgo en común. Y ambos aparentan menos edad de la que tienen, otro rasgo en común. También les gusta la música, otra coincidencia. Hasta ahí las cosas en común obvias  y visibles, porque de ahí en más, las historias de Monika Skowron (30) y Federico González (34) transcurrieron con una separación de 13.000 km, en distintos continentes (Europa y América del Sur) y hasta en diferentes idiomas, hasta que la música se encargó de reunirlos. Fue en el año 2006, cuando Monika, nacida en Polonia (país donde estudiaba Educación Musical y Dirección Coral), viajó a San Juan como integrante del Coro de Cámara de la Academia de Música de Bydgoszcz para participar en el encuentro San Juan Coral. Federico, por entonces un aplicado estudiante de Ingeniería en Electrónica, recibió en su casa a algunos coreutas compañeros de Monika, como anfitrión. Federico no cantaba en ningún coro, pero su familia siempre tuvo por costumbre acceder a este tipo de intercambios. “En mi familia siempre pensamos que era una buena experiencia conocer gente de otras partes”, cuenta Federico.

Tan buena resultó la experiencia que en apenas cinco días (lo que duró el encuentro de coros), Monika y Federico se flecharon. De ahí en más, Internet hizo el resto y al año siguiente, ella vino a San Juan para verlo. “Yo la seguí a Mendoza, la primera vez, porque el coro fue a cantar a Buenos Aires y después fue a Mendoza. Ella vino al año siguiente, pero de visita, porque volvió a irse”, cuenta Federico. Monika agrega su parte de la historia. “Fui a Polonia a terminar mi carrera universitaria y a los dos años, volví y me quedé. Desde entonces no nos hemos separado”, dice sonriendo. En medio, hubo un viaje de Federico a Polonia, en el que conoció a la familia de ella . “Mis padres no se asombraron ni se enojaron cuando les dije que venía a la Argentina, porque yo ya vivía sola desde tiempo antes en otra ciudad, por mis estudios. Para ellos, fue otro viaje más. Claro que la distancia los preocupó un poco”, cuenta.

Pero la distancia no fue un problema. Como tampoco lo fue el idioma, desde la primera vez que se vieron. “Yo hablaba inglés y hacía de intérprete con los chicos del coro y eso facilitó las cosas. Después el chat nos permitió seguir conociéndonos”, asegura. Las posibilidades laborales para Monika, que estaba terminando su carrera universitaria, fueron otro gancho para terminar de decidirse. A poco de llegar, trabajó dirigiendo el Coro de Niños de Albardón y mientras aprendía a hablar castellano, empezó a conocer y apreciar las costumbres de una provincia que luego hizo suya. Tanto que hoy habla fluidamente y emplea los artículos “el” y “la” antes de nombrar a alguien, tan sanjuaninos, en su diálogo diario. “El Federico hace un rico asado. Yo nunca había visto preparar tanta carne así y hoy soy fanática de los asados. También aprendí a cocinar”, se enorgullece. Federico confirma la apreciación con un “hace muy buenas empanadas”, que corrobora el acuerdo en el que basaron, desde el primer día, su relación.

El calor del verano sanjuanino, tan impiadoso como el crudo invierno polaco, fue una de las cosas que más le costó asimilar a Monika.  Y agrega, mirando a Federico directamente: “Los polacos son más puntuales, esa es otra diferencia con los sanjuaninos”, despertando la carcajada de él.

A los dos les gusta la tranquilidad del campo. “Vamos mucho a Jáchal, mi familia tiene casa allá y a los dos nos gusta mucho”, dice Federico. En la lista de gustos en común también comparten la música clásica y el folclore, a tal punto que Monika aprendió a bailar zambas y chacareras casi a la perfección.

Hoy, mientras ella termina de estudiar canto en la Escuela de Música de la UNSJ y él transita por el último tramo de su carrera de Ingeniería en Electrónica, comparten su vida y hacen planes para el futuro. “¿Casarnos? Algún día lo haremos, por ahora no es la idea. Estamos bien así. De hecho, casarnos hubiera sido la solución para que Monika tuviera resuelta su situación de residencia, pero no quisimos que fuera un trámite. Además, cuando nos casemos, me gustaría que puedan venir algunos miembros de su familia. Y también correspondería que yo fuera a casarme con ella a Polonia. Ya habrá tiempo para hacerlo”, reflexiona Federico.
De Monika, Federico dice que es “activa, siempre está haciendo algo”. De Federico, Monika afirma que “es inquieto, siempre va un paso adelante”. Y mirándose a los ojos, ambos aseguran que se sienten muy queridos el uno por el otro. Y sostienen que, contra toda receta infalible de amor eterno, ellos prefieren mantener lo que decidieron cuando resolvieron estar juntos: el acuerdo de compartir el camino, día por día, respetándose y queriéndose “para crecer a la par”.
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