¿Cuál es la diferencia entre el caso ocurrido en la ruta 11 bonaerense que conmueve al país y otros tantos que ocurren habitualmente en las rutas? Que a este lo filmaron. Ahora, nadie podrá hacerse el distraído. Por Sebastián Saharrea
Si algo dejó en evidencia el trayecto zigzagueante y etílico de un conductor en la ruta que mató a otro, es que nadie hace nada para evitarlo. Ni los encargados de la seguridad de tránsito en todo el país, muchas veces ensañados con un foquito que no prende y tolerantes con catraminas destartaladas que increíblemente circulan por la ruta. Ni los ciudadanos, empecinados en no acatar una norma de convivencia elemental: si toma, no maneje, porque uno puede disponer de su vida si quisiera y tuviera instinto suicida, pero no de las ajenas que son las que siempre pagan.
No habrá que depositar la culpa completa a los policías, aunque es verdad que los controles suelen ser selectivos y asombrosamente tolerantes con algunas especies que nadie entiende cómo circulan. Y es verdad que las rutas son tierra de nadie: ¿alguien imagina un conductor alcoholizado a la altura de La Tranca?, ¿a quién avisar?, ¿no habrá sido alguno de los múltiples accidentes que se registran en la ruta camino a San Luis por culpa del alcohol, además del sueño?, ¿y quién controla?
Es verdad que sobrevuelan en los controles los pequeños o grandes episodios de cohecho, vulgarmente conocidos como coima. Y es verdad que para eso hace falta un oficial coimero y un ciudadano dispuesto a tapar sus culpas con un “diego”. Responsabilidades compartidas, entonces.
Pero también es verdad que, aunque el 911 de Buenos Aires dormía la siesta y los encargados de tránsito “no pudieron detener” al conductor, quien lo filmó desde atrás para registrar las imágenes que conmueven al país, también fue un policía.