“Fijate dónde estás ahora y de ahí en más armá algo lindo. La vida es linda y hay que vivirla y disfrutarla porque es una”, lanza mientras desayuna en Bolivia, a la espera de ir al encuentro del Salar de Uyuni. Es Agustín Graffigna, en un aventurero que junto a Tomás Martín, uno igual o más loco que él –sin ánimo de ofender-, se pusieron como meta visitar el Machu Picchu (Perú) yendo y volviendo en moto desde su amado San Juan.
Más o menos, la travesía aglutina unos 7.000 Km de felicidad, algún que otro contratiempo y una enorme sensación de libertad. Ambos tuvieron que hacerse un hueco en sus actividades laborales para ir al encuentro de la imponente construcción inca.
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Tomás Martín y Agustín Graffigna posan con el imponente Machu Pichu a sus espaldas.
Comenzando con su relato, siempre envuelto en un entusiasmo que contagia, Agustín dijo: “La idea de viaje es el sueño de todo motociclista. Siempre lo tuve en mente, pero se abrió la ventanita para concretarlo cuando mi hija mayor, que vive en Córdoba, nos dijo que quería pasar el fin de semana largo acá en casa, en San Juan. Así que dije, ahí tengo 4 días limpitos, miré el triciclo -que es el vehículo que tengo- y ahí empecé a diseñar el viaje a Perú”.
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“Hablé con Tomás y le propuse el viaje. Empezamos a diseñar rutas y días. Salimos el martes 23 de mayo, a las 15:00 hs. Ese día llegamos a La Rioja. El según día estuvo tremendo. Teníamos muchas ganas, así que encaramos hacia arriba con la idea de ir por el camino más directo. Llegamos hasta Pumamarca, casi 850 Km. El tercero fue también tremendo. Arrancamos tempranito y el Paso de Jama (Jujuy) nos esperaba adelante. Los sanjuaninos estamos acostumbrados a Agua Negra, así que dije no debe ser tan duro”, añadió con la misma intensidad con la que ese alumno que ha estudiado narra una lección oral.
Estoy feliz, no solo por el viaje, sino porque permite seguir soñando y haciendo realidad esas cosas que uno se plantea Estoy feliz, no solo por el viaje, sino porque permite seguir soñando y haciendo realidad esas cosas que uno se plantea
Brindando más detalles del escenario que les tocaba experimentar en la parte más norteña del mapa nacional, el intrépido Graffigna expuso: “El camino estaba perfecto, pero fue durísimo. No solo por la altura, sino por el triciclo. ¡Iba cas caminando! Máxima 40 metros por hora, literal. Había un viento tremendo, pero el paisaje del salar y lo lindo de hacerlo y de llegar pudo más que el miedo de no lograr subir. Ahí llegamos a Atacama y, en el plan de viaje eran pocos kilómetros, así que seguimos hasta Iquique. Logramos un día de casi 900 Km, donde cruzamos el desierto. Creo que la ruta San Juan-Mendoza es como andar en el Caribe comparado con el desierto de Atacama”.
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“Al día siguiente nos encontró Perú. Nos recibió maravillosamente bien. Tomás, mi compañero, está claramente más loco que yo. No va en triciclo, pero nos parábamos solo para una foto, pero nunca un mate o movernos 100 metros del objetivo. Siempre a la misma velocidad, que no pasamos nunca los 110 o 115 Km/h. Era solo andar porque sino no llegábamos con las horas de sol. Luego de pasar un par de pueblos, en los que uno no entiende como los peruanos están vivos por cómo manejan, nos recibió Cusco. Ahí hicimos lo que hay que hacer: comer rico, visitar el Machu Picchu y comprar regalos para la familia”, relamiéndose aún por el objetivo alcanzado.
Le escribí a la fábrica del ‘triciclo’ para informarle que iba a hacer casi 7000 mil kilómetros y me dijeron que estaba loco. Ahí entendí que realmente lo estaba, pero no es de ahora, así que dije: ¡vamos para adelante! Le escribí a la fábrica del ‘triciclo’ para informarle que iba a hacer casi 7000 mil kilómetros y me dijeron que estaba loco. Ahí entendí que realmente lo estaba, pero no es de ahora, así que dije: ¡vamos para adelante!
Pero no todo está siendo color de rosas. Agustín (ubicado en suelo boliviano mientras charla con Tiempo de San Juan) confesó que unas cuantas trabas se cruzaron: “En la vuelta, para cambiar, tomamos la ruta más corta que incluye Bolivia y fue una mala elección. Hemos tenido muchos problemas con el combustible, ya que está subsidiado y no te venden si sos extranjero. Nosotros necesitamos cargar cada 250 kilómetros, entonces se nos está haciendo cuesta arriba. A eso agregarle casi 3 horas en la aduana boliviana y, para culminar, perdí mi teléfono. Traje la compu y así es cómo me comunico. Ey, pero nada empaña un viaje maravilloso, pensamos llegar el domingo 4”.
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Dueño de una energía incalculable, Agustín dejó un mensaje para finalizar la entrevista que no hace mucho tiempo atrás leyó por ahí: “Hay una época en nuestra vida que uno no tiene dinero, solo tiene tiempo y salud. Luego pasás a tener algo de dinero, pero sin tiempo y mucha salud. Luego pasás a tener dinero, tiempo, pero perdiste la salud. Lo que te sobra no es como se dice un error de cálculo. Lo que no me permito es que la vida pase y uno no encuentre esos momentos lindos para poder disfrutarla”.