Gabriel deja su moto a un costado de la calle y toma de la mano a sus dos pequeñas para recorrer lo que alguna vez fue su casa. Pasaron dos días de la mudanza y reubicación en el barrio Sierras de Marquesado e Ingeniero Céspedes, cuya inauguración contó con la presencia del presidente Alberto Fernández, y el hombre siente la necesidad de volver al baldío que lo acobijó cuatro años atrás, cuando llegó con unos pocos muebles y un montón de sueños. "Es difícil despegarse de todo esto. No queremos volver más, pero aquí vivimos, aquí crecieron mis hijas, genera también un poco de dolor", expresa el sanjuanino, mientras sus dos pequeñas, con guardapolvos y recién llegadas de la escuela, caminan entre los escombros que antes forman parte de su hábitat.
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Unos metros más al fondo de lo que era el hogar de Guillermo, dos recolectores callejeros buscando prácticamente un tesoro escondido: cables, cartones o vidrio, todo lo que sirva para transformar en unos pesos en la chacarita. Dos carretelas sirven de transporte, bajo la mirada atenta de dos uniformados que cuidan la zona.
Lo demás está todo desierto. El asentamiento Pellegrini y La Paz, donde días atrás estaba invadido de ranchos de caña y adobe y pequeños pasadizos que hacían de "calles" internas, fue prácticamente borrado por las topadoras que trabajaron sin descanso en el lugar. Solo quedaron escombros, algunos muebles rotos, zapatillas y ropa tirada por todo el descampado, y basura, mucha basura.
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Un par de kilómetros al Norte el ruido de la topadora y decenas de camiones que entran y salen del asentamiento Evita, uno de los más grandes del departamento Rivadavia, se hacen escuchar con fuerza. Allí se lleva adelante la última reubicación y erradicación de villas, gracias a un trabajo conjunto entre el IPV, el Ejército, Osse, Vialidad y la Policía. Son más de 200 personas que trabajan codo a codo para darle un cierre a una etapa de lucha para cientos de familia.
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"Hace 12 años que vivía acá, cuando todo esto era campo. Con un sobrino, fuimos los primeros en llegar. Empezamos a limpiar y hacer la casita. Ahora siento un dolor terrible. Son muchos años y cosas vividas en este lugar, el nacimiento de mi hijo, por ejemplo. Yo levanté esto solo, con la ayuda de mi esposa y de mi papá. Tengo un dolor tremendo tirar esto, es toda una vida para mí", expresa Oscar Pintos, mientras intenta sacar las ventanas y puertas que 12 años atrás él mismo colocó.
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El día después de la topadora: soledad, escombros y la nostalgia de cambiar de hogar