Pronto supo que no se trataba de una cargada de los policías o que la historia que le contaban era producto de la dura resaca que le martillaba la cabeza. Miró a su alrededor y se dio cuenta que estaba detrás de las rejas del puesto policial. Ahí le cayó la ficha que podía ser cierto lo del asesinato de su amigo Aballay. Tobares sólo recordaba que la tarde anterior había estado en la fiesta de otros de sus amigos, de Martín Exequiel Elizondo, a quien le hacían la despedida de soltero porque en días más contraía matrimonio.
Una fiesta inolvidable
Entre el mareo y su esfuerzo por recuperar la memoria recordó que se bebieron todo. Alejandro Dojorti había abierto las puertas de su casa en la calle San Martín, en Huaco, a media mañana del domingo 24 de mayo de 1959 para recibir a Martín Elizondo y los más de veinte invitados. Entre ellos familiares, vecinos y compañeros de trabajo de la Dirección de Vialidad Provincial.
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La víctima. José Mariano Aballay, quien tenía 31 años cuando murió. Foto de Diario de Cuyo.
Ramón Núñez se encargó de los tres corderos que asaron a la parrilla para el almuerzo. Al que llegaba lo recibían con un vaso tipo cervecero lleno de vino patero. Era una típica fiesta de pueblo en el que sobraban las anécdotas del campo, las risas, la música y sobre todo la bebida. Ya estaban tan alegres que tras el almuerzo corrieron los tablones y se armaron un par de parejas y bailaron entre hombres algunos gatos sobre el piso de tierra del patio.
Carlos Eleuterio Illanes fue bastante gráfico. “Tomaban vasitos lindos”, describió. Al grito de “¡Salud!", la mayoría brindaba a “vaso lleno” y a “fondo limpio”, declaró días después. El dulce pero engañador vino patero empezaba a hacer efecto en ellos a cada hora que pasaba. Nadie le mezquinaba.
Uno de los presentes contó que Néstor Tobares cayó a la fiesta antes de las doce del mediodía y largó su maratón de tragos. En un momento se ausentó con la excusa de ir a cambiarse y a su regreso se tomó cinco vasos seguidos para ponerse a tono con el resto de los invitados, recordó uno de los testigos. Esa tarde de otoño se confundía con el alcohol y las bromas, los abrazos y alguna que otra discusión política.
Uno de los presentes aseguró que entre los invitados comieron tres corderos y tomaron 100 litros de vino patero.
Los únicos sobrios en todo ese descontrol eran Humberto Menegazo y Alejandro Dojorti, el dueño de casa. Los demás estaban curados. Martín Elizondo, el novio y agasajado, se encontraba tan embriagado que no sabía a qué hora se marchó de la fiesta. Se acordaba, por parte, que salió de la casa de los Dojorti sin poder mantener el equilibrio, que mordió la tierra al poco andar y que se tuvo que agarrar del alambrado de unos parrales para ponerse de pie y seguir su camino.
Una pelea inesperada
En ese entrevero y los vasos que desfilaban, nadie sabía en qué momento y por qué Tobares empezó a discutir con su amigo José Mariano Aballay. En el medio del bullicio y la guitarreada ambos salieron a la calle y por detrás los siguieron otros amigos que vieron que ya se estaban manoteando.
Aballay le largó una trompada en la boca a Tobares, pero éste tomó un palo de 1.50 metro de largo y le pegó en la cabeza.
En eso que tambaleaban y se insultaban, Aballay cerró el puño y le puso una trompada en la boca a Tobares, que se precipitó de espalda contra el piso. Los pocos testigos del incidente se acercaron a levantar a éste último, otros corrieron a agarrar al primero para calmarlo y parar la pelea.
La versión es que José Aballay se dio vuelta como para entrar de nuevo a la casa, pero para entonces Tobares ya estaba parado y con un garrote en la mano. Era un palo de 1.50 metro de largo por 5 de diámetro que servía de tranca de la puerta. Sin darle margen a que diera más de dos pasos, éste camino hacia a Aballay y de atrás le revoleó el palazo en la cabeza.
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Titular. Así daba la trágica noticia Diario de Cuyo.
Fue un golpe seco en el parietal derecho de la cabeza de José Aballay, que se ladeó y cayó duro. Ahí, alguien le quitó el palo a Néstor Tobares y lo tiró, mientras que éste después caminó zigzagueando hacia la fiesta. Los testigos de la pelea trataron de hacer reaccionar al herido, que tenía el cráneo partido y perdía sangre del cuero cabelludo.
Algunos de los invitados que desconocían lo que acababa de suceder, relataron que Tobares entró al patio trastabillando y murmuraba palabras que no le entendían. A los minutos irrumpieron los otros invitados que se encontraban afuera y contaron que éste había desmayado a Aballay de un garrotazo.
Un golpe mortal
Los hombres que aún conservaban un mínimo grado de lucidez salieron a auxiliar al peón de 31 años. Félix Evaloy Montaño, que andaba en un camión de Vialidad, se encontraba mudo de la borrachera y no podía subir a la cabina, de modo que le entregó la llave a Rolando Sánchez Lozano para que condujera y trasladara a Aballay al microhospital de Huaco.El médico que lo recibió en la pequeña guardia del centro asistencial detectó que presentaba fractura de cráneo y una hemorragia cerebral importante.
A los minutos apareció el agente Elías Segundo Herrera, el encargado del destacamento policial y único efectivo por esas horas en el poblado. El policía se interiorizó sobre lo acontecido y la brutal agresión. Lo primero que hizo fue comunicarse por radio a la Seccional 21ra y avisó que había una persona en grave estado, que posiblemente tendrían que trasladarlo a la villa cabecera del departamento o a la ciudad de San Juan.
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El acusado. Néstor Alejandro Tobares, el primero a la derecha, junto a su abogado defensor durante el juicio. Foto de Tribuna de la Tarde.
Una vez que dio las novedades a sus jefes, Herrera fue a buscar a Néstor Alejandro Tobares. Los conocidos de la víctima que permanecían en el puesto de salud le aseguraron que el agresor todavía estaba en la casa de los Dojorti. En efecto, ahí lo detuvo y lo sacó del brazo para llevarlo al microhospital porque tenía partida la boca de la trompada que le dio Aballay.
El policía declaró en la causa que el traslado fue una tarea difícil. Tobares no podía caminar de la borrachera y prácticamente lo tuvo que cargar para hacer los 120 metros de distancia que los separaba de la casa de Dojorti hasta el puesto de salud. Ese tramo lo hicieron en más de 10 minutos, aclaró como para explicar lo complicado que fue llevarlo.
La situación se agravaría un rato más tarde. José Mariano Aballay sufrió un paro cardiorrespiratorio como consecuencia del trauma cerebral y murió sobre una camilla del microhospital de Huaco mientras esperaban la ambulancia. Es decir que cuando llegaron los policías de la Seccional 21ra el caso ya era un asesinato.
La imputación
Néstor Alejandro Tobares fue derivado a los calabozos de la comisaría de San José de Jáchal bajo la imputación del delito de homicidio simple. El médico legista constató y certificó que la causa de muerte fue a consecuencia de una hemorragia cerebral por traumatismo de cráneo. De hecho, en la casa de Dojorti secuestraron el palo que sirvió de arma homicida.
El alcohol y el mal genio habían aguado la despedida de soltero para dar paso a un asesinato aquella tarde del 24 de mayo de 1959. Todo era conmoción en el pueblo de Huaco. Néstor Tobares y José Mariano Aballay eran íntimos amigos. Sus conocidos comentaron que el día de la fiesta, cuando el primero de ellos llegó al almuerzo, el otro lo recibió con los brazos abiertos para saludarlo. Por eso muchos no entendían el fatídico desenlace.
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El tribunal. Los tres jueces deliberando en la sala de audiencia durante el juicio realizado en marzo de 1960. Foto del diario Tribuna de la Tarde.
Al año siguiente, en marzo de 1960, Néstor Alejandro Tobares fue sometido a un juicio oral y público realizado en el salón de la biblioteca del edificio de Tribunales de San Juan Capital. El fiscal Jorge Furque insistió en encuadrar el crimen como un homicidio simple. Sostuvo que no quedó probado que el acusado haya tenido un estado de ebriedad que le hiciera perder la conciencia. Para él, existió dolo al momento en que atacó a Aballay y con ese argumento sostuvo que merecía una pena de 12 años de cárcel.
Otra fue la postura del abogado José Moreno Ferrer, el defensor de Tobares, que lo primero que remarcó fue esa amistad que unía a la víctima y al acusado. Eso demostraba que no hubo ninguna animosidad, que todo fue producto de la embriaguez que tenían ambos, aseguró. Además, describió al peón rural que se encontraba sentado en el banquillo del acusado como una persona sencilla, trabajadora, cordial, estimada y querida por todos sus vecinos y conocidos, según sus propias expresiones.
Muy alcoholizados
El defensor volvió sobre la hipótesis de que el acusado no sabía lo que hacía a raíz de la borrachera. Para ello citó el testimonio del comerciante Petronino Karqui, que declaró que los veinticinco participantes de la fiesta tomaron más de 100 litros de vino patero. Esto es un promedio de 4 litros por persona, de una bebida con alta graduación alcohólica.
Destacó que los hombres que participaron de ese evento y que testificaron en el juicio reafirmaron que todos estaba muy ebrios. Algunos ni se acordaban cómo llegaron a sus domicilios y se enteraron del asesinato al otro día. También reiteró que aquellos que estaban más conscientes ratificaron que Tobares era uno de los más borrachos. Esto fue respaldado por Humberto Menegazo y Alejandro Dojorti, los únicos sobrios en ese encuentro.
El testimonio del policía Herrera fue clave porque contó el deteriorado estado en que encontró a Tobares y lo que costó llevarlo al hospital. Por otro lado, agregó que cuando éste recobró la conciencia no se acordaba de nada y preguntaba por su amigo Aballay.
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A sala llena. Otra imagen del juicio realizado en los tribunales de la ciudad de San Juan. Foto de Diario de Cuyo.
La defensa señaló que era inadmisible calificar la muerte de Aballay como un hecho doloso y un homicidio simple. En todo caso, cabría encuadrarlo en un homicidio culposo, sostuvo. O sea, una tragedia producto de un accidente. O a lo sumo, un asesinato en estado de emoción violenta.
Estaba claro que el caso se inclinaba hacia la hipótesis de un ataque criminal cometido por un hombre que se encontraba bajo los efectos del alcohol y sin control de sus actos. La duda estaba si ese estado de embriaguez era suficiente para dar por acreditado su inconciencia o inimputabilidad. No le habían hecho dosaje; es decir, no establecieron científicamente el nivel de alcohol en sangre que tenía esa tarde.
El asesinato fue calificado como homicidio culposo a raíz del estado de embriaguez que tenía el acusado al momento de cometer el ataque.
El juicio duró un día nada más y eso fue más que suficiente para que los jueces tomaran una posición. El 18 de marzo de 1960, el tribunal compuesto por los jueces Carlos Graffigna, Alejandro Martín y Tristán Balaguer Zapatta leyeron su veredicto. Entre sus considerandos dieron por probado que Tobares se hallaba perdido por la borrachera y que sufrió una amnesia temporal propia de ese nivel de alcohol en sangre que llevaba encima. Para ello valoraron todos los testimonios que consignaron la cantidad exorbitante de vino que bebieron ese día y el estado en que se encontraba todos, en especial el acusado.
En el fallo declararon culpable a Néstor Alejandro Tobares, de 34 años, pero por el delito de homicidio culposo y lo condenaron a 1 año de prisión. Con esto también le concedieron la pena de cumplimiento condicional y ordenaron su inmediata libertad.
Lo que pasó después queda librado a la imaginación, como otras tantas Historias del Crimen. Transcurrieron casi 64 años del asesinato de José Mariano Aballay en el poblado jachallero de Huaco. Y con seguridad el agasajado de aquella fiesta finalmente contrajo matrimonio, pero es de creer que la celebración no fue tan exagerada ni violenta como su inolvidable despedida de soltero.
FUENTE: Sentencia del Poder Judicial de San Juan y periódicos Tribuna de la Tarde y Diario de Cuyo.