Hay registros que revelan que “El Sátiro de la Navaja” hizo su aparición la tarde noche del miércoles 18 de julio de 1973. Su primera víctima fue una adolescente de 14 años a la que sorprendió sobre la calle General Acha, a metros de 25 de Mayo, en el centro sanjuanino. Le lanzó un manotazo y le provocó heridas cortantes en la ceja derecha y en un pómulo.
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El primer titular. Así presentaba el caso el diario Tribuna de la Tarde.
Esa noche fue su presentación pública y desató el caos. A los minutos atacó a Rosa C., una joven empleada de comercio que salía de trabajar de una tienda céntrica y se dirigía al taller mecánico de su cuñado. El desconocido de gorro y bufanda se subió con su bicicleta a una de las veredas de la calle San Luis, casi General Acha, y emboscó a la chica de 19 años.
Ella relató que sólo sintió la cachetada en la cara. “Al principio no noté que me había lastimado. Al darme vuelta, noté que él me miraba fijo sin decirme una palabra. Entonces sentí que estaba sangrando”, según declaró la joven en ese momento al diario Tribuna de la Tarde. El agresor le había tajeado debajo del mentón. Para cuando quiso pedir ayuda, el enigmático sujeto se esfumó.
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La portada. Diario de Cuyo presentó el caso mencionando el apodo que le dieron del misterioso atacante.
Al rato se supo que también emprendió su furia contra una mujer de 27 años en la avenida Rawson y calle Laprida. Elena G., la víctima, declaró al periodismo que se topó de frente con el desconocido. “Me pasó la mano por la cara”, relató la muchacha, quien no entendió qué pasó hasta que sintió el ardor en su mejilla y descubrió que tenía un corte.
El misterioso hombre de la bicicleta después agredió a Inés O. y Julia G., en otros dos lugares distintos del casco céntrico. Los periódicos de la época señalaron que en la Policía informaron que ese día reportaron nueve ataques contra mujeres que caminaban solas dentro del radio del centro capitalino, pero no todas realizaron las denuncias.
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Cacería humana. La conmoción era tal que la gente salió con palos a la calle a buscar al agresor. Foto de Tribuna de la Tarde.
Había un denominador común en esas agresiones. Todas las víctimas afirmaron que el atacante era un hombre, aparentemente joven, por la contextura física y la agilidad. Que andaba en una “bicicleta de reparto” con el manubrio bajo, según describieron a los periodistas. Ninguna de ellas le vio la cara, pues llevaba un gorro con orejeras y una bufanda que le cubría el rostro hasta la nariz. Lo más llamativo fue que coincidieron en que el hombre las hirió con un arma blanca. No sabían precisar si era una navaja, un cuchillo de pequeñas dimensiones, un bisturí o una hoja de Gillette. Eso sí, recordaron que llevaba guantes y que les largó un manotazo, como un cachetazo.
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Otra tapa. Tribuna de la Tarde presentó otra edición con este titular y esta foto.
Al otro día, el recordado diario Tribuna de la Tarde y Diario de Cuyo bautizaron al misterioso sujeto como “El Sátiro de la Navaja”. Con ese apodo titularon en la tapa y las sucesivas notas. Se especuló que podía tratarse de un depravado sexual, de ahí eso de sátiro, pero ninguna de las víctimas hizo referencia a manoseos o un intento de rapto. Otros hablaron de un maniaco, una persona con alteraciones mentales o un psicópata, pero era evidente que el desconocido buscaba lastimar a las mujeres, no matarlas. Sobre todo, causarles heridas en el rostro con el posible propósito de desfigurarlas o dejarle una “marca” imborrable.
A la luz de los hechos, “El Sátiro de la Navaja” era un misógino. Un hombre que, por las características de sus ataques, mostraba un odio y desprecio hacia las mujeres. Todo esto quedaba al descubierto por esa serie de episodios denunciados, lo que generó estupor y una psicosis social en la Capital sanjuanina y en toda la provincia.
En la Policía reinaba el desconcierto, nunca antes habían tenido el caso de un atacante serial de mujeres que lo único que buscaba era tajearles la cara. La inesperada irrupción de este delincuente en la escena pública tomó por sorpresa a todos, no sabían dónde buscarlo y tampoco contaban con pistas para seguir sus pasos.
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Busqueda. Los hombres se subían a los techos de las casas buscando a "El Sátiro de la Navaja". Foto de Diario de Cuyo.
Al otro día, el jueves 19 de julio de 1973, “El Sátiro de la Navaja” reapareció en horas de la noche. Atacó a una niña de 13 años en las calles San Luis y Patricia Sanjuaninas. Minutos más tarde hizo lo mismo con una adolescente de 16 años en la intersección de Sarmiento y General Paz. Esta última chica intentó cubrirse y le tajeó el cuello.
Ese derrotero de sangre y violencia continuó en la avenida Rawson, en la Córdoba y Tucumán, en la avenida Libertador y Güemes, y en la Rawson y Cereceto, donde dejó otro tendal de cuatro víctimas. La conmoción despertó también la ira de algunos vecinos que salieron a las calles con garrotes y armas para desatar una cacería humana en la zona de Concepción y en los alrededores de la Plaza 25 de Mayo. Los estudiantes universitarios de la Facultad de Ingeniería organizaron brigadas de seguridad para cuidar a las mujeres.
El entonces Jefe de Policía, Enrique Graci y Susini –investigado por la represión ilegal durante el gobierno provincial de Eloy Camus- llamó a la calma y pidió a la gente que no haga justicia por mano propia y ante cualquier dato que pidan ayuda a los uniformados. Mientras tanto movilizaron decenas de policías para que recorrieran el radio capitalino y mantuvieran una guardia permanente para dar con el extraño sujeto.
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Controles callejeros. La Policía revisaba los autos e identificaba a cualquier sospechoso. Foto de diario Tribuna de la Tarde.
Un testimonio vivo de lo que fue aquello es Rosario José “Charo” Femia, cuñado de una de las primeras víctimas, quien habló con TIEMPO DE SAN JUAN. “Estaba en mi taller cuando llegó mi cuñada a los gritos. Venía llena de sangre, tenía abierta la piel debajo de la mandíbula. Era impresionante. La llevé al hospital Rawson y en la sala de urgencia estaban atendiendo a otra piba a la que el mismo delincuente le había cortado la cara. Ahí empezó a correr la noticia que era serial el tema, que había un hombre que tajeaba la cara a las mujeres. Era un revuelo total”, relató. A su cuñada le tuvieron que hacer treinta y dos puntos de sutura.
“Se corría la bola que este tipo andaba paseándose por esa zona en la oración. Y como estaba muy molesto por lo que había pasado con mi cuñada, yo agarraba una cadena que tenía, me la metía debajo del gabán y salía a caminar por las calles buscándolo. Me decía por dentro: ‘Cuando vea a uno que se parezca (por el agresor), le voy meter unos cadenazos y voy a lustrarle la cara’. Pero nunca pude dar con el tipo”, agregó “Charo” Femia.
El estupor por ese maníaco que andaba suelto en la ciudad continuó y la paranoia parecía extenderse a otras zonas. Así, la Policía recibía noticias de que habían visto a “El Sátiro de la Navaja” en su bicicleta por Rawson, Rivadavia y hasta en los departamentos más alejados.
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Con palos. Un grupo de jóvenes habla con los jefes policiales para organizarse en la búsqueda. Foto de Diario de Cuyo.
El viernes 20 de julio de 1973, no hubo novedades sobre nuevos ataques de “El Sátiro de la Navaja”. Quizás sabía que era el hombre más buscado en la provincia y entonces estudiaba sus próximos movimientos y leía los diarios. Porque cuando muchos creían que se había replegado a raíz de la conmoción pública, el sábado 21 de julio regresó a sus andanzas e hirió a dos chicas en la zona de Concepción, de acuerdo a las noticias que se publicaron en esos días.
No era ningún improvisado. Se las ingeniaba para burlar a la Policía, cometer sus ataques y luego desaparecer como si se lo tragara la tierra. Los investigadores tenían la sospecha de que su radio de acción era la zona norte de la Capital, más precisamente Concepción. Es probable que viviera allí, conjeturaban. Las tareas de vigilancia e identificación de posibles sospechosos se concentraron en esa parte de la ciudad Capital. Incluso hicieron un gran operativo cerrojo en el barrio Cabot, pero no lograron dar con ninguna persona que respondiera a las características del delincuente que buscaban.
Un antiguo jefe policial –que prefirió el anonimato- que en esos años era un joven oficial en una comisaría de Capital, recordó que todos los policías estaban afectados al operativo destinado a capturar a “El Sátiro de la Navaja”. No iban a sus casas y pasaban días enteros recorriendo las calles o buscando algún indicio para identificar a ese maníaco.
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En el Cabot. La Policía rodeo el barrio Cabot bajo la presunción de que el desconocido vivía en esa zona. Foto de Tribuna de la Tarde.
Escurridizo y provocador, “El Sátiro de la Navaja” no daba respiro. La noche del lunes 23 de julio de 1973 volvió a atacar a otra chica en las calles Brasil y Aberastain, en Trinidad. Es decir, jugaba a confundir. A partir de ese hecho, cambió su radio de acción y también el horario que solía atacar. Así fue que el martes 24 de julio sorprendió con la agresión a otra muchacha en horas de la mañana y sobre calle General Paz, cerca de la Central de Policía. Como si su intención hubiese sido la de reírse de los investigadores.
La Policía se vio desbordada, así que empezó a restringir la información. No quería alarmar más a la gente. Aun así, los medios informaron que el jueves 26 de julio de 1973 se registró otro ataque de “El Sátiro de la Navaja” en la avenida Rawson.
A esa altura se barajaba otras hipótesis. Se llegó a sostener que el delincuente contaba con apoyo de otras personas o que los ataques era obra de un grupo de hombres o una organización, no de una sola persona, que buscaba generar el pánico en la ciudad. Hasta se tiró la versión de que posiblemente contaba con un informante dentro de la misma Policía o el apoyo logístico de un auto. Es que le buscaban explicación a la forma en que esquivaba el asedio policial y desaparecía tan rápidamente.
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Las víctimas. Una veintena de chicas fueron asistidas en el Hospital Guillermo Rawson a raíz de los ataques. Portada de Diario de Cuyo.
En los operativos ordenados por el juez Arturo Lerga detuvieron a una decena de sospechosos para investigarlos, pero no les encontraron nada comprometedor. El 31 de julio lograron apresar a un albardonero en el distrito Las Tapias. En un momento existió el convencimiento que podía tratarse de “El Sátiro de la Navaja”. Sin embargo, las sospechas se desvanecieron cuando lo pusieron en una rueda de reconocimiento frente a algunas de las víctimas y éstas aseguraron que su contextura física no coincidía con la del atacante.
En la primera semana de agosto de 1973, ya no se publicó más nada de “El Sátiro de la Navaja”. No está claro si el caso dejó de ser noticia. El último ataque supuestamente había sido el 26 de julio. O existió una orden para que no se publicara más nada del caso y de esa manera silenciarlo.
Es todo un misterio lo que pasó después, como también quién fue ese misterioso hombre al que llamaron “El Sátiro de la Navaja”. Hay una teoría que quedó flotando por siempre: que el atacante era hijo de una familia adinerada de San Juan. Esto dicho por el jefe policial retirado y por el familiar de una de las víctimas, que aseguraron a este diario que eso fue lo que se dijo en ese entonces.
La versión que se instaló fue que lograron identificar al agresor serial, pero sus padres llegaron a un acuerdo con algunas autoridades para que no lo detuvieran. A cambio, lo sacaron de la provincia en secreto con la promesa de que no se volvería a meter en problemas.
Puede que haya sido verdad esa versión. Nunca más se escuchó hablar de otro ataque y el caso de “El Sátiro de la Navaja” pasó a convertirse en una leyenda urbana, tan real como tantas Historias del Crimen, que lleva ya casi cincuenta años y que cada tanto es recordada por los sanjuaninos de mayor edad.
Historias del crimen : satiro de la navaja