Los dos asaltos durante 1996 fueron un mal presagio. En especial el segundo atraco, en el cual los ladrones golpearon a don Máximo con un arma y lo dejaron inconsciente. Y como no hay dos sin tres en esta vida, la historia se repitió un año más tarde. Otra vez entraron a robar, ya no al negocio del veterano, sino a su propia casa y de madrugada. Esa noche, fue la última para el comerciante.
La vivienda de la calle Rivadavia en Villa San Isidro, Chimbas, mostraba un panorama extraño esa mañana del 2 de mayo de 1997. Máximo López solía atender temprano su negocio y el viejo corralón, pero ese día no se veía movimientos en su local. La casa permanecía cerrada y el portón abierto.
Mañana atípica
A media mañana, un vecino contactó a una de las hijas del comerciante y le preguntó si había pasado algo con sus padres. Esto despertó preocupación. En teoría, hasta el día anterior estaba todo bien, conjeturó la joven mujer. Fue así que concurrió a la casa de calle Rivadavia para ver cómo se encontraba la pareja y descubrió un cuadro estremecedor. Máximo López se hallaba tirado en un pasillo entre la cocina y el comedor, muerto y con un balazo en el pecho. Ahí cerca, se encontraba doña Eliana –su madre- sentada y perdida, sin saber lo que había pasado.
La muerte violenta del comerciante de 63 años dejó perplejos a los vecinos de esa tranquila villa situada al norte del cruce de las calles Rodríguez y Tucumán, en proximidades de la conocida “Cueva del Chancho”. Don López era un viejo habitante del barrio. Había nacido en Bolivia. Como muchos de sus paisanos, llegó a San Juan en busca de trabajo y se quedó para siempre. Aquí conoció a Eliana, con quien se casó, tuvo dos hijas y levantó ese negocio de ramos generales que funcionaba en el mismo terreno de la casa.
Don López era un viejo habitante del barrio. Había nacido en Bolivia. Como muchos de sus paisanos, llegó a San Juan en busca de trabajo y se quedó para siempre.
Los policías que llegaron al lugar y el juez Agustín Lanciani, al frente en ese entonces del Segundo Juzgado de Instrucción, no dudaron en afirmar de que estaban frente a un asesinato. En el lugar no encontraron ningún revólver ni pistola. El balazo en el pecho y el hallazgo del cadáver en el pasillo de la casa, daba a entender que el comerciante se levantó de la cama en la madrugada, que quizás intentó enfrentar a él o los agresores y le dispararon sin miramientos.
Sin testigos
La única testigo presencial fue Eliana, la esposa del comerciante, pero no pudo aportar ningún dato a los investigadores policiales. De hacía tiempo la mujer venía enferma y con un deterioro en su salud mental que no reconocía a nadie. Ni siquiera entendía la situación.
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El lugar. La casa donde se produjo el asalto y asesinato está ubicada sobre esta calle, la Rivadavia, en Villa San Isidro en Chimbas.
Los investigadores policiales detectaron otros dos impactos de bala. Uno en el techo del pasillo y otro en la pared de la cocina. Esto último hizo suponer que los asesinos atacaron con furia al comerciante para frenarlo o se pusieron nerviosos al ver que se les iba encima y les largaron los tiros.
Máximo López se hallaba tirado en un pasillo entre la cocina y el comedor, muerto y con un balazo en el pecho.
Unos vecinos aseguraron que escucharon esos tres balazos, pero los estruendos se perdieron en medio del ruido por las ráfagas de viento que corrió esa madrugada y no les dieron importancia. Estiman que el robo y asesinato ocurrió entre las 2 y las 5 de la mañana.
Los ladrones entraron por el fondo de la propiedad. En aquel entonces había un baldío en la parte trasera. Fue así que los ladrones irrumpieron por el patio trasero y abrieron a patadas una puerta que comunicaba al interior de una dependencia de la vivienda, según los datos. Y eran más de dos, por las huellas de calzados que reconocieron.
El móvil del robo
La hipótesis del robo tomó fuerza desde el inicio. Los amigos y vecinos del matrimonio sostuvieron que todos apreciaban al matrimonio. Contaron que don Máximo era tan confiado y solidario que en ocasiones fiaba la mercadería y hasta prestaba dinero a quien lo necesitaba. Es así que no encajaba la posibilidad de un crimen por venganza o por otros motivos.
Además, la pareja ya había sido víctima de otros robos. En una nota publicada por Diario de Cuyo citaron declaraciones de una de las hijas del comerciante, quien relató que su padre sufrió dos asaltos en su negocio durante 1996. Contó que el segundo atraco, ocurrido el 20 de julio de ese año, fue por demás violento. Uno de los ladrones lo encañonó, le pegó con la cacha del arma en la cabeza y lo desmayó.
Una de las hijas del comerciante relató a un diario que su padre sufrió dos asaltos en su negocio durante 1996.
Por su actividad comercial y porque vivía solo con su esposa enferma, resultaba probable que el comerciante fuese un blanco apetecible para los delincuentes de esa zona de Chimbas. De hecho, tras el crimen de don López, quedó la certeza de que los asaltantes se llevaron dinero del local comercial o lo que encontraron a mano. No había desorden en la vivienda y no faltaban artefactos u otros elementos, según señaló la Policía en ese momento.
Sin testigos ni pistas de los ladrones, la investigación se complicó desde el principio. Mientras los policías husmeaban y seguían rastros de posibles involucrados, las hijas de Máximo López no encontraban consuelo. A esto se sumó el agravamiento del estado de salud de la esposa del comerciante, hasta que la tragedia volvió a golpear a la familia: la señora falleció el 24 de junio de 1997; o sea, a menos de dos meses del asesinato de su marido.
Un caso sin resolución
Los medios locales no hicieron un seguimiento del caso, la Policía tampoco dio a conocer sobre detenciones vinculadas al caso del comerciante asaltado y asesinado. Un allegado a la familia reveló que tiempo después se enteraron que apresaron a cuatro sospechosos. Dijo que estos sujetos estuvieron detenidos, pero el abogado César Jofré consiguió que los liberaran y de ahí no supo más de ellos.
Posteriormente surgió el nombre de Mario Malagueño, como principal sospechoso. A partir de algunos datos y pruebas reunidas por los investigadores, todo señalaba que este sujeto fue el que comandó el grupo de asaltantes que entró a la casa de Villa San Isidro y mató al comerciante. Por eso la Justicia pidió su captura.
Lo apodaban “El Cordobés” y en esos años era un peso pesado en el ambiente delictivo, aseguraron quienes lo conocieron. Lo veían mucho en el barrio Aramburu en Rivadavia, pero también se movía en Chimbas. Cuentan que este maleante se destacaba por su gran porte, su altura y sus rasgos bien atractivos, pero, además, porque era muy respetado entre sus pares por su fama de delincuente. Incluso dentro del penal de Chimbas.
El juez Lanciani, que estuvo a cargo de la investigación, mantuvo varios encuentros con la familia del comerciante y les informó que el principal sospechoso era este tal Malagueño. El problema fue que no lo localizaban. Llegaron a poner una recompensa para quien aportara datos concretos para conseguir su captura, comentaron personas que siguieron de cerca el caso.
Es un misterio qué sucedió con Mario “El Cordobés” Malagueño, jamás lo detuvieron. Hay quienes dicen que desapareció de un día para otro de San Juan y se radicó en otra provincia. También corrieron rumores de que Malagueño ya murió. El pedido de captura en su contra continuó vigente por mucho tiempo. De todas maneras, la familia de Máximo López se cansó y con el correr de los años perdió las esperanzas de que el caso se resuelva. Esa propiedad de Máximo López fue vendida, en la actualidad vive otra familia. Hoy sólo quieren olvidar aquella tragedia.