Al rato escuchó los gritos de dolor de su hijo. Al salir a la vereda, constató que era César. El hombre de 37 años se encontraba encogido, con las manos en el abdomen y la camisa llena de sangre. “Papá, Quiroga me ha apuñado”, expresó el joven quejándose de dolor. Para ese entonces ya no estaba el vecino.
De Simone padre no supo qué hacer, le ordenó a su hijo que corriera a pedir ayuda a la urgencia del Hospital Guillermo Rawson. Estaban a menos de tres cuadras del nosocomio. Fue así que César salió retorciéndose en dirección al sur. Su papá entre tanto ingresó a la casa y agarró su hacha por si tenía que enfrentar al vecino agresor y siguió los pasos de su hijo. No pasaban las 20.30 horas de ese miércoles 30 de septiembre de 1970.
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Noticia. El diario Tribuna publicó una nota sobre el ataque sufrido por De Simone.
Un par de enfermeros recibieron a César Marcelo De Simone, que presentaba una profunda herida cortopunzante en el estómago que le había dañado el intestino y el riñón. El joven fue intervenido, pero el cuadro infeccioso desató en él una peritonitis.
La herida había sido producida por un arma blanca, explicaron los médicos, que aportaron otro dato. Les escucharon decir a la víctima que el agresor fue un tal “Quiroga”. Los policías de la Comisaría 1ra tomaron nota. Coincidía con la información aportada por don Luis De Simone, esa que indicaba que la persona que estuvo con César segundos o minutos antes del ataque había sido un vecino de apellido Quiroga.
La madrugada del 1 de octubre, los policías identificaron al sospechoso y allanaron su domicilio en la avenida Rawson cerca de calle Santa Fe. O sea, a poco más de una cuadra de la casa de la víctima. Pablo Dermidio Quiroga, de 56 años, aún estaba algo ebrio y se lo llevaron esposado. Otros policías requisaron su casa, pero no encontraron el cuchillo que presumiblemente ocupó en el ataque.
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El lugar. El ataque sucedió en esta zona que hoy luce de otra forma muy distinta al año 1970.
Los investigadores buscaban testigos. Consultaron en el vecindario y localizaron a una pareja que vio parte de la escena. Un joven y su novia, de apellidos Silva y Marchant, que permanecía sentado en los jardines del boulevard de la avenida Rawson, relataron que observan a los dos hombres dialogando en la vereda.
Por las descripciones, el más joven era César De Simone. El otro tenía más de 50 años, vestía traje oscuro y llevaba sombrero, explicaron. Contaron que parecía que charlaban amistosamente, pero después notaron que ambos empezaron a forcejear. Que el hombre mayor empujó al otro y le aplicó un golpe o lo agredió con algo en el abdomen.
Los testigos afirmaron que segundos más tarde esta persona más joven -por De Simone- comenzó a agarrarse el estómago y gritó. También relataron que el otro sujeto se prendió el saco, miró a su alrededor y se alejó caminando hacia el norte por la avenida Rawson.
En esos instantes se les acercó un muchacho que venía escuchando una radio de transistores, que alarmado, les dijo: “¡Han visto cómo apuñalaron a ese hombre de la vereda!”. La pareja ahí entendió lo que había pasado, aunque juró que no se dieron cuenta que el agresor portaba un cuchillo u otra arma blanca. Lo descubrieron cuando salió el padre del muchacho herido, lo auxilió y partieron caminando hacia el hospital.
La identificación del atacante
Esos testimonios respaldaban la versión del padre de De Simone, además situó a Quiroga en la escena del crimen. La pareja aseguró que el agresor tenía más de 50 años y andaba con traje. Por otro lado, los investigadores policiales averiguaron que el tal Quiroga había estado bebiendo en un asado el miércoles por la tarde y andaba de traje.
Esto fue admitido por el propio Quiroga, hasta reconoció que tuvo un encontronazo con su vecino César De Simone, pero se refugió en que no recordaba nada porque estaba borracho. En realidad, su excusa fue que no sabía qué paso. Recordó que intercambió unas palabras con el muchacho, que mantuvo un forcejeo y lo empujó. Sólo eso, señaló. Aclaró que en esos momentos también estaba presente un sujeto, al que conoce como Albornoz, y cree que él “lesionó” a la víctima.
A todo eso, De Simone se hallaba muy mal herido. Los médicos de apellidos Rampulla y Ferla trataron de estabilizarlo, pero la salud del hombre empeoró día a día y la tarde del 7 de octubre sufrió un paro cardiorrespiratorio que le provocó la muerte.
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El peor final. Así daban a conocer la muerte de César De Simone.
Nadie esperaba tal desenlace y la confusión reinaba en la sala de guardia del hospital de la capital provincial. Entonces volvió a sonar el nombre de Pablo Dermidio Quiroga, el único detenido que desde ese momento se convertía en presunto homicida.
La coartada
El negó ser el autor del crimen. Sin embargo, su declaración lo involucraba directamente dado que él había sido la última persona que estuvo con la víctima antes del ataque mortal. Por otro lado, se justificó afirmando que estaba borracho e insistió que en la escena del crimen estuvo el tal Albornoz.
Tres amigos de Quiroga también declararon y afirmaron que compartieron con él un asado, que bebieron entre cinco y siete litros de vinos y jugaron a las cartas. Francisco Gil, Antonio Portillo y Oscar Mercado –esos amigos- coincidieron en asegurar que Quiroga estaba pasado de tragos, que le quitaron el cuchillo que cargaba en la cintura y que antes de las 20 lo llevaron a su casa en la avenida Rawson. De ahí en más, desconocían qué hizo.
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Escenario. El crimen ocurrió en esta zona de la Capital de San Juan.
Estos testimonios sirvieron a la defensa para sostener que Quiroga no andaba armado y que no tenía motivos para agredir a De Simone. El propio acusado aclaró que conocía al muchacho y si bien no eran amigos, mantenían un trato cordial como vecinos. Eso no salvó al hombre de 56 años de la imputación del delito de homicidio simple y de su encarcelamiento en el Servicio Penitenciario Provincial hasta el juicio.
La absolución
Lo que se pensaba que ya estaba acreditado, sin embargo, dio un giro inesperado al momento del juicio contra Quiroga en el Segundo Juzgado en lo Penal. El juez Wilson Vaca consideró en su veredicto que existieron serias falencias en la investigación y que el caso dejaba muchas dudas.
Puntualmente cuestionó que nunca se encontrara el arma homicida y que no existiera un examen que certificara con certeza el grado de alcohol en sangre del acusado esa noche. Pero en lo que más se detuvo a poner reparo, fue en el hecho de que los investigadores no determinaran el móvil del crimen. Esto porque si Quiroga no tenía razones para agredir a la víctima, por qué lo atacó con un cuchillo. Para el magistrado, esa pregunta resultaba crucial. Por otra parte, a su entender, la versión del padre y de otros dos testigos no eran suficiente prueba para condenar al acusado.
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Primer fallo. Diario de Cuyo publicó la noticia sobre la absolución de Quiroga.
El 10 de octubre de 1972, el juez Vaca firmó la sentencia: absolvió de culpa y cargo a Pablo Quiroga y lo puso en libertad. El fiscal del caso no aceptó el fallo judicial, pues pedía una condena de 11 años de cárcel por el delito de homicidio, y apeló la sentencia.
La condena fue revisada al año siguiente, en 1973, por el tribunal de la Cámara Primera en lo Penal. A diferencia del criterio y las consideraciones del magistrado de primera instancia que absolvió a Quiroga, los jueces Alejandro Fidel Martín, Carlos Graffigna Latino y José Alejandro Hidalgo sostuvieron que las pruebas colectadas alcanzaban para condenar a Quiroga.
Marcha atrás y condena
Para el tribunal, el testimonio del padre de la víctima no podía tacharse de nulo o parcial. Su versión situaba al acusado en el lugar del crimen. Lo mismo que la pareja que lo vio forcejeando y agrediendo a la víctima, por más que no observaran el arma blanca. Era lógico, estaban lejos.
De igual forma, entendieron que el acusado reconoció que estuvo con la víctima y que, aunque negó haberlo acuchillado, admitió que mantuvo un altercado. Aclararon que la ausencia del arma homicida no quitaba mérito a Quiroga con respecto a la autoría del crimen. Sobre la motivación del asesinato, fueron contundentes: “El móvil del crimen no es la base de la condena. La base de dicha condena es el cuerpo del delito, que está absolutamente probado”.
Con estos argumentos, el 13 de julio de 1973 este tribunal dio vuelta el primer fallo que absolvía a Pablo Dermirio Quiroga, dictó una segunda sentencia y lo condenó a la pena de 8 años de cárcel por el delito de homicidio simple.
FUENTE: Sentencia judicial de la Cámara Primera en lo Penal, artículos periodísticos de Diario Tribuna y hemeroteca de la Biblioteca Franklin.