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Historias del Crimen

El asesinato del almacenero de Rawson, el arma policial y dos acusados absueltos por el beneficio de la duda

Dos ladrones mataron a un almacenero de Rawson en un fallido de asalto en 1988. Detuvieron a dos jóvenes y se comprobó que el arma homicida era de un policía, padre de uno de los sospechosos. Aun así, no hubo culpables.

Por Walter Vilca

Un fallido asalto. Un almacenero baleado y muerto. Dos jóvenes detenidos, uno de ellos hijos de un policía. Y el secuestro del arma homicida, que pertenecía a ese miembro de la fuerza provincial. Pero lo que parecía estar claro, no lo fue. El caso por el asesinato del comerciante Alberto Dolores Balmaceda en 1988 nunca quedó resuelto, los acusados fueron absueltos por el beneficio de la duda durante el juicio.

La historia fue tal cual, con el resultado de que a treinta y cuatro años el crimen continúa impune. Los hermanos de ese almacenero están resignados, pero todavía nada les quita ese dolor por aquella muerte incomprensible, como explicó María Elena Balmaceda. “Lloramos mucho por mi hermano. Él era una buena persona y muy trabajadora. Recuerdo que queríamos que siguieran investigando, pero un hermano que trabajó en la Policía nos dijo que dejáramos todo así, que no valía la pena”.

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El negocio. Así se veía la despensa de Alberto Balmaceda al otro día del atraco y asesinato. Foto de Diario de Cuyo.

El negocio. Así se veía la despensa de Alberto Balmaceda al otro día del atraco y asesinato. Foto de Diario de Cuyo.

Alberto Dolores Balmaceda era un albañil de Angaco que se mudó a Villa Barón en Rawson y que con esfuerzo levantó su hogar y su negocio en la esquina de las calles José Dolores y Libertad. Era como un padre para dos de sus hermanas, a las que acogió en su casa y les dio un techo. A sus 64 años seguía soltero y su preocupación pasaba por ayudar a su familia.

Un fallido atraco

Su cabeza estaba puesta en esa despensa, donde la noche del 19 de julio de 1988 dos ladrones intentaron asaltarlo. Balmaceda se encontraba solo. La versión es que, pasadas las 21.30, entraron dos jóvenes y lo encañonaron con armas de fuego. El almacenero aparentemente los enfrentó o intentó escapar, entonces uno de los delincuentes le largó dos balazos. Uno de esos disparos le atravesó el abdomen de lado a lado. Eso asustó a los ladrones, que fugaron sin llevarse nada del almacén de la esquina de José Dolores y Libertad.

Una joven vecina de apellido Fioramonte escuchó las dos detonaciones y se asomó a la ventana de su domicilio para mirar hacia la calle, en ese momento vio a dos jóvenes que abandonaban el negocio corriendo. Ahí observó a Alberto Balmaceda parado en la puerta, tomándose el abdomen.

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Recuerdo. Este era Alberto Dolores Balmaceda, el almacenero asesinado.

Recuerdo. Este era Alberto Dolores Balmaceda, el almacenero asesinado.

En ese preciso instante, Rodolfo Rombola también salió a la vereda al oír los disparos. “Rombola, me han asalto. Venga”, le gritó Alberto Balmaceda. El vecino notó que perdía sangre del estómago y lo sostuvo cuando se desvaneció. Ese y otros vecinos lo escucharon decir: “Me dispararon. Han sido unos mocosos”.

Los policías del Comando Radioeléctrico que llegaron al comercio a raíz de un llamado a la Policía, auxiliaron al comerciante y lo trasladaron en una ambulancia al Hospital Guillermo Rawson. En el trayecto le hicieron preguntas a la víctima, quien dio sus datos personales y reiteró que los atacantes eran “mocosos”, en referencia a que era jovencitos. Agregó que conocía a uno de ellos porque vivía cerca, pero no mencionó nombres ni apodos del ladrón. Los policías tampoco pudieron preguntarle más debido a su grave estado de salud.

Una herida mortal

Alberto Balmaceda fue intervenido quirúrgicamente, pero la bala le había dañado el hígado y otros órganos vitales. Sus hermanos rogaban y lloraban en la puerta del Servicios de Urgencias, pero nada lo salvó. Siendo la 1.15 del miércoles 20 de julio de 1988, los médicos les comunicaron que el almacenero había fallecido.

Los investigadores policiales levantaron en el lugar dos vainas servidas de una pistola calibre 9mm y un revólver calibre 22 corto con el tambor vacío. Después, los peritos establecieron que esas vainas, por la marca de fabricación, pertenecían a proyectiles de un arma de la Policía de San Juan. Por otro lado, no pudieron determinar si el revólver hallado era de los ladrones o del almacenero.

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Familiares. Uno de los parientes del almacenero es entrevistado por un periodista de Diario de Cuyo.

Familiares. Uno de los parientes del almacenero es entrevistado por un periodista de Diario de Cuyo.

Mientras los policías hacían averiguaciones para identificar a los asesinos, de los cuales se decía podían ser jóvenes o adolescentes, un policía de civil de apellido Videla se presentó en la Comisaría 6ta de Rawson para denunciar la fuga de hogar de su hijo de 16 años. A uno de los jefes policiales de la seccional le llamó la atención la sorpresiva desaparición del chico y sospechó que su intempestiva fuga podía tener relación con el fallido asalto y asesinato cometido contra Balmaceda.

Ese policía le preguntó al agente Videla si poseía la pistola reglamentaria provista por la repartición. Este respondió que sí. Explicó que, si bien estaba de carpeta médica, la tenía guardada en un ropero de su casa desde hacía días. Fue ahí que el jefe policial le solicitó si podían buscarla e inspeccionarla por un hecho que estaban investigando y él no puso reparo.

El arma homicida

Una comisión policial acompañó a Videla hasta su casa en Pocito para revisar el arma. Lo llamativo fue que comprobaron que le faltaban 4 de las 13 balas que contenía el cargador. El mismo agente se sorprendió, pues aseguró que el cargador estaba completo, que no entendía cómo fue que desaparecieron esos proyectiles del arma. Esta fue la primera pista que puso bajo sospecha al hijo del policía, de quien se desconocía su paradero por esas horas.

El mismo día 20 de julio de 1988, el adolescente apareció en su casa y su madre lo acompañó a la comisaría de Villa Krause para dejar sin efecto la denuncia por su desaparición. Ahí se produjo otro hecho clave, que luego fue tomado como muy confuso.

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En la actualidad. Hoy funciona un minimercado en la esquina donde funcionaba la despensa de Balmaceda.

En la actualidad. Hoy funciona un minimercado en la esquina donde funcionaba la despensa de Balmaceda.

De acuerdo a la causa judicial, el inspector Hugo Veragua los recibió en la seccional y charló unos minutos con el adolescente en una oficina. Según declaró el oficial, el chico de 16 años confesó que sacó la pistola 9 mm de su padre policía que estaba en la casa, se la prestó a su amigo el “Chileno” Zalazar” y juntos fueron a asaltar al dueño del almacén de la esquina de José Dolores y Libertad en Villa Barón.

En ese relato del policía, el jovencito le reveló que el portaba un revólver. Que encañonó al comerciante para exigirle el dinero, pero éste quiso manotearle el arma y su amigo Zalazar le largó dos disparos con la pistola que llevaba. Además, confirmó que no robaron nada y escaparon por calle Libertad en dirección al Sur. Por otro lado, contó que primero se separaron, pero luego se reunieron en la casa del otro joven. Según esa versión, Zalazar le devolvió la pistola, él regresó a su casa y la guardó en el mismo lugar de donde la sacó.

Los dos acusados

El oficial Veragua comunicó urgente a sus superiores lo que acababa de escuchar. Ese día, el juez Raúl Iglesias ordenó la detención del adolescente de 16 años y pidió la captura del otro joven, de apellido Zalazar, de 18 años. Este último también había desaparecido de su casa en Pocito.

En todos los medios de comunicación se divulgó el nombre de Zalazar como la persona que buscaban por el asesinato de Balmaceda. Concretamente afirmaban que era el autor del disparo mortal. Eso sirvió de presión, dado que a la semana el joven se entregó voluntariamente en compañía de su madre. Sin embargo, Zalazar jamás admitió haber participado del ataque criminal.

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En el recuerdo. María Elena Balmaceda conserva esta foto de su hermano fallecido.

En el recuerdo. María Elena Balmaceda conserva esta foto de su hermano fallecido.

En su declaración sostuvo que escapó de su casa porque se peleó con su papá y partió a Buenos Aires con la idea de iniciar una nueva vida, pero se vio obligado a regresar porque le avisaron que la Policía lo estaba buscando por un asesinato.

Las pruebas que no eran tal

Con la detención de Zalazar, los investigadores y la familia Balmaceda creyeron que el caso estaba resuelto. Pero al poco tiempo empezaron a aparecer los puntos débiles de la investigación. Por ejemplo, del expediente se desprende que no le habían practicado la prueba de Dermo Test al adolescente, detenido a las horas del crimen, para saber si hallaban restos de pólvora en sus manos.

Por otra parte, no había nadie quien aportara datos precisos sobre el fallido asalto y el asesinato. Los vecinos que declararon en la causa afirmaron que no vieron a los ladrones. La chica que los vio correr no pudo describirlos porque era de noche y estaban lejos y de espaldas. Sólo dijo que eran jovencitos, por su contextura física.

Además, el chico Videla luego se abstuvo de declarar en sede judicial y su defensor sostuvo en todo momento que el relato del oficial Veragua fue un invento para atribuirle su participación en el crimen. De la misma manera, Zalazar siguió con su postura de negar cualquier relación con el atraco y asesinato.

Para el juez que enjuició a los dos acusados, la prueba existente en la causa no era suficiente para demostrar la autoría de ambos en el crimen.

Aun así, la prueba fundamental era la pistola calibre 9 mm marca Browning del agente Videla, el padre del adolescente de 16 años, secuestrada en la causa. La pericia balística confirmó que las vainas servidas encontradas en la escena del crimen pertenecían a esa arma. O sea, el balazo que dio muerte a Alberto Balmaceda y el otro disparo que impactó en una pared del negocio habían salido de esa pistola provista por la Policía de San Juan.

Para el juez que instruyó la causa, esta última prueba vinculaba directamente al adolescente y a su amigo en el homicidio. No así para el juez Juan Carlos Peluc Noguera, que juzgó a Videla y Zalazar en 1989 por los delitos de tentativa de robo y homicidio agravado, que afirmó que esa prueba no era suficiente para probar la autoría de ambos en el crimen.

Este magistrado argumentó que no había testigos que los reconocieran como los autores del hecho. Agregó que la víctima no identificó a los asaltantes ni aportó detalles del hecho antes de morir. Sumado a esto, para él la declaración del policía Veragua era dudosa y ningún otro policía escuchó la supuesta confesión del adolescente.

También cuestionó la prueba de la pistola. “El sólo acercamiento que el menor tenía con el arma y la posterior certificación de que los disparos mortales se efectuaron con ella, no bastan a mi juicio para señalarlos como autores del homicidio…o que este haya sido perpetrado por otra persona”, para lo cual debía “existir certeza”, señaló en una parte de su sentencia.

Historias del Crimen: Caso Balmaceda

Sin culpables

Concretamente sostuvo que los indicios fueron insuficientes y que la autoría “no ha sido debidamente probada. Ni la confesión es suficiente por sí misma, si no es corroborada por las otras pruebas”. Además, aclaró que los jóvenes no contaban con antecedentes penales y gozaban de buen concepto vecinal.

Así, el juez Peluc Noguera afirmó que la investigación dejaba muchas dudas y las pruebas no alcanzaban para acreditar la responsabilidad del adolescente y al joven en el asesinato del almacenero Alberto Dolores Balmaceda. Con ese argumento, dijo que la duda favorecía a los acusados y declaró a ambos absueltos de culpa y cargo.

El 13 de julio de 1989, Videla y Zalazar recuperaron la libertad. Y por más que la familia Balmaceda reclamó contra el fallo y pidió que la causa se siguiera investigando, el caso continúa impune a casi 35 años del hecho.

FUENTE: Sentencia judicial, artículos periodísticos de Diario de Cuyo y hemeroteca de la Biblioteca Franklin Rawson

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