Deudas en un emprendimiento inmobiliario, un salvataje de 1 millón de dólares de manos de supuestos financistas extranjeros -con dinero no declarado- que nunca llegó y un engaño que le terminó costando 80 mil dólares a tres sanjuaninos. En moneda nacional, algo más de 91 millones de pesos. Todo esto tiene la trama que hay detrás de la increíble y millonaria estafa que sufrieron esos tres empresarios, cuyos nombres ahora no se quieren divulgar desde la Justicia, a diferencia de otros casos.
El comentario que circula en Tribunales es que serían empresarios muy reconocidos en San Juan, por eso hay protección de los funcionarios judiciales. Tanto secreto también se debe a que estos “hombres de negocios” cayeron como niños en la trampa de esa banda de estafadores colombianos –otros afirman que son venezolanos- que le dejaron una caja fuerte con puro papeles y lo embaucaron con miles de dólares.
Lo cierto es que el fiscal Nicolás Albo, de la UFI Delitos Informáticos y Estafas, se excusó con que la investigación recién empezaba y no podía revelar los nombres de los tres damnificados ni brindar detalles del caso. Sin embargo, hay otros hechos de mayor o igual magnitud en los cuales se conocieron las identidades de las víctimas.
La denuncia por el fraude millonario fue hecha en la Central de Policía y ahora está en manos del personal de la UFI Delitos Informáticos y Estafas.
Por el ejemplo, el del gran robo al edificio Derby en el centro sanjuanino en febrero de 2021. Según las versiones judiciales, esa vez robaron 100 mil pesos y 65 mil dólares al empresario y dirigente político Martín Turcumán. Otro caso es el del empresario Pedro Pérez, a quien le sustrajeron 40 mil dólares y joyas de su casa en Capital, en diciembre de 2023. También está el fraude de 274 millones de pesos a la firma Trielec, este año. Y sobran los ejemplos, pero en la estafa millonaria de esta semana, los nombres de las víctimas se guardan bajo siete llaves.
En la calle circula la versión de que estos empresarios tienen un negocio inmobiliario y los números no les cerraron. Por esa razón fue que hace meses empezaron buscar a alguien que les arrojara un salvavidas financiero por fuera del sistema bancario e impositivo para tratar de cumplir sus compromisos. En ese andar tomaron contactos con esos colombianos o venezolanos, que se presentaron como un grupo inversor con sede en Buenos Aires que le podía prestar 1 millón de dólares.
Hubo muchos contactos telefónicos hasta que cerraron el trato y los financistas acordaron traer el dinero a San Juan, con la condición de que pagaran 80 mil dólares por gastos de gestión o garantía. En principio eran dos los empresarios sanjuaninos interesados en el préstamo, pero éstos después buscaron a otro socio local para que pusieron los dólares exigidos por los prestamistas.
Lo único que tiene los investigadores son las descripciones de los tres sujetos que llegaron a San Juan con la caja fuerte y los números telefónicos a través de los cuales se comunicaban con ellos.
Los tres extranjeros arribaron el martes 12 de noviembre con una caja fuerte portátil que supuestamente contenía el 1 millón de dólares y se reunieron con los tres sanjuaninos en un edificio de la Capital de San Juan, según voceros de la causa. En ese encuentro, los colombianos o venezolanos anunciaron que también habían citado a un contador para que dejara sentado todo por escrito y entregara el dinero en presencia de todos con el fin de dar transparencia a la operación. Mientras tanto pidieron los 80 mil dólares de garantía.
Lo del contador era el anzuelo y también la trampa. La espera se hacía larga y el profesional no llegaba. En un momento dado, los supuestos prestamistas dijeron que iban a salir por un rato y dejaron la caja fuerte el millón de dólares hasta que volvieran. No querían despertar sospechas. Eso sí, se llevaron los 80 mil dólares que les entregaron los empresarios.
Estos jamás pensaron, o al menos en ese momento no sospecharon, que estaban siendo víctimas del cuento del tío. Pero el tiempo pasaba y los “prestamistas” no regresaban. Ahí, los sanjuaninos comenzaron a desesperarse y llamaron a un cerrajero, quien abrió a la fuerza la caja metálica que dejaron los desconocidos. Cuando vieron qué había en su interior, descubrieron que había caído en una gran estafa. Adentro había fajos con papeles cortados en forma de billetes, con unos pocos dólares encima para disimular.