A lo largo de 227 páginas, la autoridad realizó un minucioso detalle de cada aspecto del caso que generó revuelo adentro y fuera de la justicia local, dado que quien se sentó en el banquillo de los acusados durante casi tres años fue uno de los impulsores del sistema judicial que lo juzgó. Parisí dirigió la Unidad Conclusiva de Causas como así también fue coordinador de Flagrancia en sus inicios, por lo que fue mentor de varios funcionarios judiciales que hoy tienen jerarquía.
Cómo fueron los hechos
Según consideró Parra, lo que disparó el conflicto y sus posteriores consecuencias fueron los celos incontrolables de Parisí y su posición predominante sobre su pareja, que generaron que al principio ejerciera un control estricto sobre todos los aspectos de la vida de su pareja, lo que incluía su vestimenta, la comida y los cuidados físicos y estéticos. El encartado no sólo definía, por ejemplo, qué color de pelo debía tener la víctima, sino también le controlaba el peso corporal y le indicaba qué rutinas de ejercicios debía hacer. Y, luego, propiciaron el paso hacia la violencia física.
Para la jueza se probó que el 22 de noviembre de 2021, el acusado le revisaba el celular a la víctima cuando descubrió un mensaje que no le gustó. Un hombre la había saludado a través de las redes sociales y, como ella le respondió con un "hola, bonito", lo hizo estallar de ira. Además de los reproches y de los gritos, el sujeto le propinó una brutal paliza no una, sino dos veces.
Acorde expresó la resolución, primero la agredió con golpes de puño y patadas, juntó sus pertenencias en bolsas de consorcio, la corrió de su departamento y se marchó. Como la mujer se encontraba en shock y sin las llaves del departamento de su madre, situado en el mismo piso del edificio donde convivían, se quedó en el lugar y, por ello, cuando el agresor regresó le dijo: "¿Todavía estas acá?, quiero que te vayas”.
Frente a las contestaciones de la víctima y sus intentos por calmarlo, la furia de Parisí se encendió y la golpeó otra vez. "La escupió dos veces en la cara y le decía 'sucia'. También le dijo '¿vas a ir a CAVIG, después te vas a bancar todo?; yo te voy a denunciar', sostuvo el fallo.
La plataforma fáctica que pronunció la jueza señaló que sacó un cuchillo tipo katana, pues el acusado tenía una colección de este tipo de objetos de la cultura oriental, y se lo apoyó en la espalda -provocándole un leve corte- al mismo tiempo que la amenazaba de muerte. “¿Querés que te mate?, te voy a matar”, le advirtió.
Una a una, las pruebas que hundieron a Parisí
Que convivían y tenían una relación de pareja quedó demostrado en el debate para la jueza, que valoró los testimonios del entorno de la víctima y el victimario. Lo mismo ocurrió con el hecho denunciado, el cual a pesar de haber sido cometido en un contexto de intimidad, las pruebas que se produjeron dieron veracidad al relato de la denunciante.
Así lo manifestó en el dictamen cuando declaró: "Tal y como sucede en la mayoría de los casos de violencia familiar, no existen testigos presenciales del momento exacto en que ocurrieron los hechos. Sin embargo, esta particularidad no le quita veracidad a lo expresado, ya que los estándares probatorios en los delitos de género son variados".
En ese sentido, agregó: "Los datos aportados por quienes pueden tener contacto con las víctimas, en los momentos previos o posteriores a los hechos, al igual que los informes médicos, psicológicos y otros elementos probatorios son de vital importancia y permiten construir un contexto. Considero que el relato de la denunciante resulta creíble y veraz".
Asimismo, la magistrado, que admitió que es trabajo de la defensa técnica negar los hechos en favor del acusado, aseguró que su aporte no le permitió descreer de lo relatado por el Ministerio Público. "No he encontrado puntos débiles en su argumentación que me lleven a concluir que lo expresado por M.F.S es falaz", dijo.
A su vez, cuestionó la postura de la defensa, ejercida por Ivana Salas y Rodrigo Aguirre, por juzgar la conducta de la víctima que llamó a Parisí cuando esté partió tras la primera golpiza y de permanecer en el departamento. "Lo cierto es que en ambos casos se está juzgando la conducta de la víctima con la visión de quien no está inserto en esa realidad. Mario Parisí sabía que ella no poseía esas llaves, por lo que no responder fue una actitud deliberada de tortura, que tuvo como fin hacerla sentir que ni siquiera tenía la posibilidad de resguardarse de futuras agresiones. Le decía que se fuera, pero le negaba la posibilidad de hacerlo. Una muestra más de la violencia psicológica ejercida por el acusado", sentenció.
Tampoco quedaron dudas para la jueza sobre lo que aconteció después de la agresión, ya que todas las personas que la vieron el día posterior a los hechos coincidieron en el relato y afirmaron que la víctima no estaba decidida a denunciar. De hecho, fue su círculo íntimo la que la condujo a hacerlo. "Intentó ocultar los hechos, no había decidido qué hacer, ni siquiera comprendía qué había pasado. Esta no es la conducta propia de alguien que busca venganza, como menciona la defensa en su alegato de clausura. Más bien es la reacción de alguien que sigue queriendo preservar a su agresor", declaró.
Es que la denunciante, al día siguiente de la golpiza, primero habló con profesionales cercanas a una amiga suya que trabaja en la Defensoría del Pueblo, pero evitó dar hasta su propio nombre. Fue por eso que su amiga, más tarde, ese mismo día la convenció de llevarla al CAVIG para radicar la denuncia. El 23 de noviembre se presentó en la sede de Av. Alem y Rivadavia y, tras idas y vueltas en una larga noche, finalmente, lo denunció a las 2 de la madrugada del 24 de noviembre.
La propia jueza manifestó en el escrito que las lesiones que sufrió la víctima, que fueron descriptas en los informes médicos, fueron alrededor de veinte. La mujer que la acompañó mientras hacía la denuncia, la ayudó a quitarse la ropa para que el médico legista la revisara y, como testigo durante el debate, aseveró que tenía "el pecho moreteado, puños en la espalda, un corte de cuchillo en la espalda, la parte del pelo inflamada".
Incluso, el propio amigo de Parisí, el médico Jorge Gil, que la visitó e intentó sobornarla con 4.600 dólares y pasajes al exterior, confesó que le observó golpes en el cuerpo. Dijo que vio “muy pocas lesiones”, que podía haber moretones, lesiones leves, pero que no había lesión de un cuchillo.
Sobre el allanamiento en el domicilio del acusado, que resultó negativo porque no se halló el arma blanca mencionada, la jueza consideró que por el conocimiento que tenía Parisí del sistema penal, el cargo y función que ocupaba dentro de la estructura tribunalicia, le permitió anticiparse a los tiempos y darse cuenta de que debía retirar de su departamento todos los objetos que comprometieran su responsabilidad procesal.
La personalidad de Parisí y la asimetría de poder
Sobre estos dos puntos, la jueza en su sentencia fue contundente. "El pensamiento de Parisí es sostenido y lineal. Su pareja es su posesión. No tiene entidad propia, ni poder de decisión. El debe poder decidir incluso sus publicaciones en redes sociales, y el tenor y contenido que les asigna a sus sentimientos. Resulta evidente que la dinámica de la pareja requería que ella estuviera el servicio de su pareja, sin límites horarios", pronunció.
La magistrado hizo hincapié en las formas en que Parisí trataba a su pareja, que la quería hacer bajar de peso, le exigía que estuviera siempre bien vestida, que le controlaba las amistades y que ya le había advertido que, si no hacía lo que él quería, podría representar un problema. "En un cuaderno le ponía la rutina todos los días. Compró una balanza para que se pesara todos los días al levantarse y sin ropa. Ella tenía que estar perfecta, más rubia. Si iba a la peluquería, le preguntaba que se iba a hacer, y que le mostrara los colores, todo lo supervisaba", detalló y siguió: "Respecto a las exigencias dentro del departamento, relató que tenía que usar tacos, y cuando se ponía una remera, le pedía que usara algo más sexy".
Los gestos que tenía el acusado con su compañera, para la autoridades, fueron una muestra de la violencia que ejercía. "Es simplista pensar que lo que se reclama con la alusión a no tolerar la violencia de género transforma al hombre y a la mujer en rivales eternos. Que tener un cuidado y atención hacia una pareja es discriminación inversa. Lo que se cuestiona es que esos gestos sean la máscara y la antesala de la violencia. Que esas expresiones de atención, respeto y cuidados necesarios en cualquier relación tengan como fin tener engañada y confundida a una persona, impidiéndole reconocer donde termina el cariño y donde comienza el abuso y la degradación", resaltó.
Respecto a la asimetría de poder que señaló, sostuvo: "Según relata la denunciante, la convivencia continua se inicia a partir de un llamado telefónico que Mario Parisí le hace desde un viaje, donde le dice que quiere que se mude con él y que espera que cuando el regrese ella haya mudado todas sus pertenencias. Ya en ese llamado se puede advertir el contexto. Ella estando a su servicio, sin ocasionarle trabajo ni problemas. Que se mude sola, que cuando él llegue esté todo listo y solucionado, sin su participación, solo con su aprobación".
En ese contexto, añadió: "Parisí se había anticipado, y en conversaciones con su pareja siempre le repetía 'más vale que yo no te encuentre nada ahora porque no sé cómo reaccione'. Entiendo que detenerme en valorar y explicar acerca de si la tarea de “revisar” el celular de una pareja es innecesario, la sólo mención a ello ya deja en evidencia lo abusivo y desproporcionado de la conducta (cuando le leyó el mensaje)".
Parra manifestó que, mas allá de la falta de autocontrol y lo desmedido de la reacción, el mensaje del acusado era claro y contundente: la víctima se había sobrepasado los límites fijados y la consecuencia era eliminarla, de su vida, de su casa.