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Historias del crimen

El asesinato por encargo contra el reconocido hockista Alejandro Rodríguez

El “Cabezón”, como lo apodaban, fue asesinado de un balazo una noche de 2007. La familia y algunos cercanos suyo vincularon el ataque a la relación que el ex campeón del mundo tuvo con una mujer casada. El caso aún sigue sin resolverse.

Por Walter Vilca

El escenario, un oscuro pasillo. Un asesino agazapado en una noche de otoño. El blanco del ataque, un reconocido deportista. Un inocente niño de testigo casual del crimen. El claro móvil de la venganza, por un posible trasfondo de tinte pasional. Y un misterio jamás revelado.

Los típicos componentes de una novela policial, sólo que aquí todo fue real. La madrugada del 10 de abril de 2007, un desconocido ejecutó a balazos al ex campeón del mundo de hockey sobre patines Alejandro “Cabezón” Rodríguez. El caso es uno de esos crímenes que sacudió a los sanjuaninos por lo alevoso del ataque, pero también por la confusa trama nunca resulta y porque el asesino y sus mentores aún caminan impunes a 14 años de aquel asesinato en el barrio Aramburu.

El “Cabezón”, a sus 38 años, era un hombre que las había vivido casi a todas. Un destacado jugador de hockey sobre patines que conquistó un campeonato mundial en Brasil y la medalla olímpica de oro en Barcelona. Un sanjuanino que residió y jugó en importantes equipos de Europa, que tuvo tres hijos con su primera pareja y otro niño con su última mujer. Un apasionado en lo que hacía y temperamental en la cancha como en la vida. Un tipo que tenía problemas comunes como todos, que no poseía vicios ni andaban mezclado con la delincuencia, pero que aparentemente se había metido en una complicada relación con una mujer comprometida. Al menos, eso es lo único de lo que pueden sospechar sus allegados a la hora de buscar explicación a tamaña agresión.

El primer atentado

Muchos secretos se los llevó consigo. Estaba amenazado de muerte. Ya se había salvado una vez. El sábado 17 de febrero del mismo 2007, recibió el primer mensaje concreto que iba en serio. Un desconocido emboscó a Rodríguez, cuando llegaba a pie en compañía de su hijo menor a su departamento en el barrio Bardiani en Trinidad, Capital. Le efectuó cinco tiros a quemarropa. Dos disparos de los disparos impactaron en sus piernas y otro en un brazo, pero no logró matarlo.

Esa fue la antesala de su pesadilla. Días después, alguien llamó a su casa y dejó una clara amenaza a su pareja: le dijo que la próxima vez no fallarían. Aquella vez no esclarecieron el atentado y el juez de instrucción Leopoldo Zavalla Pringles dispuso poner una custodia policial a Alejandro Rodríguez en salvaguarda de su vida.

Sabía que corría peligro, de modo que no quiso exponer a su mujer y a su nene. Fue así que se mudó a la casa de su madre en un monoblock del Area II del barrio Aramburu, en Rivadavia. Pensó que eso descomprimiría la situación, quizás despistaría a los que intentaban dañarle. Los días y semanas siguientes hicieron que se relajara. La versión de la Policía fue que él mismo pidió más intimidad y acordó horarios más flexibles para la custodia, cosa de no andar siempre con un policía al lado. Entonces redujeron la vigilancia a los días hábiles y sólo durante horas desde la tarde a la noche. La familia sostiene que, en realidad, la custodia que le designaron nunca fue estricta y en ocasiones lo dejaban desprotegido.

En la familia todavía tienen la sospecha que pudieron haber liberado la zona a propósito. O es posible que se confiaron y supusieron que nada pasaría. Como el lunes 9 de abril de 2007. Esa noche, Rodríguez buscó a su hijo y lo llevó a ver el partido de su equipo de hockey, el Club Deportivo Aberastain de Pocito, al cual dirigía. Ganaron ese encuentro. Salió contento y despreocupado de la cancha, tanto que en el camino no puso reparo en que el policía que lo cuidaba se quedara en otro lugar y no fuese con él hasta su casa. Un hermano de Rodríguez todavía insiste en que fue muy extraña la excusa del policía para no acompañarlo, dado que argumentó que se le había dañado el auto y dejó solo al hockista junto a su pequeño hijo.

Noche fatal

Así fue que Rodríguez y su nene llegaron en su auto al barrio Aramburu. Estacionó el coche frente al monoblock 9. Eran pasadas la 0 hora del martes 10 de abril de 2007, cuando entró por un pasillo y caminó hasta la entrada al edificio. A pocos metros de la puerta del departamento de su madre, apareció un hombre en medio de la oscuridad y sin darle tiempo de nada le largó tres disparos. El niño alcanzó a correr para protegerse. El “Cabezón” Rodríguez cayó de un fulminante balazo que le atravesó el pecho. Otros dos proyectiles le pasaron de cerca.

El asesinó fugó a toda prisa sin dejar rastros. No se sabe si andaba con otra persona o si lo esperaban en algún vehículo, que es lo más probable. El hijo de Rodríguez fue el único testigo presencial y alcanzó a ver al atacante, pero no lo conocía. Por las vainas servidas y los plomos que encontraron, se determinó que utilizaron una pistola 9 milímetros.

Esa madrugada, Alejandro Rodríguez moría en la guardia del Hospital Guillermo Rawson y se abría el misterio en torno a su asesinato. La Policía y el juez Guillermo Adárvez, que tomó intervención en la causa, no descartaron nada. Pero no hacía falta pensar demasiado para desechar ciertas teorías. La del robo no podía ser, estaba claro que el agresor fue directo a matarlo. La hipótesis de la venganza entonces tomó fuerza. Qué motivos podían tener para asesinar al ex campeón mundial de hockey, se preguntaban.

Las sospechas

Resulta inverosímil sospechar que tuviese que ver con disputas deportivas. Por otro lado, no tenía vicios del juego ni tenía relación con el mundo de las drogas y tampoco cargaba deudas importantes como para suponer que venía por ahí.

Las sospechas volvieron sobre el mismo punto: la de un atentado orquestado por un hombre despechado a raíz de la relación de su mujer con Rodríguez. Sus allegados y familiares reforzaron esa línea investigativa. Recordaron que tiempo antes del primer atentado, un abogado que es hijo de un ex jefe policial fue a buscar al “Cabezón” a una cancha de hockey y lo increpó porque se veía con su esposa. José Rodríguez afirmó que, por lo que su hermano, en esa ocasión discutieron y terminaron a las trompadas. Es más, el ex campeón de hockey les aseguró que dio una paliza a ese hombre y éste juró que iba a matarlo.

El hermano. José Rodríguez junto a su familia sigue exigiendo que el crimen de Alejandro se resuelva.

Después vino el ataque del 17 febrero en el que lo hirieron a balazos, hecho que relacionó justamente al problema que tuvo con el letrado. Y más tarde, su asesinato en los primeros minutos del 10 de abril de 2007. En la Policía y en la Justicia apuntaron en esa dirección. Tanto fue así que, al otro día de la muerte del “Cabezón” Rodríguez, los investigadores allanaron el estudio de ese abogado y la agencia de seguridad privada de su familia. Buscaban armas o indicios de posibles vínculos con el crimen. Lo único que incautaron fue un celular.

Idas y vueltas

Juan Rodríguez, el papá, reiteró en sucesivas declaraciones a los medios que estaban convencidos que el móvil del asesinato venía por ese lado. El entonces jefe de la Policía, Miguel González, y el subjefe Roberto Castro le dieron su palabra que resolverían el caso. Pero todo fue muy raro, porque existían testimonios que relacionaban el ataque con ese incidente del abogado. Hasta hoy, algunos viejos policías que trabajaron en la causan no entienden por qué no se lo detuvo ni se lo indagó. Fuentes judiciales explicaron que el juez Adárvez no encontró elementos o pruebas concretas para imputarle el asesinato. También es real que ciertos testigos no declararon en sede judicial, lo que dijeron a la Policía en primera instancia, señaló un vocero. Es que existía temor en algunos de ellos. Por eso también ofrecieron recompensa para aquel que aportara datos o pistas sobre el crimen, pero todo fue en vano.

La investigación continuó. Hubo seguimientos, escuchas telefónicas y pedidos de informes sobre las comunicaciones de los posibles sospechosos. Los pesquisas elaboraron un identikit del asesino a partir de la descripción que dio el hijo de Rodríguez sobre el sicario. Porque a esa altura, el convencimiento fue que se trataba de un crimen por encargo ejecutado por un asesino contratado por otra persona.

Sin rumbo

La familia empezó a desesperarse. Pasaban los días y no había detenidos. En el medio, hubo un par de marchas por el centro sanjuanino exigiendo el esclarecimiento del caso. El 15 de marzo de 2007, la Policía detuvo a un hombre de apellido Castro bajo la presunción de que actuó en la trama criminal. Contaba con antecedentes penales. En su casa secuestraron dos revólveres y objetos presumiblemente robados. Pero las armas no eran las utilizadas en el asesinato. Al poco tiempo debieron liberarlo debido a que no le encontraron nada que lo relacionara con el caso Rodríguez.

En la Policía dicen que investigaron a todos, inclusive al suboficial que estaba a cargo de la custodia del hockista. Sobre esto, José Rodríguez contó una situación que hasta la fecha le despierta sospechas. “Este custodio, a dos días del entierro de Alejandro, me llamó muy acongojado. Me citó a la 1 de la mañana a la altura del regimiento, por avenida Libertador. Antes de que pudiera hablar con él, lo interceptó la Policía y nunca más supe de él, tampoco me enteré lo que quería confesarme”.

Los Rodríguez no perdían las esperanzas que la Justicia encontrara a los responsables, pero la realidad y el tiempo los fue superando. El abogado al que apuntaba la familia se mudó de la provincia junto a su mujer. La investigación supuestamente no se detuvo. En un testimonio dado en 2009, el papá del “Cabezón” decía convencido que los investigadores policiales sumaban pruebas y reforzaban las sospechas iniciales. Por el contrario, eso no se tradujo en hechos concretos y la causa pasó al olvido.

A 14 años del asesinato de Alejandro “Cabezón” Rodríguez, el caso sigue impune. “La verdad la sabemos, los que no están presos son el autor y el instigador. Como siempre ocurre en estos casos, y más en este, entran en juego los poderes”, expresó José Rodríguez, que recuerda con dolor la muerte de su hermano y no olvida que los asesinos andan libres. Hace menos de un mes que falleció su madre, que también partió sin ver que hicieran justicia.

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