“El Viejo Sosa” y sus dos asesinatos en Villa San Damián
Un hombre mayor, movido por su odio y despecho, quiso asesinar a su ex pareja. Sin embargo, por un error que no estaba en sus cálculos, terminó provocando la muerte de dos jovencitos en octubre de 1972.
Pasaron casi 48 años y hay quienes olvidaron su nombre, pero no de los dos asesinatos que cometió. Es la historia de un veterano al que llamaban “El Viejo Sosa” que, despechado y dolido por la partida de su ex pareja, buscó desquitarse de ella a través de una mortal dosis de veneno. Esa fue su intención, pero por un error que no estaba en sus cálculos, su macabro plan terminó cobrando las vidas de un joven con capacidades diferentes y un adolescente de la Villa San Damián en Rawson.
Esta es la crónica sobre un hombre que cambió ese supuesto amor que sentía por una mujer, Josefa Zunilda Esquivel, por un odio que se convirtió en una obsesión criminal allá por 1972. Una manía asesina que comenzó a madurar en la mente de Silvano Sosa a mediados de ese año después de que ella decidió dejarlo y regresar a su casa en Villa San Damián.
Los relatos extraídos de los recortes periodísticos y la causa judicial, señalan que ambos fueron pareja. Que Josefa Esquivel y sus hijos, entre ellos Pedro -que tenía 20 años y retraso madurativo-, vivieron un tiempo en la casa de Sosa en la calle Quiroz en Villa Krause. Pero un día esa relación sentimental entre el veterano y esa mujer de 40 años se acabó. Hay quienes dijeron que lo dejó porque el anciano quiso propasarse con la hija menor de Josefa. Lo real también fue que Josefa se enamoró de otra persona y optó por encarar una nueva vida.
Un rencor asesino
Sosa, con 70 años y dueño de un mal carácter, se sintió traicionado en su orgullo. El rencor parecía quemarlo por dentro y no dormía pensando en una venganza, tanto que, con los días y semanas, empezó a pergeñar la forma de deshacerse de esa mujer a la que llegó a odiar.
Así fue que se le ocurrió asesinarla de una manera que nadie lo descubriera. En ese afán, probó enviándole comida con Folidol, un potente veneno e insecticida ocupado para las plagas. Los testimonios recogidos indican que lo intentó un par de veces, pero no logró su cometido. Sucede que, aparentemente, Josefa sospechó de los extraños presentes de “El Viejo Sosa” y nunca comió esas porciones de alimento que le enviaba. Además, porque en una ocasión le dio la vianda a su gato y al rato el animal apareció muerto.
La mujer no se lo contó a nadie, quizás por miedo o porque supuso que en algún momento el veterano iba a olvidar todo. Pero “El Viejo Sosa” no se detuvo y repitió la maniobra la tarde noche del martes 24 de octubre de 1972. Y para ello usó a Pedrito, el hijo mayor de Josefa. Sí, ese jovencito con capacidades diferentes que de vez en cuando seguía visitándolo. Aprovechándose de su inocencia, le pidió que llevara a su madre una pizza y una botella con jugo que había preparado. Lo que no sabía ese chico era que esas porciones y el jugo tenían Folidol.
Pedrito partió contento hacia su casa en Villa San Damián llevando ese aterrador presente. En eso que pasaba por la calle Juan José Paso, en dicho barrio, se encontró con José Marinero y sus otros hermanastros.
Pedrito era hijo de una relación ex matrimonial entre un vecino de apellido Marinero y Josefa Esquivel muchos años atrás. Ese hombre tenía esposa y otros hijos en la misma Villa San Damián. Y pese a que las mujeres no se dirigían la palabra, esos otros chicos lo reconocían a Pedrito como un hermano. Incluso Juana Varas de Marinero, la madre de ellos, aceptaba al jovencito en su casa y lo apreciaba.
Noche trágica
Esa noche del martes 24 de octubre de 1972, los hermanastros de Pedrito le preguntaron qué llevaba. El muchachito contestó que era comida que le habían regalado y la compartió con ellos. Todos se arrimaron a su alrededor. Allí estaban Juan Antonio Marinero, de 17 años. Sus hermanos Mirta, Lidia, Guillermo, José y Julio, de entre 14 y 5 años. También Juana Varas de Marinero y su vecina Petrona Riveros junto a su bebé de 2 años.
Algunos comieron más y bebieron, como Pedrito y Juan Antonio Marinero. Otros menos, sin siquiera imaginar que esa pizza y el jugo contenían la muerte. Pasado unos minutos empezaron a sentir los efectos. El primero fue Pedrito, que cayó en el pasillo de la casa de los Marinero retorciéndose de los dolores en el estómago mientras tiraba saliva con espuma por la boca.
Todos se asustaron, no sabían lo que pasaba. Juan Marinero fue a buscar ayuda a la Seccional 6ta de Rawson y a su regreso también comenzó con los vómitos. Para entonces Pedrito Esquivel ya estaba muerto.
Una de las víctimas. Pedro Esquivel, de 20 años
Aquella fatídica noche, algunos integrantes de la familia fueron llevados al Hospital Guillermo Rawson con síntomas de intoxicación. Juan Antonio Marinero no resistió y murió en el servicio de urgencia. Otro de sus hermanos, de 7 años, pasó a terapia intensiva por su delicado estado, pero posteriormente se recuperó.
Los médicos que los atendieron confirmaron que evidenciaban signos de intoxicación. Mirta Marinero, que en ese momento tenía 14 años y esa noche se quedó en su casa, levantó la botella con jugo y percibió un fuerte olor a insecticida. Las sospechas apuntaban a que la pizza y el jugo tenían una sustancia tóxica.
Los forenses revelaron que Pedro Esquivel y Juan Antonio Marinero murieron por intoxicación con órganos fosforados. Es decir, con un veneno. El informe del bioquímico de la Policía, que analizó unos restos de las pizzas y del jugo, fue contundente: encontró el compuesto llamado Folidol.
Sin escapatoria
A todo eso, uno de los chicos Marinero recordó que Pedrito había dicho que “El Viejo Sosa” le había regalado la pizza. Esa fue una pista, pero después apareció otro dato clave. Josefa Esquivel, la mamá del chico con capacidades diferente fallecido, reconoció el envase que contenía el jugo y se acordó que esa botella era utilizada por Sosa para comprar aceite.
A los dos días de ocurrida la tragedia, la Policía allanó la casa de Silvano Sosa en la calle Quiroz de Villa Krause. Durante la requisa en el patio de la propiedad, hallaron un frasco con Folidol. Esa fue la prueba que lo incriminó.
“El Viejo Sosa” fue llevado detenido y después de varias horas de interrogatorio finalmente confesó que él había preparado esa mortal pócima de pizza y jugo con veneno. Arrepentido y acongojado por el terrible desenlace, alegó que en realidad la destinataria de su siniestro plan era Josefa Esquivel y que no fue su intención matar a esos chicos.
Juan Marinero, de 17 años. Foto de Diario de Cuyo
Silvano Sosa fue juzgado en 1975. No pudo escapar de una condena segura, todas las pruebas lo complicaban. El 9 de abril de ese año, fue sentenciado a prisión perpetua por doble homicidio agravado, por las muertes de Pedrito Esquivel y su hermanastro Juan Antonio Marinero. Y tentativa de homicidio agravado reiterado, por la intoxicación de las dos mujeres y los otros seis chicos.
Fue confinado en el penal de Chimbas y murió durante su presidio producto de una enfermedad. según los vecinos y las propias víctimas. No se sabe qué fue de Josefa Esquivel y sus otros hijos. Juana Varas y sus otros seis hijos continuaron viviendo por mucho tiempo en Villa San Damián. Uno de ellos se suicidó hace unos años. Y sólo quedan vivos Mirta Marinero y un hermano menor. En la casa de la familia actualmente reside un nieto, pero en sus paredes de adobe permanece el recuerdo de la tragedia familiar.