“Estar en estas escuelas es la otra cara de la educación”, reflexiona Mónica Speso. La docente sanjuanina tiene 56 años y desde hace 7, tras el ascenso a directora, cambió por completo su rutina para empezar a trabajar en escuelas albergues de zonas alejadas de la provincia. Ella vive en Rivadavia y la escuela de Valle Fértil en la que enseña durante 10 días para regresar por 5, está a casi 6 horas de su casa, en medio de las sierras. “Llegar es una travesía”, cuenta. Aunque su mayor desafío es transformar la escuela en una familia. En el Día del Maestro, la experiencia de enseñar de un modo distinto.
“Ser docente es algo que decidí de chica, lo tenía decidido y creo que fue gracias a los profes y maestros que fueron mis referentes. No me equivoqué al elegir la carrera, la docencia me encantó desde un principio. Mi primer desafío llegó ni bien me inicié. Fue en una escuela de la Villa Observatorio, en Chimbas. Tenía un alumno que había nacido con labio leporino y no lo habían operado. Al principio no sabía cómo hacer, pero de a poco logré comunicarme con él. Salió escribiendo y para mí fue un enorme logro. Entendí que la verdadera docencia está en sacar adelante a los chicos que vienen de situaciones más complejas e avanzando con ellos”, sostiene Mónica.
A lo largo de esos años se casó, tuvo dos hijas y dio clases en distintas localidades retiradas de Rivadavia y Chimbas. Pero tenía una deuda pendiente: trabajar en escuelas albergue. “Siempre lo tenía en mente, fue una visión a largo plazo. Así es que, cuando mis hijas se hicieron grandes y conseguí el ascenso de directora vi todas las escuelas y tomé el cargo en Jáchal”, relata.
Así llegó a la escuela de frontera Provincia de Entre Ríos, en la localidad jachallera Gualcamayo, que cerró sus puertas hace menos de un mes por falta de alumnos. “Es un golpe muy duro. Hicimos muchas cosas en esa escuela. Y en la zona viven personas hermosas”, lamenta. Después de dejar el edificio renovado, con conexión de gas y de Internet, Mónica emprendió un nuevo reto en junio del año pasado, en la escuela de la Sierra más alejada vallista.
“La Marcos Gómez Narváez es una escuela de zona de ruralidad aislada, de difícil acceso. Viajamos desde la ciudad hasta Astica durante unas dos horas y media y después, hasta Sierras de Elizondo, tenemos casi 3 horas más. Llegamos en camionetas 4x4, es toda una travesía. El municipio nos da una ayuda económica de $200 mil por mes y el Ministerio de Educación me lleva a mí, que soy la directora, y a dos docentes, con la mercadería. Nosotros pagamos un servicio de camionetas para volver. Actualmente cada viaje sale $60.000 y son en total 6 viajes pagos al mes. Esa es una de las dificultades que tenemos”, relata la maestra.
Y resalta, “es un camino que mantiene la gente de la zona. Yo llegué en camioneta, pero hasta hace un par de años, los docentes subían y bajaban a loma de mula. De hecho, los alumnos suben y bajan a lomo de mula actualmente, es hermoso verlos llegar y cómo preparan solitos los animales cuando se van”.
La vida de la escuela en medio de la montaña
Teniendo en cuenta la cantidad de días que pasa en la escuela, Mónica resalta: “Paso la mayor parte de mi vida ahí”. Y no lo hace sola, su esposo Javier Araoz, va con ella. Al respecto, dice: “Él trabajaba para una empresa privada, pero cuando estaba en Gualcamayo había mucho para hacer en el edificio. Y él sabe solucionar todos esos inconvenientes, tiene conocimiento por ejemplo de los paneles solares, entonces logramos que comenzara a trabajar ahí. Cuando me fui a Valle Fértil, pedimos irnos juntos. Es muy difícil estar en esas zonas sin una persona capaz de resolver todo tipo de problemas con el gas, las cañerías y cualquier inconveniente que pueda haber. Para mí es una compañía grandísima”.
Más allá de su cargo de directora, ella continúa desempeñándose como docente, es que, además, es tutora del Ciclo Básico Rural (que va de primero a tercer año del Secundario). “Ellos tienen profesores itinerantes que van 5 días. Entonces, a los otros 5 los tomo yo. Tenemos muchos proyectos, la radio, vamos a hacer ahora un diario, tenemos distintas actividades. Pero esto se dificulta cuando, por ejemplo, la maestra de primaria no puede asistir y yo les tengo que dar clases también a los chicos de ese nivel”, explica la maestra.
Y cuenta que en la escuela se trabaja el plurigrado, es decir, en un aula única, con una sola docente, toman clases todos los chicos desde Primero hasta Sexto Grado. Sobre la metodología reflexiona: “Hay que llevar un plurigrado, yo lo he hecho por muchos años y no es fácil. Entonces, yo ayudo con Quinto y Sexto. No me lo pagan. Pero mi intención es mejorar la calidad educativa, para que no se queden, porque después muchos chicos bajan a seguir estudiando y tienen que estar a la altura”.
Aunque sobre la tarea aclara: “Estas escuelas son hermosas. Los niños de las escuelas rurales se destacan, son sanos. Acá, en la ciudad, tenía que estar mirando que no les pasara nada. Allá no. Allá no existe el bullying, al contrario, les enseñamos qué es porque después, si bajan a estudiar, tienen que estar preparados para lo que van a encontrar. Para ellos no existe la posibilidad de ir a una obra de teatro y tomar un helado es un lujo. Si uno logra bajar con ellos para alguna actividad y los lleva a una heladería, son los niños más felices del mundo. Esos detalles te pagan la docencia”.
Es entonces cuando analiza: “Todas las escuelas albergues son una familia. Yo duermo en una pieza que está entremedio de las piezas de las chicas y de los chicos y los escucho, escucho lo que hablan, sé a qué hora se duermen. Y nosotros tenemos un celador y una celadora y ellos, después de trabajar todo el día, se levantan en medio de la noche para asegurarse de que están bien. Hasta están atentos para taparlos”.
Y revela además, “otra diferencia en esas zonas es el lazo que tenemos que tener con los padres. Con ellos tenemos que tener otro compromiso, lograr la confianza, porque te dejan sus hijos. Yo siempre les digo, yo voy a la escuela a trabajar. Yo allá me levantó a las 6 todos los días y a veces me acuesto a la 1 de la mañana. Todo eso se logra solo con vocación, con pasión”.
Después de haber participado en la Feria de Ciencias provincial y haber logrado pasar a la instancia nacional, dos alumnos se preparan para viajar a Córdoba. Mientras, todo el grupo tiene planeado un viaje a la ciudad de San Juan en las próximas semanas.
Además, Mónica sigue trabajando en el desarrollo de proyectos y hasta haciendo todo los trámites posibles para tratar de conseguir que el edificio escolar tenga una galería y aulas, debido a que actualmente los chicos de primaria toman clases en el SUM y los de secundaria, en el comedor.