Una nueva investigación de la Universidad de St. Andrews (Reino Unido) encendió las alarmas sobre el ritmo acelerado de acidificación del océano. El estudio reveló que en varias zonas costeras el nivel de acidez está aumentando mucho más rápido de lo que estimaban los modelos climáticos, lo que amenaza a peces, moluscos y a toda la biodiversidad marina de la que dependen millones de personas.
Según los investigadores, el principal motor de este proceso es el dióxido de carbono emitido por actividades humanas, que se disuelve en el agua del mar y altera su equilibrio químico. A esto se suma el impacto del afloramiento, un fenómeno natural en el que aguas profundas, frías y ya muy ácidas ascienden a la superficie cargadas de nutrientes. Al mezclarse con el CO atmosférico, la acidez se intensifica aún más.
El trabajo, publicado en la revista Nature Communications, analizó muestras de corales antiguos y mediciones con isótopos de boro para reconstruir la química marina del pasado. Al cruzar esos datos con simulaciones actuales, los científicos detectaron que en regiones de afloramiento —como la Corriente de California, la Humboldt en Perú, y las de Benguela y Canarias en África occidental— la velocidad del cambio supera ampliamente las previsiones.
Estas zonas, claves para la pesca y el sustento de numerosas comunidades costeras, son especialmente vulnerables porque combinan fuentes naturales de acidez con el impacto humano. “El pronóstico de cómo responderán los sistemas de afloramiento al cambio climático es extremadamente complejo”, señalaron los autores, quienes advirtieron sobre la urgencia de monitorear estos ecosistemas.
El avance de la acidificación implica riesgos directos para especies fundamentales del equilibrio marino y para las economías locales que dependen de ellas. Y aunque el fenómeno es global, su evolución depende también de decisiones cotidianas: reducir emisiones, promover tecnologías verdes y proteger los ecosistemas costeros son algunas de las acciones que, según los especialistas, pueden marcar la diferencia.
Para la comunidad científica, el océano funciona como un “termómetro” del planeta. Su creciente acidez es un mensaje claro: el deterioro ambiental avanza y exige respuestas inmediatas para evitar daños irreversibles en la vida marina y en quienes dependen de ella.