Está bastante fresco para ser las tres de la tarde y otoño en San Juan. Pasa que en ese lugar recóndito de Iglesia, en la montaña ya se ven las primeras nevadas y el aire helado le gana por goleada a los rayos del sol. Por eso, la estufa a leña que reina en ese salón comedor, ese que es como un viaje en el tiempo, es bienvenida.
Inmediatamente llega don Elio Hernández, pone un caldero humeante de tamaño importante en medio de la mesa y sentencia: "sírvansé a gusto". En el locro, espeso como pocos, a primera vista se distinguen carne vacuna, panceta, huesitos de chancho, porotos, zapallo, y un dibujo de chimi rojo en la superficie que corona esta obra de arte criolla. Se nota que en la cocina saben lo que hacen.
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Don Elio recibe en La Olla a diario a trabajadores de empresas y ocasionales turistas.
Yendo por la misma calle que lleva al famoso hotel de Pismanta, justo enfrente hay un cartel que dice "La Olla. Restaurant y hospedaje", prometen desde lomos hasta chivitos y lechones. Entrando por el sendero de piedra aparece la casona de indescifrable edad, remozada con un rojo estridente que invita a conocer para adentro. El colorado se repite en los hules de las mesas del salón principal donde la decoración es ecléctica y nada pituca. Es de esas fondas donde el aroma a cosa rica atrapa por igual al obrero de campo que al empresario o al político de paso.
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Este reducto gastronómico existe hace más de 20 años, propiedad originaria de Orlando Olmos, un conocido dirigente radicado en Buenos Aires que conoce muy de cerca la Casa Rosada. Ahora lo administra su sobrina Sonia Varela, junto con su esposo Elio, iglesianos de toda la vida.
Uno cree que el locro es el plato principal y por eso, y porque es una delicia, se sirve dos veces. Pero no. Como un vendaval llega el mozo-dueño Elio y desenfunda un plato con un amplio bife de la mano de una abultada ensalada rusa mas una mixta, preparados vaya a saber con qué elixir, que provoca hacerse un lugar en el estómago sí o sí.
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Sonia y Elio son conocidos en toda Iglesia, como administradores de La Olla.
La que tiene mano para la cocina es Sonia. Elabora una amplia gama de menúes con el sabor de lo casero y un toque propio que seducen a pipones y conservadores. "Sobre todo acá piden chivito, lo preparo a la olla", cuenta.
Por su pinta, el lugar es como un bodegón pero aspira a mucho más, porque en la parte trasera hay piezas con espacio para alojar unos 30 trabajadores o turistas. Tiene clientela fija y de la de tránsito pero que no se olvida de lo que degustó. En el pueblo todos conocen La Olla. Es común que las familias de allí vayan a almorzar o cenar, o que algunas empresas manden a sus empleados a comer allí todo el mes.
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El comedor de La Olla es como un viaje en el tiempo.
"El comedor se puede hacer para 80 ó 100 personas", asegura Hernández. "El comedor se puede hacer para 80 ó 100 personas", asegura Hernández.
Sobreviviendo
En días de calor la acción se traslada a la explanada de la casa. Allí se ponen mesas al fresco de la arboleda y del típico clima cordillerano que abraza y no abrasa en verano. En el extenso predio se puede ver que a la estructura histórica le están sumando unas más modernas. Don Elio cuenta y muestra cómo se están haciendo varias cabañas. Con orgullo habla de las inversiones, a la vez que describe un complicado presente.
"Esto se está manteniendo a duras penas, hemos estado parados por la pandemia y no hemos recibido ayuda. Pedimos que se nos tenga en cuenta", suspira Hernández. El hombre enumera una serie de mejoras que podrían devolverle el esplendor a la zona, donde el hotel contiguo de aguas termales que era símbolo turístico sanjuanino quedó en un limbo, y donde el progreso no llega como en las grandes ciudades. Se queja del camino que no se limpia, de las políticas de desarrollo que no le dan en el clavo en ese departamento que es un paraíso, sede del paso binacional de Agua Negra y la cuna minera de San Juan.
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En el predio de La Olla convive el edificio antiguo con nuevas edificaciones que apuestan a brindar alojamiento turístico.
"Tenemos que preocuparnos más los iglesianos en mejorar la parte turística y se necesita en eso a los emprendedores ayudarlos", analiza Don Elio. "Tenemos que preocuparnos más los iglesianos en mejorar la parte turística y se necesita en eso a los emprendedores ayudarlos", analiza Don Elio.
No obstante, hay esperanza de subsistir. "Espero que La Olla esté muchos años más, la gente que viene acá se va encantada y quiere volver a Iglesia", asegura. A esta altura, llega una perfecta ensalada de frutas de gustito intenso que nos queda en el paladar durante todo el recorrido por la ruta, de vuelta a la gran ciudad.