Un texto con buena letra llama la atención a primera vista. Tal vez su mensaje no sea interesante, o tarde un tris en evaporarse de la mente, pero la delicadeza con la que se construyó cada letra, cada palabra merece la pena para el lector de turno que la contempla. Estos son terrenos de la reina caligrafía, un arte que la historia asocia en su génesis con los chinos y que en la actualidad tiene a Gerardo ‘Panda’ Ruiz Babsis (31) como un apasionado profesante. Hasta hay quienes lo señalan como el último auténtico calígrafo sanjuanino.
El vínculo entre ‘Panda’ y "el arte de escribir con letra bella y correctamente formada, según diferentes estilos” –tal cual lo define la Real Academia Española de las Letras- se gestó a través de su abuela Carito. Ella lo aprendió en su etapa en la primaria y aún conservaba cuadernos de práctica que su nieto explora con total encanto desde aquellos tiempos.
"Adoraba su letra escrita. Me enseñó un poco a tener buena letra manuscrita (lo cual no funcionó bien, mi escritura en los apuntes siempre dejó mucho que desear). Pero siempre me esforzaba por aprender a mejorar mi letra. Durante la secundaria dibujaba logotipos de bandas, películas, etc. Y no fue sino hasta que ingresé en la facultad de diseño que entendí bien de qué se trataba eso de dibujar letras. En el 2004 conocí sobre caligrafía gracias a mi profesora de Tipografía, Eliana Perniche. Ahí aprendí a fabricar mis primeras herramientas caligráficas a partir de latitas de gaseosa y cañas secas”, rescató de su memoria Gerardo.
Poco tiempo después, armó con unos amigos el Tipos del Oeste, donde nos dedicaban horas, que se volvían días, a aprender sobre tipografía y diseñar nuestras propias fuentes. Panda se centró en la caligrafía gótica, ya que quería diseñar una fuente que mantuviera esos rasgos puntiagudos y rígidos. Unos años después, junto a Paula Peralta y Facundo González, dos entusiastas del arte de la caligrafía, sumó más perfeccionamiento.
"Nos dedicamos a practicar todos los fines de semana (semita y mate de por medio), empezando debidamente con trazos básicos, aprendiendo sobre otras herramientas, tintas y soportes. También conociendo otros alfabetos como el Fundacional de Edward Johnston, el Uncial del año 800, el gótico del siglo XIII, las cancillerescas del siglo XV, etc”, expuso el artista.
Gracias a este atractivo arte, ‘Panda’ actualmente está a cargo del Taller de Caligrafía en la Universidad Champagnat en Mendoza, cargo que le fascina "ya que me motiva no sólo a aprender para mí, sino a aprender para enseñar mejor”. También trabaja como diseñador gráfico en el Estudio Iuvaro (www.estudioiuvaro.com), dedicado al diseño de packaging para vinos y otras bebidas espirituosas. Además, como diseñador freelance se dedica al diseño de marcas a nivel regional, nacional e internacional –"la magia de internet”-, proyectos que siempre aborda desde el trazado caligráfico y el dibujo personalizado de letras –lettering-.
Y por si le faltaba algo a su intensa vida como calígrafo, Gerardo también ha trabajado como letrista pintando pizarras, carteles y murales para varios locales comerciales, bares y galerías. Y dicta un curso particular de caligrafía llamado ‘La Letra Negra’, basado en la letra gótica, "este curso me ha permitido viajar mucho”, comentó.
Por último, a modo de establecer un horizonte a perseguir dentro de su periplo artístico, Panda afirmó: "El camino es algo personal e individual en parte. Si bien uno puede tomar cursos, juntarse con amigos a practicar, compartir proyectos, etc; depende de uno mismo no olvidarnos de lo básico: practicar para mejorar -a veces esto implica perderse salidas con amigos y parecerse más a un ermitaño-. Así es que uno, con paciencia y dedicación, ha de encontrar un gesto personal en el trazo que permite encontrarse también a uno mismo a través de la caligrafía”.
La data de Panda
Para aquellos entusiastas en vivir en carne propia el mundo de la caligrafía, Gerardo dejó la siguiente información: "Una parte interesante de la caligrafía es que se puede usar todo tipo de herramientas para trazar nuestras letras. Estas no son escasas, son sólo difíciles de conseguir. Hay herramientas clásicas como el pincel, el cálamo, la pluma de ganso y plumas metálicas. También hay herramientas modernas como las lapiceras de punta ancha Parallel Pen, los pinceles recargables Pentel o tiralíneas de producción nacional. Estas pueden parecer no muy amistosas para el bolsillo aunque son muy duraderas”.
Pero también existen herramientas caseras, más experimentales al alcance de cualquiera: bastones de madera, lápices, latas de gaseosas, pinceles, cepillos, cañas, esponjas, ramas secas, etc. Cada herramienta, combinada con tintas de distinto tipo y soportes varios, nos pueden dar infinitos trazos y texturas muy interesantes. La caligrafía se basa más en las habilidades del escriba y no tanto en las herramientas”.