En el playón deportivo, un cadete corre de punta a punta. Sus zapatillas nuevas rechinan en el cemento, la pelota rebota, golpea el tablero y vuelve a caer. Todo suena normal... hasta que recordás que ese cadete está muerto.
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SUSCRIBITEPor las noches, un joven que aspiraba a ser policía y murió en un accidente camino a la escuela, asusta a los inexperimentados cadetes que tienen la mala suerte de tener que hacer la guardia en la Escuela de Policía. En el mes de la Fundación de San Juan te contamos otra historia paranormal de nuestra provincia.
En el playón deportivo, un cadete corre de punta a punta. Sus zapatillas nuevas rechinan en el cemento, la pelota rebota, golpea el tablero y vuelve a caer. Todo suena normal... hasta que recordás que ese cadete está muerto.
La Escuela de Cadetes “Dr. Antonino Aberastain” fue fundada en 1959. Cinco años después, en 1964, recibió el nombre que lleva hasta hoy, en honor al patriota sanjuanino. Desde entonces, miles de jóvenes han pasado por sus aulas con el sueño de convertirse en oficiales de la Policía de San Juan.
Durante el día, el patio se llena de risas, pasos marciales y voces en formación. Pero cuando cae la noche, los cadetes rezan para no ser convocados al turno de guardia. No por miedo al silencio... sino al fantasma que vuelve desde el más allá para completar su sueño inconcluso.
Cuentan que era un joven aspirante, que murió en un accidente antes de llegar a su primer día. Desde entonces, vuelve cada madrugada a entrenar, como si aún esperara una oportunidad de egresar.
Dicen que no hay oficial retirado que no haya, al menos una vez, escuchado el sonido de la pelota en la cancha vacía. Los menos afortunados aseguran haber visto su sombra correr por el playón y desvanecerse en la oscuridad. Algunos incluso afirman que las puertas se abren solas, que pasos resuenan en los pasillos cuando todo debería estar en calma.
Los aspirantes tachan los días en el calendario con ansiedad. Y cuando se acerca la fecha de su guardia nocturna, sienten ese frío particular que sólo da el miedo.
El fantasma que juega al básquet no busca hacer daño. Solo quiere, por toda la eternidad, vestir el uniforme que alguna vez soñó llevar con orgullo.