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Análisis

Y si a Milei se le moja la pólvora electoral, ¿qué pasaría en San Juan?

Dos facciones bien distintas del peronismo se matan por quedar primeros antes de tiempo para ir a levantar los pedazos. El gobierno también calcula, proximidad o distancia. Por ahora, un velatorio prematuro.

Por Sebastián Saharrea

No hay evidencia hasta ahora de que el humor prioritario de los sanjuaninos por aprobar los pasos de Javier Milei en la Rosada haya sufrido un cambio de rumbo drástico. Sí, que el combo de malhumores recientes encabezado por la pérdida de algunos rounds en la batalla central según su propia cartelera pugilística como es la inflación, haya ocasionado cierta zozobra sobre esos números. Hasta acá, sólo eso.

Sea por lo que sea -objeto de otro análisis-, la imagen presidencial en San Juan se mantiene alta. Por un genuino respaldo emanado de la convicción, por la suma de los espantos de alrededor, por mantener la llamita vigente de la esperanza que nadie quiere apagar tan temprano. Por lo que sea.

Arrancó el presidente su época de gloria en San Juan con el 65% de los votos locales consagrados en ballotage, y a 18 meses de ese registro viborea acorde al tono informativo. Pero nunca se derrumba. Y eso que ha tenido oportunidad de hacerlo, en especial con los garrotazos de este último año. Así, su valoración sanjuanina sube y baja, nunca desbarranca.

Si hoy estuviera en torno al 50% –cifra razonable según todas las mediciones realmente efectuadas sobre el terreno-, encuadra en la óptica y no deja de ser envidiable para cualquiera de sus colegas de la política. Con perdón del término.

Lo que sí muestran las últimas valoraciones es que en la foto de hoy a Javier pudo habérsele torcido la tendencia en la película. Y que hay factores que le generan agua en la sala de máquinas. Lo que era firme, ahora es pantanoso. Lo que estaba seguro, hoy es una moneda en el aire.

Atentos a esa eventual reconfiguración, lejana pero posible, todo el tablero provincial recalcula. Desde los más afines a los más radicalizados, intentando acertar en ese blanco. Si al campeón le entran las manos, habrá que ver el ruido que hace si se cae.

Empezando con esos primeros. Porque existe una amplia –y claramente mayoritaria- franja de la opinión local a la que le cae bien Milei y también le cae bien Orrego. Le cae bien Milei y también le cae bien Macri. Con matices -más para uno que para otro, uno sí y el otro no-, se trata de un círculo cercano a los 60 puntos dentro del cual interactúan los flujos.

Subyace entonces un asunto de difícil traducción en el cuarto oscuro. Si se vota a uno sólo, y tramitan boletas separadas, es sencillo colegir en que dividirán el voto. También, que ante la caída de uno se puede encontrar consuelo en otro. Lo sería si la opción fuera Milei o Macri, ambos referentes de la misma categoría. Pero Milei y Orrego no reportan en la misma franja, por lo que ahí habrá que extremar los cuidados.

Con lo primero que deberá tener cautela el mandatario sanjuanino es con vociferar una validación de su propia gestión en una cuestión que le puede pasar por el costado si la consigna de esa urna es Milei, sí o no. Es decir, él puede medir 60 puntos de aprobación y no ganar un comicio sencillamente por no ser parte del asunto.

Ya le pasó a Uñac, cuando levantó el dedo luego de una PASO de pocos votos y advirtió que eso ocurría porque no estaba del todo claro que se plebiscitaba su gestión en esa elección de medio término que, como tal, sólo elige diputados nacionales y el debate sintoniza canales nacionales. En la que valía, un mes después, le fue aún peor. Historia reciente, está en Google, no en hemerotecas.

Es ese un dilema de cruda actualidad hoy, la margarita de ir juntos o separados. Tanto Orrego como Milei tienen motivos equivalentes para ensayar ambos escenarios. Para el sanjuanino, escaparle a las balas del main stage si fueran juntos. Y acá está el tema si fueran separados: aprovechar una eventual caída de valoración de Milei para ofrecer al electorado una opción en la misma sintonía, pero más educado y hasta más eficiente.

Supone eso afirmar la noción que el supuesto corral de opinión pública provincial en el que sobreviven apreciaciones favorables tanto para Milei como para Orrego, Macri y hasta Basualdo no baja de los 60 puntos. Es más bien de lógica pura: ¿dónde irán entonces los desencantados eventuales de Milei que no sea dentro del mismo redil, con una opción más prolija y provincial? Que además tiene el beneficio adicional para el electorado de no pegar una vuelta de campana a sólo 2 años de encumbrar a Milei, ni volver al peronismo.

Es el mismo razonamiento que sostiene a Macri a no sacar los pies del plato. Sabe el ex presidente que un tropiezo del actual lo servirá en bandeja a una ciudadanía ansiosa de buscar una opción que no la contradiga tan rápidamente. Por eso aplaude y cuestiona a dos bandas, sin dejar de marcar tropiezos pero avalando la línea y poniéndole incluso el cuerpo con la mano alzada en el Congreso.

Esa fina línea se demarcó en Santa Fe, en el debut del calendario electoral, con infinidad de interpretaciones al uso del consumidor. Es cierto que Milei perdió, y que perdió a patadas al quedar tercero. Pero también es cierto que el grueso de los votantes del radical Pullaro –el gobernador ganador- podrían cómodamente inclinarse por la opción violeta en el casillero presidencial si lo hubieran llamado a pronunciarse sobre eso, que no fue el caso. ¿Adónde irían, si no? ¿A Lousteau?

El nombre de Basualdo en lista no es caprichosa porque empieza a responder preguntas sin develar la incertidumbre. Se cansó de insistir una y mil veces con que no será candidato y lo repitió este lunes en Paren Las Rotativas (lunes a las 21 en Tiempo Streaming). Pero esta vez dio señales inconfundibles, que sólo no escucha quien no quiere oír. Que “es lo mismo ir juntos o separados, si finalmente vamos a votar igual”. Textual.

Con semejante valoración del padre del espacio político oficialista, el resto parece cuestión de acomodar las piezas y analizar lo que más conviene en cada franja.

Del lado de Milei suena tentador cosechar un campanazo en San Juan para que sea leído de esa forma en la suma general, y no lo descafeinado que sonaría un margen propio menor, más los aliados. Ya hay nombres que podrían quedarle bien, faltaría que de este lado no le veten la segunda ocupante de la boleta, que debería ser una mileísta pura. Lo dijo Basualdo: ni José Peluc, el celoso custodio sanjuanino de la pureza libertaria, será obstáculo. Política en estado de magia.

Del lado del orreguismo, el interés también de exhibirse con una cifra contundente en su pago chico esquivando los balazos de un rival en su propio redil como sería una lista de Milei por afuera. Y pasar por abajo del alambrado de esa incomodidad, no sea cosa que se enganche el pullover.

Al otro lado del río, el peronismo espera con acelerada ansiedad un tropiezo presidencial que hoy es más fuerte en su imaginación que en la corteza terrestre. La versión pejotista vernácula hace gala de su ADN nacional: partidos en mil pedazos y a los gritos, no precisamente porque se estén reproduciendo, como bromeaba el General para justificar los ruidos internos.

Si ocurre eso que advierten, la caída del halcón negro de Javier, allí estarán para recoger los pedazos. El asunto es descubrir cuál de esos solfeos peronistas puede resultar más atractivo al malhumor de un eventual desbarranco: el de Gioja y su bombo o el de Uñac y sus chupines.

Ambos ex gobernadores, ambos marcados a fuego por un estilo. Ocurre que sólo uno está en carrera, Gioja, y el otro tiene un muletto, Cristian Andino. A Gioja le sale más fácil el grito militante, la arenga choripanera, la conjugación del verbo doctrinario útil para encender el fuego. No dice que quiere, lo demuestra. Y, como es su costumbre, avanza sin pedir permiso. Sabe que estará en la vereda del sol si naufraga el ensayo libertario. Se lo contaron en una de sus mil batallas.

Andino todavía no se anima a ejercer de peronista, pese a su entusiasmo en las peñas. ¿Y qué sería eso? Tal vez, enojarse un poquito más si es que efectivamente piensa que su gente la está pasando mal, dejar de lado una prolijidad ajena al espacio y más típica de quienes tiene enfrente. No sea cosa que ni los que cree castigados adviertan que está de su lado. Mismo padecimiento que su compañero Uñac en plena gestión. Diseño a la carta de un público consumidor equivocado cuando fue a pescar votos de Orrego con discurso y acción, y descuidó a los de la base peronista. Que luego se lo facturó en grande.

Para definir la lista, ambos dicen lo mismo: consenso, no interna. Con un detalle que no parece menor: consenso, si, pero conmigo arriba. El giojismo con Gioja, el uñaquismo con Andino. Lo dirá el destino, el partido, o la moneda en el aire quien de ellos quedará al frente esperando que a Milei se le caigan los votos para ir a juntarlos.

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