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Historias del Crimen

El sanjuanino que mató a tiros al vecino en Concepción y años después perdió al hijo en otro tiroteo

Fue una noche de diciembre de 2002. El hombre correteó a tiros a otro hasta que lo mató en el barrio Uruguay. Muchos años después su hijo murió baleado en otro hecho confuso.

Por Walter Vilca

Para la Policía fue un ajuste de cuenta, se llegó a decir que había un tema de drogas. Para otros el origen el conflicto fue un mal entendido o una discusión durante una salida de amigos en la madrugada. Nunca estuvo claro qué motivó tanto odio. Eso quedó en secreto entre ese sanjuanino que empuñó el revólver y disparó de manera traicionera y aquel vecino que corrió desesperado y murió a metros de su casa en Concepción.

En realidad, se conocían bien y hay quienes dijeron en su momento que fueron amigos. Ángel Dionisio Garro era del barrio Uruguay, en Concepción, y tenía su carro choripanero sobre la avenida Benavidez casi calle Salta. Juan Carlos “El Gringo” Ochoa vivía allí cerca, en la villa pegada a ese barrio.

Ochoa contaba con antecedentes penales y los policías lo señalaban como un presunto vendedor de drogas en la zona. Esos mismos investigadores aducían que Garro también se mezclaba con el ambiente delictivo, aunque todos lo conocían por su actividad como vendedor de choripán en el carro que abría todas las noches en el costado sur de avenida Benavidez. Allí trabajaba con su concuñado, Carlos Uzair, quien ocasiones atendía el pequeño negocio. Algunos fines de semana también vendía pollos asados.

Noche fatídica

El sábado 14 de diciembre de 2002 el carro choripanero abrió al público como otras noches. Uzair se puso a atender, mientras que Ángel Garro todavía se encontraba en su casa. Algunos vecinos se cruzaron con “El Gringo” Ochoa en las inmediaciones, pero nadie imaginaba que andaba vigilando a Garro.

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El auto. Este era el Renault 12 que manejaba Garro. Foto de Diario de Cuyo.

El auto. Este era el Renault 12 que manejaba Garro. Foto de Diario de Cuyo.

Éste tampoco sospechaba que lo espiaban. La espera de “El Gringo” duró hasta minutos pasadas las 21.30 de ese sábado. Garro salió de su casa, subió a su Renault 12 y encaró por una calle interna del barrio en dirección al Norte. En ese trayecto pasó a una velocidad muy lenta por el puente que atraviesa el canal Benavidez y comunica a la avenida del mismo nombre. Apenas cruzó el pasante, le apareció “El Gringo” Ochoa y se paró al lado de la ventanilla del conductor.

Allí se escuchó el primer estruendo. El disparo ejecutado por “El Gringo” tomó por sorpresa a Garro, que, al sentir el impacto de bala en su cuerpo, detuvo el coche, abrió la puerta como pudo y echó a correr. Ochoa salió a los trancos por detrás en esa carrera de vida o muerte.

Los testigos relataron que observaron que el dueño del carro de choripán escapó bordeando el canal y pasó por el puente en dirección a su casa. “El Gringo” no le perdió distancia y continuó largando disparos. Esa corrida no fue de más de 100 metros. Garro encaró para su casa, pero al ver que su hijo y otros niños estaban en la entrada, pasó de largo y se metió a la vivienda vecina.

"Yo te voy a dar..."

Apenas logró cruzar la verja de ingreso y se desplomó en la puerta de la casa de los López, sus vecinos. Lo increíble fue que nada ahuyentó a “El Gringo” Ochoa, que también entró todo enloquecido hasta esa propiedad y, viendo que Garro permanecía indefenso y quejándose en el piso, aprovechó para darle unas patadas. “Ya te voy a dar que me andes bardeando…”, le dijo en primera instancia y después le remató con otra dura frase: “Esto te pasa por hijo de puta”.

“El Gringo” después salió presuroso y escapó en una moto que dejó en las cercanías, mientras los López pedían ayuda y otros vecinos gritaban. Para entonces llegó Uzair, un testigo presencial que minutos antes vio al agresor junto al auto de Garro y la furiosa correteada a tiros.

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El lugar. Así luce hoy la avenida Benavidez y la zona donde ocurrió aquel trágico hecho de  sangre en 2002.

El lugar. Así luce hoy la avenida Benavidez y la zona donde ocurrió aquel trágico hecho de sangre en 2002.

Garro ya no respondía. De los tantos disparos que le largaron, sólo uno impactó en su cuerpo. Esa bala ingresó por un costado del brazo izquierdo, continuó su trayectoria por la axila, por la zona del tórax y finalmente lesionó sus pulmones, de acuerdo al informe forense citado en la sentencia.

Uzair se dirigió a una cabina telefónica cercana y pidió una ambulancia. De nada sirvió, Ángel Garro murió tirado en la puerta de esa vivienda del barrio Uruguay. Esa misma noche los policías de la Seccional 2da de Concepción tomaron testimonios y tomaron conocimiento que el agresor era “El Gringo” Ochoa. Pero claro, éste había desaparecido de su casa y de los lugares que frecuentaba.

La entrega voluntaria

La Policía realizó una decena de allanamientos en los días posteriores y no lograron dar con “El Gringo”. Recién a los siete días tuvieron noticias de él. No es que lo capturaron, Ochoa se entregó voluntariamente a la Justicia el 21 de diciembre de 2002. Se había teñido el cabello. De todas maneras, no se presentó porque admitiera su responsabilidad en el asesinato, dijo que lo hacía para demostrar que no tenía ninguna relación con el hecho.

En la Policía barajaron distintas hipótesis sobre el móvil del crimen. Algunos investigadores aseguraron que había una dispuesta por el tema droga. Otros aseguraron que se desencontraron por otros negocios turbios. Las otras versiones rondaban en torno a que habían tenido problemas por una simple rivalidad de vecinos.

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"El Gringo". La Policía buscaba con esta foto a Ochoa, en ese entonces era joven.

Uzair, uno de los testigos del crimen y empleado de Garro, dio otra pista de por qué vino el conflicto. Relató que, horas antes del asesinato, la propia víctima le comentó que la noche anterior salió con “El Gringo” y unas chicas, que fueron a la zona de El Pinar y ahí tuvieron una fuerte discusión entre ambos. Al parecer, “El Gringo” se la tenía jurada a su vecino por algo que pasó esa noche.

Ochoa jamás lo reconoció. Directamente aseguró que la noche del asesinato estuvo en otro lugar y se enteró por las noticias y los comentarios de los vecinos. Con ese guion fue al juicio realizado en septiembre de 2004 en la Sala III de la Cámara en lo Penal y Correccional.

La apuesta suya y la de su abogado defensor se basó en que eran pocos los testigos presenciales y, sobre todo, que intentaban involucrarlo por cierta animosidad contra él. Uno de ellos Uzair, que era pariente de Garro y además trabajaba en su carro choripanero. El otro un vecino de la propia víctima. O sea, conocidos de la víctima, sostuvo la defensa. Sumado a esto, no habían encontrado el revólver calibre 22 con el que dieron muerte al vendedor ambulante.

Su coartada no resultó. Los testigos volvieron a ratificar en el juicio que fue “El Gringo” Ochoa el que correteó a tiros a Garro. Además, éste no pudo explicar de por qué de su repentina desaparición o el cambio de color de su cabello. No tuvo escapatoria y el tribunal de la Sala III de la Cámara en la Penal y Correccional lo condenó a 13 años de prisión.

El asesinato de su hijo

Juan Carlos Ochoa purgó esa condena en el penal de Chimbas y se la agregaron otras causas que hicieron más larga su estadía en la unidad penitenciaria de la avenida Benavidez. En sus últimos años de encierro no la pasó bien y sufrió un duro revés. Mientras permanecía entre rejas, recibió la terrible noticia de que su hijo de 18 años, que también se llamaba Juan Carlos, había muerto de un balazo.

Fue la noche del viernes 2 de diciembre de 2016. Ochoa hijo y un amigo andaban en moto por la avenida Benavidez y una patrulla policial intentó detenerlos y empezó a perseguirlos por dicha arteria hacia el Oeste. A la altura de calle Valle Fértil, en Villa Observatorio, los jóvenes doblaron hacia la derecha y cayeron con la moto. Algunos vecinos afirmaron que Juan Carlos no iba a armado. En la Policía afirman que sacó un revólver y encañonó a los uniformados.

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Recuerdo.

Recuerdo. "El Gringo" Ochoa junto a su hijo, quien luego falleció en un confuso episodio.

En ese confuso episodio, el joven recibió un balazo de una pistola 9 milímetros en los glúteos y el proyectil llegó a la zona de los intestinos. Esa noche lo llevaron al Hospital Guillermo Rawson, pero falleció a las 4 de la mañana del 3 de diciembre de 2016. Nunca estuvo claro el procedimiento policial y la Justicia finalmente sobreseyó al policía. La familia del joven Ochoa siempre sostuvo que en realidad no llevaban armas y escaparon porque se asustaron pensando que les iban a quitar la moto.

“Me es difícil evitar maldecir aquella reja que no me deja estar contigo. Ya son catorce años. Catorce años de esperar para poder en este día contigo festejar”, había escrito “El Gringo”, el 29 de octubre de 2016 para el cumpleaños del jovencito. Y eran los primeros días de diciembre de ese mismo año y Ochoa padre estaba llorando a su hijo. Ni siquiera se pudo despedir en el hospital y se tuvo que conformar con ir a su funeral esposado y con custodia de los penitenciarios.

Eso lo marcó para siempre, tanto que “El Gringo” continuó alojado en el Servicio Penitenciario Provincial hasta cumplir su condena y recuperó la libertad en 2017. Desde ese entonces no regresó más al penal.

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