Era visto y conocido por todos en Villa Carolina que Aniceto y Víctor no se daban ni el saludo. Los sucesivos desencuentros, las peleas y las provocaciones los había convertido en acérrimos enemigos. Y todo decía que un día esa disputa iba a terminar mal. La última vez que se cruzaron, el más joven de los hombres atacó a tiros la casa de su contrincante e hirió de bala al hermano de éste.
Aniceto Castro y Víctor Ricardo Ontiveros compartían ese odio que era mutuo y solo los separaba una cuadra de distancia, en la popular Villa Carolina de Capital. El joven de 19 años tenía su casa sobre la calle Vicente López y Planes y el changarín de 30 años poseía una vivienda sobre la calle 12 de octubre del mismo barrio.
Cualquier día o noche y en el momento menos pensado podían encontrarse de vuelta y siempre estaba latente la trifulca. Pero aquella madrugada del domingo 26 de septiembre de 1965, Aniceto se la buscó. Desde la noche anterior andaba con la guitarra al hombro y tomando con los hermanos Roberto y Guido Rodríguez. Primero estuvieron bebiendo en la plaza de Villa Carolina y más tarde cayeron a un bar del barrio donde compartieron otros vinos, guitarrearon y cantaron tonadas hasta que los echaron del pequeño negocio. Para entonces, los tragos habían puesto corajudo a Aniceto, quien levantaba la voz y desafiaba al que se le ponía enfrente.
Villa.jpg
Así se ve hoy la calle 12 de octubre en Villa Carolina, en la ciudad de San Juan Capital.
Ahí se acordó de su larga rivalidad con Víctor Ontiveros y decidió ir a buscarlo. Sus dos amigos le siguieron la corriente y fueron por detrás él hasta la calle 12 de octubre. Aniceto hizo la punta y casi volteó la puerta de los golpes que propinó para llamar al dueño de casa. Eran las 3 de la madrugada. El retumbar de la puerta despertó a Ontiveros, que medio dormido y aturdido por el ruido escuchó la voz que de un hombre que venía de afuera llamándolo por su nombre y exigiendo que saliera. El changarín se puso el pantalón y una camisa y salió a la puerta. La primera imagen que vio fue la de Aniceto Castro, parado en medio de la calle, que vociferaba y hacía gestos provocadores con sus manos. Entre insultos, lo desafiaba a pelear.
Un testigo contó que Aniceto agarró una piedra y hasta amagó con sacar algo de la cintura. Tan seguro y arrogante estaba, que ni esperó la reacción de Víctor Ontiveros y la sorpresa que éste le daría. El changarín también se plantó decidido y no lo dudó ni un instante. Cuando extendió su brazo derecho en dirección al joven, se vio el brillo del revolver marca Coll, calibre 38 largo.
Aniceto retrocedió unos pasos y recibió el primer balazo. Ontiveros no se la perdonó. En esos segundos se escuchó la seguidilla de disparos, que sacudieron al joven hasta que finalmente desplomó en la calle de ripio.
Cadaver.jpg
El cadáver del joven de 19 años quedó en la calle 12 de octubre. Foto de Diario de Cuyo.
Los hermanos Rodríguez presenciaron enmudecidos la violenta escena, observando a la vez cómo el agresor se metía a su casa. A los minutos, otro vecino sacó su bicicleta y acudió a buscar ayuda a la Comisaría 3ra de Trinidad. Ese domingo a la madrugada estaba trabajando el comisario Carlos Rocha, que se trasladó urgente al lugar en compañía del oficial Alejandro Pereyra y otros policías. Estos uniformados confirmaron la muerte de Aniceto Castro, a quien conocían por sus continuas caídas en la seccional.
Víctor Ricardo Ontiveros fue detenido en su casa, sin poner resistencia. En el domicilio también secuestraron el revólver calibre 28 largo utilizado en el asesinato. Un médico legista, mientras tanto, examinó el cadáver de Aniceto Castro que presentaba seis orificios de impactos de bala. No le encontraron ningún arma de fuego, pero sí una cadena de hierro que llevaba en la cintura.
La sospecha fue que llevaba la cadena como arma o elemento de defensa y esto reforzaba la versión de que fue él quien buscó a Ontiveros y originó la gresca. De todas maneras, el changarín fue llevado preso bajo el cargo del homicidio simple. La prueba estaba a la vista, la víctima había sido acribillada a balazos.
Aniceto Castro.jpg
Este era Aniceto Castro, el joven muerto de balazos. Foto de Diario de Cuyo.
Ontiveros estuvo preso hasta que el juez Arturo Lerga Armendáriz, del Juzgado del Crimen Primera Nominación, lo enjuició en 1967. El fiscal del caso sostuvo la acusación contra el changarín por el delito de homicidio simple, pero su defensa alegó que el crimen se encuadró en un acto de legítima defensa y solicitó su absolución. Y en caso de que no admitieran esta posibilidad, pidió que lo castigaran por el delito de homicidio con exceso en la legítima defensa.
Es que durante el juicio escrito desfilaron testigos que cargaron las culpas en Aniceto Castro, pues lo calificaban de agresivo, provocador y dueño una mala fama entre los vecinos de Villa Carolina. Además, las personas que presenciaron el hecho de sangre aseguraron que el joven fue quien buscó a Ontiveros y lo llamó a pelear. Ahí también surgió la versión de que la víctima, segundos antes de los disparos, alzó una piedra para atacar al changarín y realizó un ademán como el de sacar un arma de la cintura.
Estos dichos favorecieron a Ontiveros, que en su relato afirmó que Castro fue el que empezó la gresca y que él accionó el arma porque pensó que éste lo iba atacar a balazos, como semanas antes cuando tiroteó su casa y baleó a su hermano Daniel.
20241122_092527.jpg
Víctor Ontiveros, el changarín que mató a su vecino y después perdió la vida en un accidente.
Todo esos testimonios y la declaración del propio Ontiveros surtieron efecto en la decisión del juez Lerga Armendáriz, que en su veredicto cambió la calificación inicial de homicidio simple por la de homicidio con exceso en la legítima defensa. En sus consideraciones, dio por sentado que el changarín actuó y disparó inicialmente con el fin de defenderse, pero entendió que los otros cinco balazos fueron innecesarios.
Con esos argumentos, en septiembre de 1967 y días antes que se cumplieran los dos años del asesinato de Aniceto Castro, condenó a Víctor Ricardo Ontiveros a la pena de dos años de prisión. En la misma sentencia resolvió que, dado el tiempo transcurrido, daba por cumplida la condena y dispuso su inmediata libertad.
Ontiveros salió de la cárcel pública y sintió que la vida le concedía otra oportunidad. Sin embargo, el karma por el crimen de su vecino Aniceto Castro lo persiguió y lo castigó de otra manera. En los primeros días de octubre de 1967, el changarín consiguió trabajo en Caucete como cortador de totora. En una de sus jornadas de trabajo, él y sus compañeros sufrieron un accidente arriba del camión que los trasladaba. El conductor perdió la dirección y vehículo se estrelló contra un árbol en las afueras de la villa cabecera de aquel departamento. Víctor Ricardo Ontiveros, que iba en la caja del rodado, salió despedido y murió trágicamente.