Desde Pocito
El asalto a la sucursal del casino de la esquina de Mendoza y Mitre y la balacera en la madrugada del 22 de febrero de 2002 fue uno de los golpes armados más resonante que se recuerden en San Juan. Un caso de Historias del Crimen que puso al descubierto la aceitada maniobra de una banda foránea y expuso que las fuerzas de seguridad, muchas veces sacralizadas, también cuentan con delincuentes dentro de sus filas.
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Cautivos. En este lugar tuvieron reducidos a los dos empleados y al policía del casino. Foto de Diario de Cuyo.
De quién fue la idea y cómo nació el plan para asaltar el casino, es una incógnita. Es probable que la idea haya surgido en una charla entre viejos conocidos de Pocito. Porque un miembro de la Prefectura Naval, nacido en ese departamento y radicado por esos años en Buenos Aires, era amigo de la infancia de un oficial de apellido Vera de la Policía de San Juan. Y justamente los dos luego terminaron siendo piezas claves en esta compleja trama.
El arribo de la banda
La mañana del sábado 16 de febrero de 2002, Jorge Agüero en su Renault 9 ingresó a la provincia en compañía de su hermano Omar y de Jorge Mereles provenientes de Buenos Aires. Estos dos últimos andaban de civil, pero eran efectivos de la Prefectura Naval Argentina. El oficial principal Miguel Vera ofició de anfitrión en la Capital sanjuanina y lo llevó a un hospedaje, un complejo de departamentos que se alquilan por día sobre la calle Sargento Cabral, en inmediaciones de avenida Rawson y San Lorenzo.
A primera hora del domingo otros tres bonaerenses pisaron suelo sanjuanino en un segundo vehículo y se alojaron junto a los hermanos sanjuaninos Agüero y Mereles en ese mono ambiente para dos personas de Concepción. Mucho problema no se hicieron, se acomodaron a como dio lugar. Su estadía tampoco iba a ser larga.
Las investigaciones policiales permitieron establecer que parte de la banda ingresó a la provincia el 16 de febrero de 2002 a bordo de un Renault 9 procedente de Buenos Aires.
Vera hizo de garante en el alojamiento, según se supo luego. Los seis misteriosos sujetos de Buenos Aires no salían del departamento, más que para buscar comida. El encargado del lugar declaró en la causa que en algún momento tuvo una breve charla con uno de esos sujetos que se presentó como miembro de la Prefectura. Éste le dijo que habían llegado a San Juan por un convenio entre la Prefectura Naval Argentina y el Gobierno provincial por unas embarcaciones para el dique de Ullum. Lo curioso fue que jamás los vio uniformados a alguno de ellos y permanecían encerrados en el departamento. Eso ya era extraño.
Un primer atraco fallido
Más llamativo fue que el grupo de foráneos se alistó la madrugada del lunes 18 de febrero de 2002, pagó el hospedaje y se despidió afirmando que partía de regreso a Buenos Aires. Nadie sabía que ese rejunte de hombres era una banda de asaltantes que esa madrugada planeaba asaltar la sucursal del casino de las calles Mendoza y Mitre, en pleno centro sanjuanino.
Nunca se supo qué paso, pero esa noche el atraco se vio frustrado y la banda abortó la operación. Al rato, sorpresivamente, todos ellos retornaron al departamento de calle Sargento Cabral con la excusa de que tuvieron un desperfecto mecánico en uno de sus vehículos y se quedarían más días en San Juan.
El golpe final
La espera se hizo larga en ese reducido departamento, pero la madrugada del viernes 22 de febrero de 2002 los delincuentes pusieron en ejecución su último acto. A las 3.30 de la mañana de ese día, cuando la casa de juego ya estaba cerrada, cinco miembros de la banda ingresaron al casino de calle Mendoza. Llevaban medias de nylon en sus cabezas y portaban pistolas 9mm.
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Armas. Estas son las dos pistolas que les secuestraron a los dos primeros detenidos tras el atraco. Una de esas pistolas le pertenecía a la Prefectura Naval Argentina. Foto de Diario de Cuyo.
Lo primero fue sorprender a los dos únicos empleados que quedaban. Agarraron a golpes y amenazaron al cajero Gerardo Morales y al subtesorero de la sucursal, Ramón Melián, que hacían el conteo de la recaudación. A los segundos redujeron al agente Luis Valenzuela, el custodio, al que también pegaron y encerraron junto a los dos empleados del casino.
Los delincuentes obligaron a las víctimas a que abrieran la bóveda y en total se alzaron con 80.890 pesos, entre dinero efectivo y Lecops (bonos emitidos por el Gobierno equivalente a los pesos). Antes de salir, tomaron sus recaudos. Se llevaron el equipo con las grabaciones de las cámaras de seguridad del interior del edificio.
La accidentada huida
Todo parecía bien planificado. Pero no estaba en los cálculos que, justo, en el preciso momento en que los seis delincuentes se alejaban del casino, se cruzaran con el oficial Marcelo Pérez y el cabo Héctor Albagli del Comando Radioeléctrico que pasaban en el móvil por la calle Mendoza.
A los uniformados les llamó la atención ese grupo de hombres, en especial un sujeto de cabello largo que caminaba apresurado con una video reproductora bajo el brazo. Entonces frenaron la patrulla e intentaron identificar a los sospechosos, pero éstos sacaron sus armas y los atacaron a los tiros. Los policías respondieron a balazos y en segundos se desató el furioso tiroteo, mientras los miembros de la banda se dispersaban y corrían en distintas direcciones.
Los asaltantes jamás esperaron que, en el preciso momento en que ellos escaparan, se cruzarían con una patrulla policía casi en la puerta del casino.
Dos de los desconocidos retrocedieron y corrieron hacia calle Mitre y doblaron en dirección al oeste. Los dos policías los persiguieron con la patrulla transitando en contramano. Hasta tanto los otros cuatro asaltantes continuaron por la calle Mendoza al sur y abordaron un Peugeot 206 para emprender la fuga por calle Santa Fe.
La captura de la banda
No fue la misma suerte la que corrieron sus dos cómplices que intentaban escapar por la Mitre. El oficial Pérez alcanzó a herir de bala a uno de ellos, lo tackleó en la vereda y lo detuvo. El cabo Albagli hizo lo mismo con el otro delincuente, al cual atrapó casi en la esquina con calle Entre Ríos. Minutos más tarde descubrieron que el primero de los apresados era el ayudante de tercera de la Prefectura Naval Argentina, el bonaerense Jorge Antonio Mereles. Éste cargaba una pistola. El otro capturado, el de cabello largo, fue el también bonaerense Héctor Leandro López, quien llevaba otra arma calibre 9 milímetros.
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Trágico final. Uno de los dos detenidos la misma madrugada del atraco fue Héctor López. Este sujeto murió meses después dentro del penal de Chimbas. Foto de Diario de Cuyo.
Mereles habló de más durante su detención. La versión fue que intentó justificarse: “Esto iba a ser un robo fácil, nosotros veníamos a hacer esto y nos íbamos… Esto estaba arreglado con la Policía”, habría dicho tras su caída. Esa pista sembró las primeras sospechas, que luego se confirmarían.
Los investigadores de la sección Robos y Hurtos de la Policía de San Juan mediante averiguaciones localizaron el lugar donde estos sujetos se hospedaban. Así establecieron que fueron seis los hombres que llegaron desde Buenos Aires para cometer el atraco, pero además se enteraron que el nexo local de ellos era un policía local.
El otro efectivo de Prefectura, el sanjuanino Omar Aguero, fue apresado en el centro capitalino. Este sujeto era íntimo amigo del oficial Vera de la Policía de San Juan.
El encargado del complejo de departamentos de calle Sargento Cabral reveló que quien gestionó el alquiler para hospedar a estas personas era un policía que se presentó como de apellido Vera. Esa misma mañana los investigadores lo identificaron: se trataba del oficial principal Miguel Vera, un efectivo de la Comisaría 15ta de Ullum. Este policía cayo apresado el mismo viernes 22 de febrero de 2002 en horas de la mañana.
De todos los colores
Paralelamente, los policías de Robo y Hurtos establecieron que junto a Mereles andaban los hermanos Jorge y Omar Agüero, ambos pocitanos, pero radicados en Buenos Aires. Este último también miembro de Prefectura. A Jorge lo detuvieron el día sábado cerca de la plaza central de Villa Aberastain y le secuestraron su Renault 9. Horas más tarde apresaron a un vendedor de auto de apellido Riveros, al que apuntaron como el que proporcionó la logística con vehículos, y a una mujer identificada como Mariela Díaz, como supuesta encubridora. En la misma jornada detuvieron al segundo miembro de Prefectura, el sanjuanino Omar Agüero, que se ocultaba en un departamento en inmediaciones de las calles céntricas de Sarmiento y San Luis.
Todo encajaba. Vera era amigo de los hermanos Agüero, los pocitanos que vivían en Buenos Aires. Éstos a su vez andaban con Mereles, y todos ellos estuvieron alojados en el mismo lugar junto a Héctor Leandro López. Lo que no se pudo determinar quiénes eran los otros dos hombres que conformaban el grupo y que lograron fugar con el dinero.
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Secuestro. Los policías de Robos y Hurtos en el momento en que secuestran el Renault 9 y a su dueño Jorge Aguero. Foto de Diario de Cuyo.
El policía Vera fue señalado como el nexo local, pero faltaba más. En los días posteriores detuvieron al agente Luis Omar Valenzuela, el policía que la noche del atraco hacía adicional en el casino. Y es que conocía al oficial Vera, era su subordinado en la Comisaría 15. Además, surgieron sospechas de que el agente actuó de entregador y facilitó el ingreso de la banda al predio de juegos de azar.
De esa forma quedó desbarata la banda conformada por delincuentes comunes y miembros de fuerzas de seguridad. Todos ellos fueron detenidos y procesados, a algunos los mandaron al penal de Chimbas. Otros, por el tipo de imputación, consiguieron la excarcelación.
La muerte en el penal
El que no llegó al juicio fue el bonaerense Héctor Leandro López. La noche del 30 de agosto de 2002 se produjo un supuesto enfrentamiento entre presos dentro del penal de Chimbas y López recibió varios puntazos, uno de ellos en el corazón. Murió en el Servicio de Urgencias del Hospital Marcial Quiroga de Rivadavia.
El juicio contra los restantes siete acusados comenzó a fines de noviembre de 2004. En esa lista figuraban el prefecto Jorge Antonio Mereles, acusado de ser el autor material del delito de robo agravado; el policía Luis Omar Valenzuela, por presunta participación principal en robo agravado; el oficial principal Miguel Arnaldo Vera, los hermanos Jorge y Omar Agüero –el otro prefecto- y el vendedor de autos Oscar Riveros por supuesta participación secundaria en el delito de robo agravado; y Mariela Laura Díaz como presunta encubridora.
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Los acusados. En la primera fila Jorge Aguero, Luis Valenzuela y Jorge Mereles. Atrás Miguel Vera y Omar Aguero. Foto de Diario de Cuyo.
La primera que zafó fue esta mujer, que logró que, a pedido del abogado Horacio Merino, el tribunal le concediera la suspensión de juicio a prueba. Ofreció pagar 100 pesos en forma de resarcimiento y trabajos comunitarios en una institución de Rawson, cambio de la probation. Y se lo otorgaron, de modo que evitó el juicio.
Los que pudieron trataron de desligarse de todo. Fue el caso de Riveros, que con la asistencia de los abogados César Jofré y Silvina Gerarduzzi, declaró que no tenía ninguna vinculación con los otros acusados y tampoco con el asalto. Además, no le encontraron nada comprometedor. También el agente Valenzuela, quien admitió que conocía a Vera, pero juró que mantenía solo una relación laboral. Dio un relato destinado a mostrarse como una víctima más del atraco.
Al policía Valenzuela, el custodio del predio de juegos de azar, no le pudieron probar que facilitó el ingreso de la banda al casino.
El policía Vera reconoció su amistad con uno de los Agüero y buscó despegarse de toda la maniobra. Para él fue más difícil desligarse, los testigos y las investigaciones lo situaban como la persona que buscó el alojamiento para la banda, brindó apoyo logístico y hasta colaboró desde afuera en el atraco. Él sostuvo que esa madrugada estaba saliendo para el centro a hacer un trámite en el ANSES, pero nadie le creyó.
La situación contra los hermanos Agüero y Mereles resultaba más comprometida. Les habían secuestrado armas, un auto y estaba comprobado que fueron parte de la banda, junto con Héctor López –el fallecido-, que estuvo en el departamento de Concepción. Por otro lado, las víctimas del atraco reconocieron a dos de ellos como los asaltantes que los golpearon y redujeron dentro del casino.
Las condenas
El veredicto se conoció el jueves 16 de diciembre de 2004. Entre uno de los puntos más resaltantes del fallo de los jueces Juan Carlos Peluc, Félix Herrero Martín y Ernesto Kerman de la Sala II de la Cámara en lo Penal y Correccional fue la absolución lisa y llanamente del vendedor de autos Oscar Riveros. Lo mismo pasó con el agente Luis Omar Valenzuela, aunque por el beneficio de la duda.
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En el banquillo. Excepto el policía Valenzuela (en la primera fila y en el medio), los otros cuatros fueron condenados por la Justicia. Foto de Diario de Cuyo-
En cambio, condenaron a Jorge Antonio Mereles y Omar Agüero, los dos miembros de Prefectura, a 9 años de cárcel por ser los autores responsables del delito de robo agravado por el uso de arma. Al oficial sanjuanino Miguel Vera le atribuyeron participación principal en el mismo delito y lo castigaron a la pena de 7 años de prisión. A Jorge Antonio Agüero, el hermano del prefecto, le dieron sólo 4 años de prisión entendiendo que tuvo una participación secundaria en el hecho. Le probaron únicamente que hizo de chofer de la banda.
Así se cerró el caso del atraco al casino de calle Mendoza y el posterior tiroteo. Con cuatro miembros de la banda condenados a prisión, con otros tres prófugos y cuyos nombres nunca se conocieron, y con sexto integrante muerto en el penal de Chimbas.
A veinte años de aquel hecho, todavía hay dudas y preguntas: ¿Quién hizo de entregador? ¿Cómo fue que ingresaron a la sala de juegos? ¿Por qué había tanta plata esa noche y no habían depositado antes en el banco la recaudación de los días anteriores? Y, sobre todo, ¿quiénes eran los otros miembros de la banda que escapó con el botín?