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Historias del Crimen

El allanamiento policial en Villa Del Carril, el perro furioso y un disparo mortal

El hecho sucedió una madrugada de 1965 en un domicilio de Villa Del Carril en la Capital de San Juan. Tres policías entraron a una casa y todo terminó en una tragedia.

Por Walter Vilca

Los golpes hicieron retumbar la puerta de madera esa madrugada. “¡Quién es!”, gritó un hombre desde adentro. De la calle y a través de un hueco por el pedazo de madera que le faltaba a la puerta, otra voz ronca respondió: “Digale a Segovia que lo busca Bazán, de parte de Pablo Gil”.

Héctor Enrique Cortez caminó hacia las habitaciones y a los minutos regresó por el patio delantero en compañía de su amigo Luis Francisco Segovia, que trataba de prenderse el pantalón y se acomodaba la camisa. Cuando éste abrió la puerta de dos hojas, se encontró de frente con tres hombres a los que jamás había visto. Ni siquiera preguntó quiénes eran, dio media vuelta y emprendió la carrera en dirección al fondo. Los visitantes eran policías de civil.

Los tres desconocidos abrieron la puerta de par en par y se metieron a la vieja casona de adobe casi en la oscuridad. El oficial Teófilo Barrera largó un disparo al aire para detener la fuga de Segovia, pero éste ni se intimidó y se perdió por el patio.

La versión oficial dice que Héctor Enrique Cortez retrocedió, se interpuso en el camino de los policías y azuzó a su pastor alemán para que los atacara. El animal respondió a las órdenes. Furioso y con los colmillos que le brillaban, el perro saltó contra el agente Rolando Alaníz y se le prendió de uno de sus brazos.

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El lugar. El procedimiento policial se concretó en una vivienda de la calle Formosa, en Villa Del Carril, en San Juan Capital.

El lugar. El procedimiento policial se concretó en una vivienda de la calle Formosa, en Villa Del Carril, en San Juan Capital.

El agente Justo Román Sarmiento no sabía cómo parar al ovejero alemán, así que sacó su pistola y le pegó un certero balazo. Eso espantó al animal, que salió aullando del dolor. Ahí vino la otra parte, según los policías. Al ver malherido a su mascota, Héctor Cortez agarró un hierro y enfrentó al policía que acababa de disparar, de acuerdo a los relatos.

En ese instante se sintió la tercera detonación. El estruendo se escuchó casi al unísono con el grito y el quejido del dueño de casa, quien se tomó del estómago y trastabilló hacia atrás hasta que cayó de espalda en el patio delantero. El desconcierto de los policías era total. Rosario, la hermana del herido, ya se había levantado de la cama y pedía ayuda por Héctor Cortez que largaba alaridos desde el piso.

Poco importaba Segovia para entonces, que en el tumulto se escabulló por la parte trasera de la casa. El oficial Barrera encaró en dirección a la calle y buscó a los agentes Marcelo Narciso y Carlos Héctor Páez que aguardaban a la vuelta de la cuadra en el auto de la Brigada de Investigaciones de la Central de Policía de San Juan.

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La noticia. Así titulaba el diario Tribuna el hecho de sangre que terminó con la vida de ese habitante de Villa Del Carril.

La noticia. Así titulaba el diario Tribuna el hecho de sangre que terminó con la vida de ese habitante de Villa Del Carril.

Entre todos los policías cargaron a Héctor Enrique Cortez, lo subieron a los asientos traseros del móvil y partieron raudamente hacia el Hospital Guillermo Rawson. El hombre herido llegó a ser atendido por los médicos, pero la hemorragia y daño en la zona abdominal lo dejó en un estado irreversible que finalmente provocó su muerte a los pocos minutos de ingresar a la guardia.

Esa madrugada del 28 de julio de 1965, los jefes policiales comunicaron al juez de turno sobre la muerte de ese civil durante el allanamiento realizado esa casa de calle Formosa, en cercanías de Las Heras y las viejas vías del ferrocarril, en la popular Villa Del Carril de San Juan Capital. Todos los policías terminaron presos y se les secuestró sus armas reglamentarias para para peritarlas con el fin determinar quién había dado muerte a ese joven hombre.

Los policías de la Brigada de Investigaciones habían llegado a ese domicilio con una orden judicial en busca de Luis Francisco Segovia, un evadido del penal de Chimbas señalado como autor del asalto a la Estación de Servicio Sánchez Hnos. en la Capital provincial.

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El buscado. El operativo policial tenía como objetivo capturar a este hombre llamado Luis Segovia, quien había escapado del penal de Chimbas.

El buscado. El operativo policial tenía como objetivo capturar a este hombre llamado Luis Segovia, quien había escapado del penal de Chimbas.

Los investigadores tenían la información que el delincuente se escondía en la casa de Héctor Cortez. Además, les había llegado el dato que esa madrugada o en horas de la mañana un tal Pablo Gil iba a pasar a buscarlo en un auto para sacarlo de la provincia.

El plan fue tenderle una trampa a Segovia para apresarlo por sorpresa. Eso explica de por qué llamaron a la puerta y uno de los policías se presentó como Bazán, diciendo que venía de parte de Gil para hacer salir al prófugo. Pero no estaba entre las posibilidades que el operativo se saliera de su curso, que tuvieran que largar algunos disparos, que ese ovejero alemán los atacara y que Cortez lo enfrentara con ese hierro.

Al menos eso fue lo que declararon los tres policías que intervinieron directamente en el procedimiento y estuvieron presentes cuando Héctor Cortez resultó mortalmente herido. No hubo más testigos. Según la causa judicial, la hermana del fallecido salió de su habitación después del violento episodio ocurrido alrededor de las 2.45 de la madrugada del 28 de julio de 1965 y no vio la escena fatal.

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Recuerdo. Los restos de Héctor Enrique Cortez, la víctima del violento episodio, se encuentran en un nicho del Cementerio de la Ciudad Capital.

Recuerdo. Los restos de Héctor Enrique Cortez, la víctima del violento episodio, se encuentran en un nicho del Cementerio de la Ciudad Capital.

Los uniformados de la Comisaría 4ta instruyeron la causa por la muerte de Cortez bajo la calificación del presunto delito de homicidio culposo. Durante la inspección y el levantamiento de pruebas en la vivienda de la calle Formosa en Villa Del Carril, los policías encontraron al perro pastor alemán muerto en el patio delantero. También secuestraron el hierro de 6 pulgadas y 55 centímetros de largo que empleó la víctima para agredir a los policías, según la causa. Otro elemento que respaldó los dichos de los efectivos involucrados fue el certificado médico extendido a Alaníz por la mordida del animal.

El agente Justo Román Sarmiento quedó como único acusado, por ser el autor del disparo mortal. Los otros dos policías fueron sobreseídos del caso. Semanas más tarde cayó detenido Luis Francisco Segovia y también se lo vinculó a la causa, pero por el delito de evasión y desobediencia a una orden judicial.

Ambos fueron llevados a juicio, uno por la muerte de Cortez y el otro por escapar de la Policía esa noche del allanamiento. Ahora bien, los dos salieron airosos. El juez que analizó el caso dictó sentencia el 15 de febrero de 1966 y absolvió de culpa y cargo al agente Justo Román Sarmiento y a Luis Francisco Segovia.

El policía que mató a Cortez y el delincuente que se dio a la fuga esa noche fueron juzgados en 1966, pero fueron absueltos de culpa y cargo.

Al primero porque entendió que actuó en legítima defensa. A su criterio, la víctima agredió de “forma ilegítima con un elemento que podía ocasionar una muerte y que puso en riesgo al agredido”, señala la sentencia. Por otro lado, consignó que hubo falta de provocación por parte del agente Sarmiento, dado que éste que actuó en cumplimiento de su deber, y respondió de forma racional ante el ataque de la otra persona.

El juez también afirmó que no había más testigos que los otros policías y, frente a cualquier duda, correspondía dar crédito a la única versión existente. De esa forma, dio por sentado que la víctima salió a enfrentarlos con ese trozo de hierro después de que balearon a su perro y con la intención de evitar la detención de Segovia. Porque los efectivos declararon que Cortez los agredió con ese elemento metálico.

Con respecto a Segovia, el magistrado consideró que no se configuraba el delito de evasión y tampoco el de desobediencia judicial por el simple hecho de que los policías no alcanzaron a identificarse ante el prófugo y no le leyeron la orden judicial. Además, el acusado no ejerció violencia, sólo salió corriendo por los fondos.

FUENTE: Documentos judiciales, hemeroteca de la Biblioteca Franklin y artículos periodísticos de Tribuna y Diario de Cuyo.

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