Dónde está Raúl Tellechea. La pregunta resulta recurrente, pero desde hace 14 años es una deuda pendiente de lo que fue y será una de las desapariciones que más conmocionan y que a fuerza del reclamo se convirtió en el caso emblema de los secretos oscuros jamás revelados en la provincia. Una historia de intrigas, de mentiras y verdades a medias, de un supuesto fraude a la mutual de la UNSJ y que salpica a dirigentes gremiales, funcionarios policiales y al mismo poder político, pero que aún tiene final abierto mientras no aparezca el ingeniero y no se conozca toda la verdad.
Raúl Tellechea era muy reservado, al punto que no contaba sus problemas a sus cuatro hijos ni a su ex esposa Beatriz Toro y tampoco a Natalia Hobeika, la mujer con la que estaba saliendo en el último tiempo. Eso explica por qué nadie estaba enterado que había dejado de trabajar en la Asociación Mutual del Personal de la Universidad Nacional de San Juan y menos de que estaba enfrentado con los directivos de esa entidad. Era difícil saber lo que estaba viviendo, por eso su desaparición el 28 de septiembre de 2004 dejó a todos descolocados. En ese entonces, la preocupación no dejó margen para las sospechas e inocentemente lo primero que pensaron sus allegados y amigos era que había tenido un accidente o una descompensación quizás producto de su diabetes. En el departamento que alquilaba en Desamparados estaban sus anteojos, su medicamento, su billetera con el documento y la bicicleta con la que siempre andaba, además no se notaba desorden.
El titular de un diario decía: “Desaparece un emblema del ciclismo sanjuanino”. A decir verdad, los periodistas ni los familiares conocían todavía la trama detrás de su desaparición y lo tomaron como uno de los tantos extravíos circunstanciales, que a veces no son más que un susto. Pero al no tener noticias, el 29 de ese mes los Tellechea denunciaron formalmente la desaparición del ingeniero informático de 55 años y conocido dirigente del ciclismo. Al otro día, extrañamente, los directivos de la mutual de UNSJ denunciaron penalmente, y públicamente, a Raúl Tellechea por una supuesta estafa contra la entidad. En una conferencia de prensa hasta mostraron documentación de una supuesta falsificación de planillas de sueldos para cobrar dinero demás, instalando junto con la Policía la versión de que se había ido de forma voluntaria y con dinero de la mutual. Así, sin que muchos se dieran cuenta en ese momento, empezaba la presunta puesta en escena de esos dirigentes gremiales para cubrirse de tan misteriosa desaparición, a la vez tapar un supuesto desfalco que los comprometía y sembrar sospechas sobre el ingeniero Tellechea.
Despuntando la trama
Los familiares y amigos de Tellechea no tardaron en ver que había intencionalidad en esa acción, pues empezaron a conocerse detalles de los últimos momentos en que vieron al profesional. Se enteraron que hacía dos semanas que había renunciado a su trabajo en la mutual y que el lunes 27 había mantenido una reunión justamente con sus ex empleadores, los directivos de la mutual, los mismos que lo denunciaban por estafa. No se sabe qué hablaron en ese encuentro, pero se supone que discutieron. Los hijos del ingeniero tienen la firme sospecha que él, como conocía los movimientos financieros de la entidad, descubrió una gran defraudación y un desvío de fondo por parte del presidente de la mutual Miguel del Castillo, su antecesor Luis Moyano -conocido dirigente peronista y en ese entonces funcionario público de José Luis Gioja- y el resto de la comisión directiva. Tras salir de esa reunión a la que fue citado, el ingeniero cenó con su pareja y después regresó a su casa en bicicleta. De ahí en más se perdió todo rastro de él.
Mientras la familia buscaba desesperadamente al profesional, la Policía y el juez correccional Eduardo Gil se inclinaron por las hipótesis de una desaparición voluntaria, con el agregado de que el extraviado estaba denunciado por estafa, o la de un posible accidente producto de su enfermedad. En realidad, buscaron la salida más fácil para no complicarse. Hoy, la presunción es que los efectivos policiales apuntaron en esa dirección de forma ex profesa para cubrir a los directivos de la mutual y desviar la investigación. Pedían información sobre su paradero, realizaban rastrillajes en las afueras del Gran San Juan y se ofrecía recompensa por cualquier dato de él y paralelamente hurgaban la vida íntima de Tellechea e investigan los movimientos hasta de sus hijos. En un momento, los policías se convencieron, al menos eso hicieron creer, que el ingeniero estaba escondido o refugiado en otro lugar del país y que su familia lo protegía. Llegaron al extremo de intervenir los teléfonos de los parientes directos, buscando no sé qué.
Eso no detuvo a los hijos, al resto de la familia y a los amigos de Raúl Tellechea que salieron a exigir la aparición con vida del ingeniero y denunciaron esa acción deliberada por atacar a la víctima en vez de buscarla y direccionar la línea investigativa contra los directivos de la mutual.
El arrepentido
En ese convulsionado panorama, aparecieron testigos de dudosa reputación o se recogieron rumores de que lo habían visto en uno u otro lado. Si algo faltaba, fue la aparición de un supuesto arrepentido y miembro de una banda de secuestradores. A los dos meses de la desaparición del ingeniero, un joven llamó por teléfono a Mauricio Tellechea y lo citó cerca del campanil de la Catedral para revelarle detalles del destino de su padre. El encuentro fue breve. El “arrepentido” le confesó que el ingeniero Tellechea estuvo secuestrado y retenido por un grupo de personas en una casa del barrio Aramburu, que permaneció maniatado y que se les murió por no proporcionarle su medicación. Y que ante eso, no tuvieron otra que enterrar su cuerpo en un arroyo seco cerca del dique de Ullum. Es más, le hizo un plano en una hoja de papel para guiarlo. Todo fue muy rápido y el informante luego escapó sin que Mauricio supiera su nombre o pudiera tomarle más datos.
En diciembre de ese año, algunos socios de la mutual radicaron una denuncia contra Del Castillo, Moyano y toda la comisión directiva por malversación de fondos y administración fraudulenta. Esto marcaría el principio del final de Luis Moyano, el otrora hombre fuerte del personal no docente de la UNSJ, militante del PJ, dirigente de Sportivo Desamparados y en ese entonces secretario de Desarrollo Social de la provincia. En 2005, Moyano debió renunciar a su cargo por los fuertes cuestionamientos.
La presión social y la falta de respuesta por el juez Eduardo Gil, hizo que en febrero de 2005 éste se declarara incompetente y el caso pasó a manos del juez Leopoldo Zavalla Pringles, del Primer Juzgado de Instrucción, quien unificó las investigaciones por la desaparición del ingeniero y las supuestas maniobras fraudulentas.
La única novedad que hubo ese año fue que la Policía logró localizar y detener al “arrepentido”, que resultó ser Sebastián Nelson Cortez Páez, hincha de Desamparados y vecino del barrio Aramburu, en Rivadavia. El joven de 19 años quedó preso pero no aportó mucho sobre el secuestro y la muerte de Tellechea. En la indagatoria dijo que todo había sido un invento suyo por sacarle dinero a la familia y se cerró en esa. Hasta la actualidad sostiene lo mismo.
El reclamo por la aparición de Raúl Tellechea continuó judicialmente y en las calles con el lema “Todos x Raúl”. También se tocaron las puertas a funcionarios nacionales y se recurrió a organismos internacionales de Derechos Humanos para exigir el esclarecimiento del caso. En 2007, el juez Zavalla Pringles dio la razón a la familia y dictó el sobreseimiento (en ausencia) de Raúl Tellechea en la causa por supuesto fraude en la mutual. Esto último reforzó la hipótesis de que la denuncia contra él era parte de un plan para desviar la investigación y encubrir la desaparición forzada.
En los años siguientes la causa se paralizó. Como no se notaban avances concretos para dar con Tellechea ni para poner la mira sobre los miembros de la mutual, en 2011 los hijos del ingeniero junto con el abogado Conrado Suárez Jofré pidieron a la Justicia Federal que el caso se investigue como desaparición forzada de persona y responsabilizaron del hecho a Moyano, Del Castillo y otros. El juez federal Leopoldo Rago Gallo en principio se declaró incompetente, pero un año más tarde, en mayo de 2012, la Cámara Federal de Apelaciones de Mendoza resolvió que la causa quede a su cargo y prosiga con la pesquisa.
Increíblemente, lo que no se había avanzado durante 8 años en la Justicia provincial, se consiguió en 3 años en el fuero federal. El fiscal federal Francisco Maldonado en ese tiempo profundizó la investigación de la desaparición forzada a partir de las pruebas aportadas por la misma familia y su abogado, y otros datos que ya figuraban en el expediente, pero que nadie quiso ver. A su entender, todo tenía que ver con todo: desde lo que supuestamente descubrió el ingeniero sobre el manejo irregular de dinero en la mutual, la reunión del lunes 27 de septiembre de 2004 con los directivos, su posterior desaparición, la denuncia en su contra, las acciones deliberadas para desviar la investigación y el rol que desempeñaron los distintos involucrados, entre ellos los directivos de la mutual, un ex policía cercano a Moyano y al Club Sportivo Desamparados y el joven “arrepentido”.
Un final abierto
En septiembre de 2015, el juez federal Leopoldo Rago Gallo se pronunció con el procesamiento de Luis Héctor Moyano, ex secretario de Desarrollo Social y funcionario del Ministerio de Gobierno; Eduardo Rubén Oro; Miguel Alejandro Del Castillo; Luis Ángel Alonso; el ex policía Alberto Vicente Flores y el “arrepentido” Sebastián Cortez Páez. Les atribuyó el supuesto delito de desaparición forzada de persona, que tiene pena de hasta reclusión perpetua. Eso sí, les concedió la eximición de prisión a todos.
En dicha resolución, el magistrado señaló que existe la fuerte sospecha de que los ahora procesados quisieron callar a Tellechea y maquinaron un plan para secuestrarlo y hacerlo desaparecer, toda vez que concretaron maniobras para ocultar ese delito y desviar la investigación. Y que en ese marco, utilizaron sus contactos políticos y se valieron de la fuerza pública para el encubrimiento, mientras tanto apuntaron contra la víctima y su familia para instalar que estaban frente a una desaparición voluntaria. En febrero de 2017, un tribunal de la Cámara de Apelaciones de Mendoza confirmó los procesamientos contra los seis acusados.
Para los Tellechea, faltan más implicados. Entre septiembre y octubre de 2017 el fiscal Maldonado y el juez Rago Gallo llevaron a indagatoria al ex Jefe de la Policía de San Juan, el comisario general (R) Miguel González, y al jefe de la sección Seguridad Personal y de la comisión especial que trabajo en el caso Tellechea, el comisario mayor Mario León. Les imputa el haber interferido en la investigación mediante el supuesto ocultamiento de pruebas, manipulación de testimoniales e informes periciales y la desaparición de algunas grabaciones de las escuchas telefónicas a los ahora procesados. Otra que tuvo que ir a tribunales es Aurora Ahumada, una empleada de la mutual de la UNSJ, quien está acusada de declarar falsamente de que habían visto a Raúl Tellechea a pocos días de su desaparición. Sobre estos tres últimos sospechosos, aún no se resuelve su situación procesal.
En estos 14 años, la certeza que queda es que el cuerpo de Raúl Tellechea no aparece y que su familia sigue sin poder cerrar su duelo. Ya perdieron la esperanza de encontrarlo con vida y lo único que los mueve ahora es descubrir qué pasó con él y sobre todo que los acusados vayan a juicio. Pero de eso no hay fecha y eso preocupa. Porque aunque ya esperaron demasiado, la intranquilidad volvió sobre ellos por esta nueva demora del juez a la hora de resolver la situación del González, León y Ahumada. Es que los tiempos de la Justicia no son los de la familia Tellechea, que sigue reclamando que se conozca la verdad sobre esta increíble desaparición en años de Democracia.