Este 16 de noviembre se celebra el Día del Empleado Judicial en conmemoración de la creación de la Confederación Judicial Argentina (16 de noviembre de 1952), la primera agrupación nacional gremial, y, en ese marco, un trabajador de la justicia sanjuanina aprovechó la ocasión para contar su experiencia detrás del mostrador.
Wilson Gómez tiene 62 años y más de la mitad de su vida se la pasó en los pasillos de Tribunales, entre expedientes con casos de toda índole. Por una casualidad, ingresó al Poder Judicial en 1991 y, a partir de entonces, formó parte de lo que él llama "la familia judicial". Cumplía funciones en Arquitectura, en el edificio 9 de Julio, pero por una decisión estatal fue trasladado a la Justicia y allí pasó por casi todos los juzgados.
"Desde mi llegada hasta hoy, ya pasaron tres Cortes de Justicia, tres cuerpos de autoridades distintos he visto", señaló quien, por sus conocimientos en el área contable, se inició en la repartición de liquidación. "En aquella oportunidad se pagaba con cheques, teníamos mucho trabajo, la tarea era más compleja que ahora. Sin embargo, había una parte humana que era muy linda", destacó el mismo que integró un equipo de fútbol con sus colegas.
Sobre la incursión deportiva, recordó que el equipo era tan afamado que hasta los propios jueces iban a verlo jugar. "Salimos dos veces campeón en libre y una en veterano. Nos daban licencia deportiva porque terminamos viajando a Córdoba, a Santiago del Estero y a Tucumán. Eso era algo satisfactorio", relató.
Durante estas tres décadas fue trasladado varias veces. "Pasé por la Defensoría de Menores, Defensoría de Mayores, los juzgado civiles, los Juzgados de Menores y ahora estoy en el fuero penal, en la Sala de Audiencias Penales", detalló el mismo que se mostró orgulloso por elevar, junto a sus colegas, un proyecto para que pagos como el de cuota alimentaria en la provincia se bancarizara y se dejase de pagar con cheques.
Más allá de realizar su trabajo con las causas, quien usó máquinas de escribir Remington y hoy se sirve de la tecnología resaltó que, pese a las mejoras, todo tiempo pasado fue mejor, al menos en las cuestiones que refieren al trato humano. "Los empleados judiciales hemos tenido mucha empatía con la gente, que muchas veces venía y no sabía cómo eran los procedimientos, entonces le explicábamos. Y creo que ahora eso se está perdiendo", aseguró el mismo que debió aprender a coser con hilo y aguja para unificar los expedientes.
También, en ese sentido, declaró: "Se han perdido muchos valores. Nosotros con una simple sonrisa recibíamos a la gente y así se alivianaba todo el trabajo. Antes, por ejemplo, teníamos trato con los cortistas, hablábamos mucho, hoy eso no pasa, no tenemos trato".
Como consecuencia del paso del tiempo, sus compañeros de toda la vida se fueron de a poco; algunos porque se jubilaron y otros porque la salud les pasó factura. Es por ello que el judicial que cuenta su historia le atribuyó mucho de ello al estrés diario que significa trabajar en el plano judicial. Es que, aseveró que todos saben que detrás de las causas hay personas y muchas vidas en juego.
Fue condecorado como ciudadano ilustre de la Ciudad de San Juan, debido a sus tareas solidarias y por ello desde la Justicia también lo destacaron. Apasionado por Sportivo Desamparados y conductor de un tradicional programa partidario, Puyutano Soy, Wilson se acerca a su retiro y por ello valora el camino recorrido. Por su compañeros que ya no están y por los que todavía continúan, deja en claro que se pretende dejar un legado, pero nada tiene relación con las sentencias judiciales, sino más bien con la calidad humana.
Es que si bien la justicia sanjuanina se ajironó en los últimos años y, mediante sus autoridades, dice ser más eficiente, el logro también fue los empleados judiciales que, con su dedicación, sumaron a las mejoras del sistema y el protagonista, sin dudas, fue uno de ellos. Sin la visibilidad que tienen de los funcionarios que emiten los fallos, los trabajadores tribunalicios siempre son una pieza clave y vale la oportunidad para destacarlo.