Por esas vueltas de la vida, un día Ramón Ontiveros dejó Pocito, su tierra natal, y terminó repartiendo miles de diarios por las calles de Buenos Aires. Pero no cualquier diario: La Nación, uno de los más importantes del país. Durante más de tres décadas, fue parte del engranaje que llevaba las noticias a todos los rincones.
“Yo soy sanjuanino, nací acá en Pocito”, cuenta Ramón con ese tono sereno que tienen los que ya vivieron muchas vidas en una sola. Se fue a Buenos Aires con poco más de 20 años, como tantos otros que buscaban un futuro más prometedor. Allá, en el trajín porteño, encontró su lugar. “Trabajé en la sección Expedición del diario. Era donde terminaba de hacerse el diario y salían los camiones a repartirlo. Cada camión se llevaba su carga, su ruta.”
Antes de esa aventura, había tenido su paso por la construcción en San Juan. “Trabajé en el barrio Güemes, fue el primero que se hizo acá en San Juan. Estuve un año y medio y después me fui”. Lo de Ramón es el trabajo con mayúsculas: siempre metido, siempre remando, hasta encontrar lo suyo.
En Buenos Aires se instaló en Barrancas de Belgrano, allá por el 75. Formó una familia, y como todo padre de familia, buscaba algo seguro. Así fue como, después de picar piedra un tiempo, cayó en La Nación. Al principio fue como parte de una empresa tercerizada de mantenimiento, pero él ya tenía en mente otro objetivo: quería entrar al corazón del diario.
Y lo logró. “Ahí estuve un año y seis meses para entrar al diario. Iba todos los meses a Florida y Corrientes a ver si me llamaban. Hasta que un día me dijeron: 'Ontiveros, ¿cuándo quiere empezar?'. Les dije: "Ya mismo yel 27 de junio de 1978.” Y de ahí no se movió hasta 2005.
Durante ese tiempo, Ramón no solo repartía diarios, repartía historias, encuentros, y parte de la memoria colectiva del país. “Yo dirigía a cuarenta o cincuenta personas. Me pedían el diario y yo mandaba la carga, armaba todo. No había horario de salida.”
En un mundo que ya empezaba a digitalizarse, él seguía con su cronograma y una red de distribución que conocía de memoria. Porque si algo supo Ramón, fue cómo hacer que las palabras llegaran a tiempo a la gente.
Hoy está de vuelta en su tierra, en Pocito, con sus recuerdos y esa historia que bien podría ser de película. La de un sanjuanino que, con humildad y constancia, fue parte esencial del mundo de las noticias por más de 30 años.
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